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DOSSIER STONEWALL INN. Stonewall: la noche en que las maricas se sublevaron

Un salto histórico, así se podría definir la revuelta de Stonewall con travestis, lesbianas y gays tomando las calles 48 años atrás en plena Nueva York, exigiendo libertad contra la penalización del Estado.

Pablo Herón

Pablo Herón @PhabloHeron

Martes 27 de junio de 2017

El 28 de junio de 1969 la Policía se hizo presente en Stonewall Inn, Nueva York, una vez más para hacer lo suyo: una razzia. Los agentes estaban acostumbrados a cachear a los clientes, a las travestis las revisaban en los baños “para comprobar su sexo” y eran directamente detenidas, ¿por qué? Llevar más de dos prendas del sexo opuesto era considerado ilegal. También lo eran para ese entonces, las prácticas sexuales entre hombres, lo que se denominaba sodomía, estaban prohibidas y eran castigadas en la gran mayoría de los estados de la principal potencia.

La historia de persecución y penalización a los sodomitas no tenía nada de novedoso. Cien años atrás, un 29 de Agosto de 1867 en Munich, un muchacho algo afeminado se paraba ante quinientos asambleístas de la Asociación de Juristas Alemanes, algunos parlamentarios y hasta un príncipe bavariano, para debatir sobre los cambios a realizar en el código penal de la recién conformada Confederación Alemana del Norte. Los abucheos y gritos de indignación lo llevaron a bajarse del escenario, el escándalo ya estaba hecho. Es que el protagonista, Karl Heinrich Urlichs, había sido echado de la Corte del Reino de Hannover por ser homosexual unos años antes, y no conforme con eso había comenzado a publicar su serie de escritos “Investigaciones sobre la clave del amor entre hombres”. Su protesta radicaba en el rechazo a la penalización a la sodomía que se aplicaba en Prusia y que se pretendía extender a la reciente formada Confederación Alemana. Sería uno de los primeros homosexuales que públicamente exigió que se dejara de perseguirlos.

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Tacos y barricadas

Mucha agua pasó bajo el puente desde el atrevimiento de Urlichs hasta las barricadas de Stonewall. En Alemania, Magnus Hirschfield encabezó desde 1897 el Comité Científico Humanitario que pugnó por "ganarse a los cuerpos legislativos para que apoyaran la petición de abolir el párrafo 175 del Código Penal alemán (NdR: que penalizaba la sodomía); exponer a la opinión pública la verdad sobre la homosexualidad; interesar a los propios homosexuales en la lucha a favor de sus derechos". Este médico sexólogo tuvo relación con la Unión Soviética, que fue el primer país del siglo XIX, que a partir de la revolución rusa conquistó la despenalización de la homosexualidad. Sin embargo, este ejemplo con su impacto y magnitud, que retrocedió con el avance del estalinismo en la URSS, no logró replicarse en otros grandes hechos políticos hasta la década del 60’.

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En las décadas previas a de Stonewall con el senador McCarthy a la cabeza, a los homosexuales se los llegó a tildar de “subversivos”, con la consecuente persecución a LGBTIs y las organizaciones que peleaban por sus derechos como la Mattachine Society que surgió en 1950. Por la misma época de la mano de la psiquiatría se llegaron a poner en pie y sostener clínicas donde se practicaban terapias de electroshock, esterilizaciones, castraciones y hasta lobotomías para “corregirnos”.

Con la policía ante sus ojos y décadas de opresión encima el grito clamoroso de una lesbiana caló hondo: “¿Alguien va a hacer algo?”. La suerte estaba echada y la revuelta había comenzado, esa noche se prolongó otras dos más, con las travas en primera línea como Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, y enfrentamientos contra las fuerzas represivas en las calles de Greenwich VIllage, surgía el movimiento de liberación sexual. “Todos teníamos un sentimiento colectivo de que habíamos soportado lo suficiente de esta mierda. No era nada tangible que alguien le hubiera dicho a otro, era algo así como que todo lo que había ocurrido a través de los años se había acumulado en esa noche específica y en ese lugar específico, y no fue una manifestación organizada... Todos en la muchedumbre sentimos que nunca íbamos a volver. Era como el colmo. Era hora de reclamar algo que siempre se nos había arrebatado”, así relataba el hecho Michel Fader, uno de los presentes.

A partir de este hecho, este movimiento hermanado con aquellos que peleaban contra la guerra en Vietnam, en defensa de los derechos de la comunidad negra, y con el nuevo movimiento de mujeres, conquistó visibilidad y avanzó en sus derechos en una época atravesada por una generación que eligió como horizonte la revolución socialista contra el miseria capitalista. Así entre 1970 y 1985 se logró la despenalización de la homosexualidad en 26 de los estados de EEUU. En otros países de relevancia se avanzó en el mismo sentido, como en Alemania Occidental y Canadá en 1969, Austria, Costa Rica y Finlandia en 1971, Noruega en 1972, Croacia, Eslovenia y Montenegro en 1977, Cuba y España en 1979, Portugal en 1983, entre otros. Al mismo tiempo, en el terreno de las instituciones médica se daba otro gran avance, la modificación de la clasificación de la homosexualidad en 1973 por parte de la APA (American Psychological Association: Asociación Americana de Psicología) que la consideraba hasta ese momento como una “desviación sexual” en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, categoría que finalmente eliminó en 1986.

A tomar las calles

La toma de las calles por travestis, lesbianas y gays, así como de otros movimientos en solidaridad como las mujeres, el hipismo y los panteras negras, en plena puja por su libertad sexual contra leyes que buscaban fortalecer el poder de las fuerzas represivas, marcó a la generación de los 60’ y 70’. Una generación que mostró el peso decisivo de la organización en las calles con sus consecuentes conquistas e impacto a nivel internacional, que dio estas peleas apuntando sus flechas contra la miseria sostenida por un capitalismo voraz que nos impone a la gran mayoría la esclavitud asalariada y que con el paso de las décadas avanzó en mercantilizar hasta el último recoveco de la sexualidad. Más que nunca se vuelve necesario retomar estas banderas, para que no quede rincón al que no haya llegado nuestro grito: ¡Nuestras vidas valen más que sus ganancias!

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Pablo Herón

Columnista de la sección Género y Sexualidades de La Izquierda Diario.

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