El 23 de enero de 1950, nacía Luis Alberto Spinetta. Setenta años después sale a la venta un disco inédito: "Ya no mires atrás". A continuación, su espíritu ingobernable resalta en tres episodios que lo muestran además como un artista integral, original y comprometido, que siempre miró hacia adelante.
Sábado 23 de enero de 2021 00:00
Luis Alberto Spinetta en el CC Recoleta, 1997. Fotos | Ricardo Palmadessa
Ya nadie va a escuchar tu remera
Suenan los últimos compases de No te alejes tanto de mí. La esbelta figura de Spinetta en el centro del escenario se estira aún más para pegar un salto y aterrizar en el clásico final rockero junto al último acorde de su stratocaster roja. Se descuelga la guitarra, agradece y saluda al público que luego de cinco horas y veinte sigue pidiendo otra, se quita el saco y el chaleco, mientras trota hacia un costado del escenario a buscar la remera negra con la inscripción en grandes letras blancas “Todos fuimos, todos somos, todos podemos ser”. La exhibe y la despliega sobre su pecho como probando el talle, y vuelve al micrófono para explicar su enojo, quizás uno de los últimos en público.
Aunque ahora mismo no está enojado. Está exultante luego de un show maratónico e impecable: un compilado con algunas de las más hermosas canciones en castellano que se hayan compuesto jamás. Pero no puede dejar de explicar una situación que hizo peligrar la realización del concierto en Vélez del 4 de diciembre de 2009.
Días antes, el ideólogo del show bautizado como Spinetta y Las Bandas Eternas recibió un llamado del artista, explicándole que no iba a tocar indignado por la tapa de la Rolling Stone.
-Si no querés tocar, no toques Luis- intentó tranquilizar Pablo Mangone.
La sesión de fotos había sido realizada la semana anterior por Dylan Martí, el ojo amigo detrás de cámara de Spinetta durante décadas. La toma original elegida muestra a Charly junto a Spinetta, ambos de negro, sonrientes y cómplices, Luis con la remera de Conduciendo a conciencia, la ONG que agrupa a los padres y amigos de los estudiantes que murieron en un accidente en una ruta de Santa Fe en 2006 mientras volvían de un viaje solidario. En la tapa de la revista sin embargo, el recorte de la foto, la superposición de textos y hasta un oscurecimiento de las letras, ocultaban el mensaje que Spinetta evidentemente se empeñaba en transmitir.
Mientras en el escenario se calza la remera sobre la camisa, explica que “con el consentimiento de mi compañero de foto, el señor Charly García, que estaba muy de acuerdo, porque me dijo ’es una causa noble’ la causa de Conduciendo a conciencia, la de los padres de Santa Fe” eligió vestirla para salir en la tapa de la revista del rock. No contó conque editarían de esa manera la foto que él mismo se había encargado de producir, controlar y entregar lista para publicar.
-No sé por qué...no creo que haya sido por maldad, quizás por ignorancia...Por lo tanto...un {fuck up}...a ver...levanten el dedito- mientras hace lo propio invitando al público a imitarlo y dedicar a la revista el tradicional saludo con el dedo mayor en alto. Enseguida llama al escenario a los músicos que lo acompañaron en el concierto que acaba de terminar, vistiendo todos la misma remera.
-A ver si nos pueden recortar las remeras a todos.
Les puso la tapa
Luis Alberto Spinetta nació el 23 de enero de 1950 en el barrio de Belgrano, Buenos Aires, más precisamente en el Bajo Belgrano, que en realidad es Núñez, a pocas cuadras del estadio Monumental. En esa casa de la calle Arribeños sonarían durante largas horas de ensayo diario las primeras canciones de Almendra, la banda pionera del rock cantado en castellano.
En 1969, mientras Neil Armstrong daba sus primeros pasos sobre suelo lunar, la banda grababa en los estudios RCA del barrio de Saavedra los temas que formarían parte de su primer long play. A fines de ese año el disco estaba listo para salir a la venta. Faltaba la tapa. Había que mandar a imprimirla y la discográfica había perdido el original. Ese dibujo hippie tan alejado de lo que dictaban las reglas del márketing se había traspapelado y la compañía se disponía a diseñar una nueva tapa.
La idea original era que el vinilo estuviera recubierto por un sobre ilustrado por el propio Spinetta: la figura de un desgarbado personaje, psicodélico y melancólico, triste tal vez por no haber quedado en el casting de Yellow submarine, o derramando una lágrima por un desengaño amoroso. Una síntesis de la amalgama beatle-tanguera que parece habitar en las melodías que albergan esos surcos delicadamente arreglados y grabados.
Por si a esta altura quedara alguna duda, Spinetta era un artista, y el disco era una obra de arte integral. Quien haya tenido entre sus manos el vinilo de Revolver, Sargent´s Pepper o Dark side of the moon, entenderá lo que significa experimentar la integración de lo visual y lo táctil de la tapa y el sobre interno, con el audio de las maravillosas músicas contenidas dentro. No es casual que a esta rama de la producción discográfica se la llame arte de tapa. Ante la amenaza inminente de ver su primer disco envuelto en un sobre convencional con sus caras en la portada, Spinetta rehizo la ilustración en una noche. No les dejó excusas y logró poder ver impresa la tapa que querían.
-Yo tenía el dibujo bien claro en la cabeza, me fui a casa y lo hice de nuevo. No queríamos dejar las cosas en manos de tipos mediocres...que hacen tapas de discos como chorizos.
