Sin importar mi familia o mi plan de vida los patrones decidieron terminar con mi trabajo. Para aumentar sus ganancias no les importa destruir nuestras vidas o dejar sin alimentos a nuestras familias.
Miércoles 30 de mayo de 2018
Al empezar mi jornada en el turno nocturno recibo un WhatsApp de mi supervisor: “Necesito que mañana hagas doble turno. Te espero en la tarde”.
Lo que faltaba, tenemos una actividad pesada planeada para la madrugada de hoy y ahora con la noticia de que no podré dormir lo necesario y así empieza una jornada más entre actividades que se acumulan y las que podemos realizar.
Al salir de mi jornada decido no bañarme para poder dormir un poco más y durar la doble jornada que me aguarda. Llego a casa y caigo dormido entre los primeros rayos del sol. Despierto a tiempo para tener que correr y llegar apenas a tiempo al taller.
No hay energía. La cortaron desde la mañana para hacer pruebas con un enorme generador y “ahorrar” en la factura eléctrica. No puedo registrar mi entrada ya que el checador es eléctrico. Aprovecho para fumar un cigarrillo, el único alivio que tendré en todo el día hasta la hora de la comida.
Otro WhatsApp: “por favor armen la bomba”. Para mis adentros pienso sin la grúa que no tiene electricidad sólo podré armar algunas piezas. Mi compañero me ayuda -no es mi compañero de turno pero entramos juntos al trabajo el mismo día en el mismo turno y nos volvimos muy cercanos.
Armamos algunas piezas, encontramos una pieza defectuosa que tenemos que mandarla fabricar con el tornero.
Mientras el supervisor da el visto bueno a nuestra decisión de fabricar la pieza dañada yo limpio algunas cosas. Mi supervisor me interrumpe: “Acompáñame, vamos a recursos humanos”.
Algo dentro de mí sabe lo que sigue no puedo evitar preguntarle “pues qué pasó”. “No lo sé el gerente me dijo que te buscan allá” responde sin más caminamos juntos y charlamos normalmente.
Por dentro sé qué es lo que viene. Trato de buscar explicaciones al porqué me busca Recursos Humanos pero nada tiene lógica. Me sorprende la jefa de Recursos Humanos con una seriedad que me da por muerto: “pasa a mi oficina y siéntate”, dice. Sin más, me presenta a un hombre cuyo nombre no puedo recordar.
Me saluda, sonríe y dice: “Sin rodeos estás despedido, habrá una reestructuración y sales sobrando”.
Algo tiembla dentro de mí y la voz casi se me quiebra. “¿Alguna duda?”, pregunta el licenciado que tiene la función de transmitirme la instrucción del patrón.
Para mis adentros grito todo lo que siento. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Qué hice? ¿Por qué yo? Logro articular una pregunta: "¿Cómo va a ser esto?".
Me mira extrañado y responde con un discurso sobre la empresa; que es buena onda, que siempre los podré poner como recomendación, etc., etc. Dentro de mí solo logro reconocer su discurso prearmado.
Me preguntaba “¿Sabes cómo es la liquidación?”. Le explico lo poco que sé y él lo corrobora. Me explica que eso sólo procede al cumplir un año de antigüedad. “Pero yo ya tengo un año”, le digo. “Mira aquí dice que te faltan 2 días para el año. No importa aún así te liquidaremos completo como si ya tuvieras el año”. Como si ellos me hicieran un favor al hacer eso.
Ahora a entregar mi herramienta. Encuentro a otro compañero también entregando toda su herramienta. “¿Qué pasó?”, pregunta triste y sin entusiasmo, contrario a como lo vi al entrar ese día. “Pues ya fui yo también”. El grandote, un joven alto y tosco, aún más tosco y grande que yo, está recién casado. Quince días antes despidieron a su esposa -según me enteré- mientras el almacenista recibía mi herramienta. Termino mi inventario sin problemas.
Sin más ni menos deciden terminar con nuestra estabilidad económica y emocional, ignoran la vida que hemos dejado entre sus máquinas, las lesiones que hemos sufrido en la planta industrial, y todo para multiplicar el capital que producimos nosotros pero se apropia el patrón. Porque no tenemos nada más que nuestras vidas, nada más que nuestro propio trabajo.
Fuimos 2 jóvenes menores de 25 años los despedidos. Sin preguntar qué haremos después. Volver a engrosar los enormes ejércitos de desempleados de este país eternamente no es una opción.
Pero ¿cuáles son las opciones para los jóvenes que buscamos un empleo? Solo dos: sumarnos a la precarización legalizada a través del outsourcing en la última reforma laboral, o engrosar las enormes filas de desempleados de este país.
Porque el gobierno federal presume de crear millones de empleos. Pero nunca nos dice las condiciones de explotación de esos mismos trabajos. Con jornadas extenuantes que casi nunca alcanzan para sostener una vida digna.
Por ello y para terminar con estos abusos, algún día, y luego de una dura lucha contra la clase dominante y los políticos a su servicio, el producto del trabajo de todos los obreros como yo será repartido equitativa y socialmente entre todos los que tenemos necesidad de trabajar, y no que sume una fortuna exclusivamente para el patrón y su familia.
Cuando conocí La Izquierda Diario me gustó mucho porque frente a los despidos y los cierres de fábrica proponían expropiar las industrias de los capitalistas y ponerlas bajo control obrero. Ahora que ha llegado mi turno de ser un desecho más a los ojos del patrón, veo la importancia de esta pelea.
Por eso mando el relato de mi despido. Quiero decirles que aunque no vivo en Coyoacán sino en Ecatepec, apoyo completamente la Fórmula Anticapitalistas al Congreso de la CDMX que encabeza la trabajadora de la educación Sulem Estrada. Espero puedan publicar esto que escribo y que sepan que cuentan conmigo en lo que pueda aportar a la campaña.
Porque los patrones viven una vida de lujo y ostentación a costa de nuestro trabajo y porque nuestras vidas valen más que sus ganancias, algún día en el mundo no existirá más el miedo de quedar sin empleo, y vivir hundidos en la pobreza. Será el tiempo del sol rojo de la revolución, cuando los trabajadores nos reconozcamos entre nosotros, nos unamos y enfrentemos al gran capital.