La camarada Sylvia Pankhurst representa los intereses de cientos de miles de personas oprimidas por los capitalistas británicos y de otros países. Por eso se le ha privado de la libertad... (Vladimir I. Lenin).
En el 60° aniversario de su muerte, publicamos el capítulo dedicado a Sylvia Pankhurst del libro Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron historia, editado por Andrea D’ Atri, Celeste Murillo y Ana Sanchez (Bs. As., Ediciones IPS, 2018).
SYLVIA PANKHURST
En 1930, el primer ministro conservador Stanley Baldwin descubrió una estatua en honor a Emmeline Pankhurst. En 1958, fue agregada una placa que recordaba a su hija Christabel. De esta forma, el Estado las reconocía como heroínas de la lucha por el sufragio femenino en Inglaterra. Sylvia, hija de Emmeline y hermana de Christabel, no tiene estatuas ni placas. Recién en los últimos años surgieron varias iniciativas de algunos sindicatos y organizaciones para rendirle homenaje. Su nombre es poco conocido en la historia de la lucha por la conquista del derecho de las mujeres a votar, que fue el puntapié de lo que se conoció como la primera ola feminista. Su legado, lejos de la idea de que el sufragismo era una cuestión de damas de la alta sociedad, incluye la organización de las trabajadoras, el enfrentamiento a la guerra imperialista, la pasión por la Revolución rusa, la lucha por la más profunda igualdad y por una sociedad libre de cualquier opresión.
Del té con Louise Michel a la WSPU
Sylvia nació en 1882 en Manchester (Reino Unido) en el seno de una familia acomodada pero de tradición socialista. Creció entre mítines y reuniones literarias donde se leía a Percy Shelley y a Piotr Kropotkin; la casa familiar era frecuentada por socialistas utópicos, escritores, periodistas y sindicalistas, como Louise Michel [1] o Thomas Mann. Marcada por las ideas de su padre, apodado el “Doctor rojo” por su profesión de abogado e ideas radicales, Sylvia comenzó su militancia muy joven, al igual que sus hermanas. Sus padres Emmeline y Richard lucharon desde los inicios de su relación por la igualdad de las mujeres (ambos fueron miembros, a mediados de los años 1800, del comité por el derecho a la propiedad de las mujeres casadas de Manchester, una organización que denunciaba la pérdida de identidad y de derechos de las mujeres al contraer matrimonio), y estuvieron entre los miembros más tempranos del Independent Labour Party (ILP), de orientación socialista.
El sufragio femenino marcaba la política de la época. La discriminación hacia las mujeres, especialmente las trabajadoras y las pobres, asomaba en cada aspecto de la política. El ILP era uno de los pocos partidos que hablaba de los derechos de las mujeres, y eso decidió a Emmeline y sus hijas a militar la campaña electoral en la que su marido y padre se presentaba como candidato en Manchester contra liberales y conservadores. Cuando Sylvia llegó a la adolescencia, su madre era la única mujer integrante del Comité Nacional del ILP y su padre era un reconocido abogado defensor de activistas y socialistas. Aunque crecían los problemas económicos, los Pankhurst planeaban un futuro profesional para sus hijas mayores. La temprana muerte de su marido enfrentó a Emmeline al problema de que la modesta herencia no quedara en manos de su hijo Harry desfavoreciendo a Christabel, Sylvia y Adela.
