Entre la incertidumbre y los sentimientos de liberación, el pueblo sirio aguanta la respiración esperando lo que va a pasar. Santiago Montag es corresponsal de la Red Internacional La Izquierda Diario y desde Damasco nos transmite las primeras imágenes de lo que sucede en el país.
Santiago Montag @salvadorsoler10
Viernes 13 de diciembre de 2024 21:37
Todas las fotos son de Santiago Montag
El invierno azota Siria desde fines de noviembre. Pero en vez de frío, trajo el fuego de una larga guerra civil que vive el país desde 2011, que terminó por prender fuego a la dictadura vitalicia de Bashar Al Assad. Luego de romper asedio en Idlib, el conglomerado de grupos armados, bajo el nombre de Hayat Tahrir al-Sham (Organización por la Liberación del Levante en español) avanzó en pocos días hacia Damasco, la capital. Las tropas del régimen desertaron a un ritmo que un oberservador externo jamás habría pensado. Pero cuenta Samer, oriundo de la ciudad vieja de Damasco, que “hace varios meses sabíamos que algo estaba por pasar” porque “se sentía en el aire, podía olerlo, respirarlo, los soldados estaban desmoralizados, molestos”. Solo faltaba un soplo para derrumbar el castillo de naipes.
Las calles de Damasco amanecen vacías. Las noches son largas y oscuras a los pies del monte Qasioun, donde reposa la ciudad. El olor a neumático quemado continúa en al aire a una semana de que las fuerzas de Ahrar al-Sham entraran por el sur desde Daara. La idea fue llegar antes que las HTS y el Ejército Nacional Sirio, ambos apoyados por Turquía, para negociar en mejor posición la próxima Era. Pero una vez reunidos en Damasco, todas las fuerzas mostraron unidad de acción bajo el mando de Abu Mohammed al-Julani, el líder de las HTS.
Sobre los costados de las rutas sirias descansan vehículos militares, entre ellos tanques de guerra del régimen, jeeps y camionetas destruidas. Hay cientos de edificios de trincheras abandonados y checkpoints ahora ocupados por soldados con insignias del “Gobierno de Salvación de Siria”, la entidad política que gobernaba, hasta los últimos acontecimientos, solo el noroeste del país.
La gente de Siria pasó en pocos días de estar ahogada por la dictadura de Bashar Al Assad a sentirse liberada. Las celebraciones fueron una explosión de alegría, no importó quiénes eran estos “salvadores”.
Tameer, sastre del viejo mercado damasquino, cuenta que vivía dentro del barrio cerrado de la familia Assad. Por ello sus amigos y vecinos pensaban que apoyaba al Baaz (el partido de Assad) pero “en el fondo estaba en contra, si dejaba notar mi descontento con ellos ponía, no solo en riesgo mi vida, sino la de toda mi familia.”
Miles fueron retornando tras la caída de Assad en cuestión de horas con la esperanza de recuperar sus vidas tras más de una década de guerra que destrozó millones de familias. Pero no solo la guerra, la liberación de los presos de la cárcel de Sednaya reveló los crímenes contra la humanidad que se cometían en las salas (de tortura) del edificio, quebrando más de una generación. Cuenta Yasmin, de las afueras de la capital, que prácticamente toda su familia estuvo en la prisión
Esto sumado a las condiciones económicas vinculadas a las sanciones estadounidenses, los 14 años de guerra civil y el abandono de Rusia e Irán concentrados en sus propios problemas, fueron los factores directos que permiten entender porqué Assad escapó hacia Moscú.
Pero entre tanta celebración y alegría una calma tensa recorre las calles. Se siente en el aire. Hacía pocos días había regresado al país del exilio el influencer Mazen al Hamada, famoso por ser opositor a Al Assad. Era un símbolo político para muchos sirios por expresar lo que otros no pudieron. A un día de haber vuelto fue asesinado en la calle por un baazista. A su funeral asistieron cientos de personas para despedirlo como un mártir de la “thawra” (revolución).
Hasta el jueves hubo un toque de queda de 5 dias, muchos salieron a disfrutar la vida cotidiana con vistas en reconfigurarla. Por eso el viernes, el día santo para la comunidad musulmana, hubo dos grandes concentraciones para festejar: en la Mezquita Umayyad y en la Plaza Umayyad. El recibimiento como héroes a los combatientes del HTS es llamativo. Entre fotos de los jóvenes con ellos y sus armas se esconde una profunda incertidumbre de un gran parte de la población. Dice Sameer que “sabemos quienes son, sabemos que son o fueron parte de Al Nusra o Al Qaeda, que son salafistas” es decir que traen un ideología del islamismo político radical. En otras palabras, “sabemos que van a querer intentar imponer una forma de sociedad que nosotros no estamos dispuestos a aceptar.”
Yasmin al respecto dice que “los derechos de las mujeres están en riesgo, pero estamos acostumbradas a organizarnos en secreto durante la época de Assad, seguiremos haciendólo con quien gobierne.”
También las minorías étnicas están expectantes. Los combates se continuaron en las regiones controladas por los kurdos en el noeste, y hubo razzias contra los cristianos. Además de que existen en Siria diversos grupos como los drusos, los alawitas, entre otros. Todos esperan lo que viene. Cada uno de los grandes conglomerados armados están compuestos decenas de grupos con objetivos distintos, unidos sólo para derrocar a Assad. Las grandes preguntas son: ¿Habrá un arreglo político entre los partidos y las facciones o veremos nuevos enfrentamientos armados?
Mientras tanto Israel avanza desde los Altos del Golán hacia el norte bordeando la frontera con Líbano para bloquear las cadenas de suministro de Irán a Hezbollah y ataca distintos puntos del país con el argumento de la “defensa propia”. En la medianoche del 14 de diciembre (hora local) aviones israelíes dejaron caer una bomba que sacudió Damasco. Si bien el objetivo era una ex base de Assad a 3 km del centro, el ataque representa una clara violación a la soberanía siria.
En los próximos días debería definirse el futuro a corto plazo del país. Pero aún le queda un largo camino a Siria para construir el territorio que se merece.
Santiago Montag
Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.