Con #TestsMasivosYMasCamasTerapiaYA la industria en función de las necesidades sociales podría responder adecuadamente antes que un encierro indiscriminado. El ejemplo de una reconversión en la rama metalúrgica podría ser gran parte de la salida de revertir el deficiente sistema de salud del país.
Lunes 23 de marzo de 2020 23:44
Camillas, tubos para oxígeno, garrafas para la población sin recursos, barandas para camillas, porta sueros, construcción de hospitales, de carpas; utilización de los servicios médicos, de unidades sanitarias, de respiradores, y todo lo que se nos pueda ocurrir para que las necesidades que generó el coronavirus sean atendidas rápidamente. Incluso las grandes empresas tienen centros de investigaciones científicas y escuelas.
La industria metalúrgica en Argentina tiene un importante peso en la producción del país. Talleres y tornerías en La Matanza y en la Zona Sur del AMBA; grandes fábricas y acerías en la rivera del Río Paraná y en la provincia de Jujuy; fábricas de electrodomésticos en Avellaneda, Campana, Rosario y Tierra del Fuego; autopartistas en la Zona Norte del Gran Buenos Aires y en Córdoba.
“Si me llaman para hacer tubos de petróleo, no voy ni a gancho; si es para hacer alcohol en gel o camillas, de una”. Estas palabras son de un trabajador de Siderca, la enorme planta metalúrgica del empresario Paolo Rocca, en la localidad de Campana. Como en otras empresas ahí se sigue haciendo “actividad esencial” con el aval del gobierno y, sin embargo, ninguno de los trabajadores que continúan yendo a la fábrica fue testeado. Recordemos que son fábricas de cientos, de miles de operarios. Si hubiese testeos masivos, sabríamos quiénes son portadores, quiénes no, quiénes son inmunes, y podríamos volver a las fábricas de modo responsable. Pero no.
Más de 10.000 trabajadores en turnos rotativos construyen la industria metalúrgica en Argentina
Las multinacionales Tenaris/Techint, de la familia Rocca; Acindar, del grupo de capitales hindúes Arcelor Mittal; y Aluar producen básicamente todo el metal que puedas ver en Argentina. Las dos primeras son grupos con sede central en el paraíso fiscal de Luxemburgo. La segunda, el gigante del aluminio, tiene solamente en nuestro país más de una docena de fábricas en distintas localidades.
Entre las tres producen, entre otras cosas, carpinterías de aluminio para la construcción, perfiles industriales, planchas, chapas y foil de aluminio utilizado en la industria del envase; tubos para petróleo y cañerías; estructurales y varillas para construcción, chapas y tubos para la industria automotriz, garrafas y hierros para todo tipo de construcción. Toda esta producción, sin contar sus otros múltiples tentáculos en decenas de negocios, es realizada por más de 10.000 trabajadores en turnos rotativos que acicatean su salud constantemente.
A su vez, las materias primas como la electricidad, los minerales y las chatarras metálicas provienen de represas, minas y otras industrias que respectivamente también fueron construidas por miles de trabajadores en conjunto con ingenieros. El transporte, la logística y la distribución, así como la posterior utilización en la construcción u otras industrias secundarias, también la realizan decenas de miles de obreros más. Y sin embargo, toda esta producción está destinada al enriquecimiento de unos pocos patrones, quienes le deben cada centavo al conjunto de la sociedad.
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Para poner un ejemplo. En Avellaneda, la metalúrgica SIAT de Valentín Alsina, es parte de la multinacional TENARIS. Recientemente la empresa recortó el salario en un 45%. En todas sus plantas utilizan −a modo de una reforma encubierta del convenio colectivo− un régimen de suspensiones acordado con la UOM para utilizar mano de obra dependiendo de la demanda estacional. Son los trabajadores quienes pagan los costos que se recrudecen en la pandemia.
Producir en las metalúrgicas no para la ganancia de unos pocos, sino para las necesidades más urgentes
Son conocidas las políticas de los servicios médicos de las multinacionales. Ante cada dolencia existe una pastilla rosa o celeste, como si de tomar alguna uno podría salir de la matrix y desalienarse. Pero más bien es para que en 10 minutos estés de vuelta en la línea de producción.
Apenas iniciada la pandemia del COVID-19 y dictado el decreto según el cual las personas bajo riesgo deberían permanecer en sus casas, en una de las principales metalúrgicas −Siderca de Campana− se negaba a darles la baja a estos obreros. Los operarios se fueron igualmente porque sabían que no les iban a cuidar su salud.
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Al llegar el decreto de cuarentena del gobierno, en empresas metalúrgicas como en otras se dio batalla para que se adopte esta medida. Ya que si no se garantizan las condiciones de salud en épocas de no pandemias, imaginemos bajo esta nueva situación.
En Siderar, en localidad de Ensenada, los trabajadores se rebelaron contra la empresa y frenaron la producción. La pelea sigue. Día a día intentan asustar a varios compañeros por teléfono para que vuelvan a la fábrica y así producir con menos gente, generando miedo y confusión. Si hoy varias de esas fábricas dejaron de producir es por los trabajadores quienes saben que su salud y la de sus familias valen más que las ganancias del patrón.
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Si esta es la situación de los trabajadores de planta, imaginemos a los miles de contratados, tercerizados y precarizados de todo tipo que trabajan para estas empresas metalúrgicas, ahora arrojados a su suerte en medio de la crisis por el COVID-19. Y, sin embargo, son las mismas patronales que en cuestión de pocos días− cuando es para sus ganancias− las que “invierten” en ampliaciones y reparaciones, arman carpas, viandas de a miles, aires acondicionados, transportes internos y externos para acelerar las construcciones.
#TestsMasivosYMasCamasTerapiaYA
Como decíamos al principio de esta nota, desde la industria metalúrgica se podrían producir camillas, tubos para oxígeno, garrafas para la población sin recursos, barandas para camillas, porta sueros, construcción de hospitales, carpas, unidades sanitarias, respiradores. Y si los empresarios siguen produciendo solamente para sus ganancias debería ser confiscada su producción, porque no puede haber lucro en una emergencia como la que estamos enfrentando.
Si sumamos que miles de trabajadores son quienes producen toda la industria metalúrgica (una entre todas), que con testeos masivos miles de manos podríamos volver al trabajo para construir lo necesario, que la capacidad para instalar o construir hospitales de campaña está en estas mismas fábricas, que el sistema de salud no está preparado producto de 30 años de neoliberalismo sin interrupciones, nos da como resultado el planteo que hacen los trabajadores del Astillero Río Santiago:
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En la industria metalúrgica −pero en toda la industria en general− somos los propios trabajadores y las trabajadoras quienes podemos asumir todas las medidas necesarias. Somos quienes podemos proveer los alimentos y los recursos médicos para toda la población pobre, no solo para una minoría rica; además de dar la garantía del trabajo, contra los despidos masivos y de mantener los salarios. Algo que requiere, como primer paso, imponer en cada establecimiento laboral el control democrático, desde abajo, de los trabajadores y las trabajadoras, el esfuerzo por asegurar y reconvertir la producción para responder a las enormes prioridades sociales que se desnudaron con la crisis del COVID-19.