Sylvia ingresó becada a la Escuela Municipal de Arte de Manchester, donde ganó la beca Lady Whitmorth por ser la mejor estudiante mujer. Adela soñaba con ser profesora pero debió cambiarse de instituto por los costos y Christabel ingresó en el Owens College, donde conoció a activistas por el sufragio femenino. Emmeline se vio obligada a renunciar a su cargo ad honorem para trabajar en el Registro de Nacimientos; fue ese trabajo el que la puso frente a la dura realidad de las mujeres: niñas y adolescentes embarazadas por abusos, muertes por desnutrición, abortos clandestinos, prostitución y precariedad laboral. En esos años, la guerra de los bóers en Sudáfrica provocó una honda grieta en la sociedad inglesa: oponerse al ataque imperialista podía significar golpizas, amenazas y expulsiones, y las Pankhurst lo sabían muy bien. Emmeline se convencía cada vez más de que las mujeres eran tratadas “como una especie de sirvientas dentro de la comunidad, y así iban a permanecer hasta que ellas mismas se levantaran para salir de esta situación” [2]. Sylvia continuaba sus estudios de arte, mantenía su participación en mítines del ILP y soñaba con salones hermosos donde el movimiento obrero se reuniría para escapar de la fealdad de las fábricas y soñar otro mundo, donde “la vida fuese una gran aventura en la que cada brizna de energía se volcase en tareas elegidas por uno y llenas de valor y belleza” [3]. A principios del siglo XX su situación era otra: por un lado, debió ayudar a su madre y hermanos en el negocio familiar, por el otro, decidió dedicarse de lleno a la militancia política.
Además, mantenía el sueño de vivir de la pintura y ser escritora independiente, pero la militancia lo dificultaba; el sufragismo no era una “causa amable” y le cerraba demasiadas puertas. Ya adulta escribiría:
Había, además, una lucha en mi interior. Por una parte, la necesidad de sobrevivir, y si merecía la pena esa lucha individual para llegar a ser una artista, haciendo que en la realidad se reconociesen mis creaciones… Por otra, estaba la exigencia que planteaban las grandes luchas sociales para mejorar el mundo [4].
De la presión legislativa a la impaciencia incendiaria
Aunque actualmente el derecho a votar se encuentre naturalizado como ilusión “igualadora” que transforma a todos en ciudadanos sin importar el género o la clase social, su conquista no fue pacífica. La resistencia violenta de la clase dominante, que encontró en el sometimiento legal, económico y político de las mujeres una herramienta indispensable para su dominio, endureció las tácticas de las sufragistas. Este endurecimiento, más en los métodos de protesta que en la política, generó debates dentro del movimiento y las principales organizaciones. El alejamiento de Emmeline y Christabel del ILP y las ideas socialistas ponía a Sylvia en una posición difícil. Coincidía con ellas en la importancia que debía adquirir para el socialismo y los sindicatos el derecho de las mujeres a votar y participar en la política con plenos derechos, pero no compartía la impaciencia ni la reacción de Emmeline y Christabel a la falta de respuesta del ILP.
Uno de los debates centrales de esos años fue el del “sufragio adulto” vs. “sufragio femenino”. La mayoría de las organizaciones sufragistas exigían para las mujeres el acceso al voto en las mismas condiciones que los varones [5]. Los socialistas y militantes de organizaciones obreras cuestionaban, con razón, la idea de ampliar el derecho “en las mismas condiciones” [6]. Esto no era ajeno a las mujeres, la mayoría de ellas eran trabajadoras. Sin embargo, esta dicotomía generó una grieta, que más tarde sería ruptura, entre organizaciones socialistas y obreras y sectores del movimiento sufragista. Las primeras criticaban correctamente la posición de incluir a las mujeres en una ley restrictiva, que aceptaba de hecho las restricciones de clase y propiedad. Las segundas sospechaban, con comprensible preocupación, que esta negativa era excusa para no defender una causa que molestaba a los partidos conservador y liberal pero también generaba incomodidad en los sindicatos y organizaciones socialistas, porque exigía ir en contra de prejuicios que se encontraban arraigados con fuerza en la clase obrera. Las mujeres seguían siendo “criaturas del hogar”, ciudadanas de segunda, aun siendo explotadas en las fábricas bajo el mismo látigo que los varones. Las divisiones y el sometimiento femenino no eran inocuos para las organizaciones obreras, pesaban y generaban divisiones en sus filas.
