Martes 22 de septiembre de 2015
Dania tiene 7 meses de embarazo. Ya sabe que su bebe será un varón, pero en lugar de estar preparando su baby shower o practicando ejercicios de respiración, pasó los últimos meses cruzando Europa junto a otros miles de refugiados que escapan de sus países huyendo de la violencia. Ella era la única mujer embarazada en el grupo de 14 personas con las que viajaba, otras 2 mujeres de su grupo viajaron durante todo el camino a Alemania con sus bebes en brazos.
La semana pasada, un bebe refugiado nació en Munich. Su mama entro en trabajo de parto ni bien llego al campo de refugiados, comento Gerhard, un portavoz del servicio de ayuda alemán. Ese mismo fin de semana un recién nacido llego a Munich, días después de nacer en una estación de tren en Hungría.
En Alemania no hay ciudadanía automática para los bebés nacidos en suelo alemán. Solo tienen derecho a la nacionalidad si uno de sus padres ha vivido en el país durante al menos ocho años y se le ha concedido la residencia permanente. Y tal como paso con Aylan, y muchos otros niños que se ahogaron en el mediterráneo, el viaje puede costarles la vida, ¿Por qué entonces, mujeres embarazadas y madres con niños pequeños arriesgan sus vidas en peligrosas rutas desde Siria, Irak y Afganistán? Es su única oportunidad de sobrevivir.
Para Dania, la repuesta es obvia, “es mejor caminar 15 días seguidos que morir por una bomba”. Viajo con su marido, su hija de 1 año y medio Limar, y otros 12 refugiados sirios. A lo largo del viaje se mantuvieron unidos para protegerse entre ellos y a sus hijos. Caminaron a través de bosques oscuros en la noche, durmieron en el suelo, tomaron micros, y trenes siempre que podían. Recibieron la solidaridad de la gente, y los gases y la represión de la policía en la frontera Húngara, incluso una vez llegados a Austria, Dania debió ser rescatada y enviada al hospital, producto del agotamiento y la deshidratación, sin embargo para ellos no existe otra opción.
“Quiero que ella tenga una buena vida. En Siria no hay vida, solo muerte”, decía Esra, compañera de viaje de Dania, mientras acunaba a Nadia, su beba de 3 meses.
De acuerdo con datos de las Naciones Unidas, más de 4 millones de sirios han debido abandonar su país, tras 5 años de guerra civil. Y casi 8 millones se consideran desplazados internos. De acuerdo con el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, más de 310.000 personas han muerto desde 2011.
Dentro de esa marea humana desesperada también se encuentran miles de niños no acompañados, que cruzan el mediterráneo buscando en Europa una vida mejor. “En lo que va del año, Berlín ha recibido a más de 1.000 menores refugiados no acompañados”, declara Robin Schulz-Algie, de la ONG Save The Children, quien admite que su organización no tiene un programa para atender a estos jóvenes. En Suecia, los centros de refugiados calculan que cada semana llegan 700 niños no acompañados, en condiciones siempre desesperadas. Todos coinciden en que las mujeres, y los niños constituyen el grupo más vulnerable entre los refugiados, víctimas de abusos y de las redes de traficantes de personas.
Diferentes ONG, y organismos como HRW y la ONU han hecho declaraciones exigiendo que se garantice el refugio y acceso a la educación de las familias, y niños no acompañados, y condenando el trato que los refugiados están sufriendo en suelo Europeo.
Es que lejos de la falsas muestras de dolor que intentaban mostrar gobiernos como el de Francia o Alemania tras la muerte de Aylan, hace unos días se endurecieron aun más las leyes contra los inmigrantes que pueden ser condenados hasta con 10 años de cárcel por intentar ingresar de forma ilegal, y que incluye además el juzgamiento de niños como adultos. Nuevas vallas y alambrados fueron construidos en Europa intentando detener el interminable flujo de estas personas desesperadas, con la única ayuda de la solidaridad de la gente.
Fuentes: america.aljazeera.com/elpais.es/ hrw.org/es/clarín.com