La transformación permanente
Un escrito titulado Rock: música dura, la suicidada por la sociedad, aludiendo al libro de Antonin Artaud sobre Van Gogh, era repartido a modo de programa durante el concierto de presentación del último álbum de Pescado Rabioso.
“El Rock...es el impulso natural de dilucidar a través de una liberación total los conocimientos profundos a los cuales, dada la represión, el hombre cualquiera no tiene acceso.
El Rock muere solo para aquellos que intentaron siempre reemplazar ese instinto por expresiones de lo superficial, por lo tanto lo que proviene de ellos sigue manteniendo represiones, con lo cual sólo estimulan el “cambio” exterior y contrarrevolucionario. Y no hay cambio posible entre opciones que taponan la opción de la liberación interior...”
Habían pasado tres años desde la disolución de Almendra, cuando el impulso de cambio había llevado a Spinetta a orientar su música hacia sonidos más crudos, más rockeros y también más experimentales. Esa combinación de psicodelia distorsionada con poesía surrealista había desafiado las reglas de un mercado discográfico que esperaba más muchachas con ojos de papel. Pescado Rabioso se desarmó en 1973 antes de grabar el que sería su último disco Artaud, que aunque conservaba el nombre de la banda por motivos contractuales, era en realidad un álbum solista con músicos invitados. El golpe de timón que Spinetta necesitaba dar a su expresión musical y poética no encajaba con una alineación instrumental orientada hacia el blues y el rock eléctrico vigente en esos años.
El texto, manifiesto y toma de posición ante el mercado, ante sus colegas y también ante el dilema de la creación artística, finalizaba con una enumeración de denunciados:
“...Denuncio a los representantes y productores en general, y los merodeadores de éstos sin excepción, por indefinición ideológica y especulación comercial. Ya que éstos no se diferencian de los patrones de empresa que resultan explotadores de sus obreros...Denuncio a otros grupos musicales por repetitivos y parasitarios, por atentar contra la música amplia y desprejuiciada estableciendo mitos con imágenes calcadas de otras músicas que son tan importantes como las que ellos no se atreven a crear ni sentir...Denuncio a los partícipes de toda forma de represión por represores y a la represión en sí por atañir a la destrucción de la especie...El Rock, música dura, cambia y se modifica, es un instinto de transformación”
Artaud, tal vez su mejor disco hasta ese momento y seguramente uno de los puntos más altos de su carrera, era a la vez la prueba sonora de esa necesidad de cambio permanente, y también un punto de inflexión. Uno más en un camino construido a fuerza de volantazos musicales que no respondían a las curvas de una ruta preestablecida, sino a eludir obstáculos, esquivar los clichés o sonidos de moda, guiándose por ese instinto de transformación.
Spinetta, a los veintitrés años, ya había formado y disuelto dos grandes bandas, tenía en su haber seis discos, una prestigiosa carrera y un nombre propio en el rock argentino. Y cada uno de los proyectos que encaró a partir de allí volvió a implicar un quiebre con lo anterior: Invisible, la Banda Spinetta, Spinetta Jade y sus proyectos posteriores lo llevaron por caminos que entrecruzaron de manera única y personal el rock progresivo, el jazz-rock, el rock electrónico con samplers y máquinas de ritmo, ilustrados con su personal poesía, transitando desde el surrealismo a las imágenes filosófico-esotéricas influidas por sus lecturas, aunque con momentos de regreso al barrio, a postales más urbanas y personajes más cotidianos.
Con cada nueva transformación Spinetta se reinventó sin dejar de habitar su propio planeta. Y esos cambios de piel se superponen en capas formando un palimpsesto donde se pueden encontrar vestigios de lo viejo allí debajo de lo nuevo. Tuvo el instinto para sostener la libertad artística más absoluta y el talento para ser el más original, un creador sin referentes. Muchas de sus primeras canciones denotan una clara influencia beatle, pero a partir de Pescado Rabioso y sobre todo de Invisible, su creación evolucionó sin parecerse a nadie y su apellido se fue convirtiendo en adjetivo: lo spinettiano.
Pescado indomable
En ese último gran concierto del que se cumplieron hace poco diez años, se desplegaron todas sus múltiples facetas musicales como una baraja, con naipes para jugar todos los juegos posibles. Cada canción de cada una de las bandas fue sonando en una anti cronología: los temas nuevos al comienzo, Almendra casi al final, recorriendo hacia atrás las razones de esa transformación permanente.
Y ese dedo mayor apuntando hacia arriba fue su manera de volver a poner la tapa. Spinetta, que nunca había llenado estadios, expresó ante una multitud su rechazo a la domesticación, y a la vez su relación contradictoria con el mercado de la música con en el que a pesar suyo debió lidiar. Spinetta fue un pez con hidrofobia nadando a contracorriente en el mar del rock argentino.
-Ahora les voy a presentar a todos los músicos- dice mientras el público sigue aplaudiendo en el final interminable de un concierto que parece no tener un final.
-Esto no es una canción, es una verdad- aclara. Y mientras los nombra uno a uno, se van alineando abrazados a lo ancho del escenario iluminado a pleno, los integrantes de una selección nacional de los mejores músicos de rock de todas las épocas.
-Quizás me olvide de alguno...Ahora...borren las remeras si les resulta posible...Muchas gracias.
Fuentes: Spinetta, Crónica e iluminaciones de Eduardo Berti.
Spinetta y las bandas eternas: DVD oficial y registros de fans.