Sylvia apoyaba el sufragio adulto pero creía que los argumentos utilizados por socialistas y sindicalistas no ayudaban a sumar a las mujeres a la lucha. A la vez, sería crítica de los planteos limitados de quienes defendían el sufragio femenino, aceptando las restricciones existentes,
… nadie se atrevía a exigir el voto para todas las mujeres. Las sociedades sufragistas, con la excepción de mi propia East London Federation… trabajaban por pequeñas leyes que garantizaban el derecho a menos del 10 % de nosotras, y en muchas ocasiones proponían excluir a las mujeres casadas [7].
En este contexto, luego de debates en la prensa de los partidos de izquierda, en octubre de 1903, Emmeline y Christabel aceleraron la fundación de la Unión Política y Social de Mujeres (Women’s Social and Political Union, WSPU, por sus siglas en inglés) con un grupo de sufragistas militantes del ILP. La premura era, en parte, una forma de presionar al partido para fortalecer su compromiso con el sufragio femenino (en el ILP la causa solo era apoyada por una minoría de dirigentes). La WSPU actuaba en común con el ILP, compartía varias de sus luchas, pero su eje era el sufragio femenino. Decidieron defender el derecho al voto de las mujeres en las mismas condiciones que los hombres y usar como eslogan “Hechos, no palabras”, para marcar su diferencia con otras organizaciones sufragistas y enviar al mismo tiempo un mensaje al ILP, al que veían reticente a sumarse a la pelea. Un rasgo distintivo de la WSPU serán los métodos de protesta; no solo participaban de debates en el Parlamento o pedían reuniones con diputados, también organizaban protestas (varias incluían roturas de vidrieras para llamar la atención), manifestaciones y mítines en los barrios, y repartían su periódico a viva voz en las calles. Muchas de las acciones se realizaban con el apoyo del ILP, que prestaba el servicio de orden, indispensable ya que las sufragistas solían ser blanco de agresiones muy frecuentemente.
A comienzos de 1906, con el Partido Liberal en el poder, las sufragistas decidieron aprovechar el cambio de gobierno para aumentar la presión. Uno de los primeros actos de la WSPU en Londres fue organizado por Sylvia, Dora Montefiore y Annie Kenney (dos sufragistas socialistas), con 300 mujeres de la zona obrera de East End. La distancia con el ILP se agrandaba, la impaciencia de la WSPU crecía mientras dentro del partido casi ningún dirigente apoyaba la causa de las mujeres, con excepción de Keir Hardie (amigo y colaborador de Sylvia en muchos debates y peleas). Esta ruptura en ciernes alejaba a Sylvia de su madre y su hermana, al punto que decidió renunciar al cargo honorario (nunca aceptó uno rentado) que ocupaba en la dirección de WSPU por sus diferencias. Pero esto no interrumpió su militancia; incluso después de una de las protestas de fines de ese año, pasó su primera estancia en la cárcel. La represión y el encarcelamiento de las sufragistas tuvo un efecto no deseado por las autoridades. Su presencia en las cárceles permitiría que muchas mujeres de los sectores populares se acerquen a su causa. La visibilidad y la constancia de las sufragistas consiguieron mejorar relativamente las condiciones de las presas comunes.
Camino a East End
Al tiempo que crecían las diferencias con la WSPU, Sylvia realizó dos viajes que marcarían sus convicciones. Mientras visitaba Alemania se enteró de la muerte del rey Eduardo VII y de que su hermana Christabel había suspendido las actividades de la WSPU por respeto, y declaró:
Christabel, hija del republicano Dr. Pankhurst, se alineó con los conservadores en sus expresiones de devoción hacia el Trono. Parecía desconocer las luchas de los pensadores políticos con los que crecimos; no sabía nada de las protestas en contra del apoyo británico al régimen zarista que había masacrado al pueblo ruso tras los levantamientos de 1905… Ignoraba estas luchas por tratarse de un movimiento de hombres [8].
En 1911, en Estados Unidos, participó de las huelgas de lavanderas donde pudo ver de cerca la organización y militancia de las socialistas y compartió palco con Elizabeth Gurley Flynn de la IWW (Industrial Workers of the World). Conoció de cerca las luchas antirracistas y reforzó su convicción de que la restricción de los derechos democráticos, como el voto, estaban relacionados con la clase social: la mayoría excluida siempre era trabajadora. A su vez, reafirmaba su convicción por el socialismo y la lucha junto a la clase trabajadora; para ella,
… el socialismo no era el de los fabianos y progresistas… sino el que se construye de abajo a arriba y en el que los trabajadores controlarían la industria y los gobiernos. De igual modo, su visión de la emancipación de las mujeres se basaba en el poder y las capacidades de las mujeres explotadas y organizadas para transformar sus lugares de trabajo, hogares y comunidades [9].
En conversación con el alcalde socialista de Milwaukee (EE. UU.), le transmitió su preocupación por la falta de eco que encontraba la lucha de las mujeres entre sus compañeros:
Quería transmitirle que incluso en el socialismo no sería satisfactorio para las mujeres dejar todos los asuntos en manos de los hombres… Es extraño que tan pocos hombres, incluso entre los mejores, no sean capaces de ver que necesitamos el poder para trabajar por nuestros intereses tanto como ellos [10].
La gran huelga minera de 1912 en Inglaterra encontró a Sylvia entre sus más fervientes partidarios. Al mismo tiempo, con su madre en la cárcel, Christabel Pankhurst asumía la dirección de la WSPU desde su exilio en París. En respuesta a la dureza de la policía, las sufragistas definieron actuar en grupos pequeños de acción directa para evitar las palizas. En este contexto lanzaron una campaña incendiaria en la que quemaron mansiones, obras de arte, oficinas, y enviaron amenazas por correo. Sylvia no compartía este método, no por pacifismo sino porque creía que no servía para ganar apoyo popular y extender el movimiento. Aunque no participaba ni apoyaba las acciones, nunca las condenó públicamente. En su cabeza se afianzaba la idea de extender el movimiento sufragista a los barrios obreros.
East End era un gran dormitorio de la clase obrera, desde donde era posible llegar hasta la Cámara de los Comunes (Parlamento) con una manifestación. Agrupaba a varios barrios, con altas tasas de pobreza y graves problemas de hacinamiento en las viviendas. Una parte importante de las mujeres trabajaban fuera del hogar, la mayoría en trabajos no calificados. Quizás por la dura realidad que se vivía en los barrios de East End, la zona tenía una gran tradición sindicalista y socialista. Contra el prejuicio extendido de que existe una muralla entre los conflictos obreros y las causas democráticas, las mujeres de East End eran receptivas a las campañas sufragistas y feministas.
En 1912, junto a la sufragista estadounidense Zelie Emerson, Sylvia alquiló un local en East End que decoraron con un cartel pintado por ella misma que decía “Votes for Women” [El voto para las mujeres]. El lugar se llenó rápidamente. Allí se daban clases para aprender a hablar en público y se discutían los problemas de vivienda y de organización en el trabajo. La Policía endureció la represión contra las sufragistas, prohibieron sus manifestaciones y arrestaron al comité de redacción de The Suffragette (periódico de la WSPU). Después de la muerte de Emily Wilding Davison, que intentó interponerse en el camino del caballo del Rey durante la tradicional carrera del Derby, se organizaron varias movilizaciones de las militantes de East End. A comienzos de 1913, más de mil mujeres de la zona marcharon hasta el Parlamento para exigir el derecho a votar, que terminó en una lluvia de piedras contra el edificio cuando las sufragistas escucharon el comunicado oficial desmintiendo las promesas hipócritas del ministro que las había recibido unas horas antes. Para junio de ese año se habían fundado varias delegaciones en East End que conformaban la Federación de Sufragistas del East End de la WSPU (ELFS, por sus siglas en inglés).
Lo que al comienzo parecía una diferencia en los métodos de cómo alcanzar el sufragio se extendía y profundizaba a otros aspectos: la posición frente al gobierno, frente al Rey, a la política y los lazos que debían tener las organizaciones de mujeres con la lucha por la independencia de Irlanda y con las organizaciones obreras. De fondo, lo que empezaba a estar en discusión era el objetivo de su lucha: ¿terminaba en el derecho al voto o eso era solo el comienzo de una batalla mucho más grande? Las palabras de Sylvia en The Suffragette Movement ilustran su visión:
Estaba ansiosa por fortalecer la posición de las trabajadoras para cuando se hubiese conseguido el voto… Miraba hacia el futuro. Deseaba levantar a las mujeres de esta clase sumergida para que se convirtiesen en luchadoras por su propia cuenta y no como mero argumento en los discursos de gente más afortunada… Que se rebelaran contra las espantosas condiciones en las que vivían, exigiendo para ellas y sus familias la parte que les correspondía de los beneficios que podían procurar la civilización y el progreso… No pretendía limitarme a crear nuevas secciones para la organización, sino a crear un movimiento de masas en todo el distrito… [11].
Ruptura, guerra y revolución
Cuando comenzaba 1914, las dirigentes de la WSPU le comunicaron que la ELFS sería expulsada. El carácter obrero de la federación incomodaba, así como su organización democrática. La WSPU consideraba que las militantes debían ser “elegidas” y creían que las trabajadoras eran débiles por las adversidades que debían enfrentar. Sobre esto escribió en el periódico de la ELFS bautizado El acorazado de las mujeres:
Algunas dicen que las mujeres trabajadoras tienen vidas demasiado duras y su educación es tan escasa que les impide tener una voz poderosa a la hora de ganar el voto. Las personas que piensan así se han olvidado de su historia [12].
La ruptura afectó a Sylvia pero el estallido de la Primera Guerra Mundial y las posiciones que adoptó la WSPU la convencieron de que era inevitable. Cuando la ELFS se transformó en organización independiente agregó el rojo al verde, blanco y violeta de la bandera sufragista, e invitó a los trabajadores a sumarse a la pelea. Uno de los rasgos distintivos de los mitines de la ELFS era la presencia de hombres y el apoyo y simpatía de sus militantes entre los trabajadores y vecinos de East End. Así describía uno de los mitines el periódico Christian Commonwealth:
Algo así como la mitad de la audiencia eran hombres, que apoyaban vocal y enfáticamente los objetivos de la reunión –todo tipo de hombres, pero sobre todo trabajadores, muchos de ellos militantes socialistas y sindicales, y la mayoría de ellos rebeldes con respecto a la política ortodoxa [13].
La pelea por el derecho al voto siguió en el centro de las actividades, pero su militancia también incluía la organización de las mujeres en lugares de trabajo y en la comunidad. Para esto la ELFS hacía grandes esfuerzos para recolectar fondos y montar guarderías infantiles para garantizar la participación de las mujeres en las reuniones políticas. A la vez, la invitación a los trabajadores era una forma de expresar la alianza que buscaban. Por este motivo también, la ELFS discutió no realizar más actos de acoso a los diputados laboristas (aunque defendieran el sufragio femenino como parte del sufragio adulto) y tuvo tácticas especiales hacia los sindicatos, aunque los dirigentes no apoyaran abiertamente el derecho de las mujeres a votar. Fue el caso de la alianza con los estibadores, con quienes muchas sufragistas de East End estaban casadas. Aunque varios de sus líderes no simpatizaban con la causa sufragista, supieron responder a la enorme solidaridad que organizaron las mujeres con la larga huelga de 1912 y marcharon, a instancias de la ELFS. Los trabajadores de correos y bomberos se sumaron a la marcha de mil mujeres hacia la cárcel Holloway en apoyo a las sufragistas presas. En cada una de las tácticas y políticas que impulsaba la federación se veía algo de la estrategia de Sylvia: la emancipación de las mujeres no podía estar separada de la emancipación de la clase trabajadora.
La guerra consolidó alianzas y profundizó divisiones políticas. Aunque durante los primeros meses de 1914 había habido algunos gestos que mostraban algún avance por la gran presión de las sufragistas, la guerra cambió todo y ahondó la grieta en el movimiento. Las organizaciones que advertían la desigualdad política de las mujeres como algo relacionado con la desigualdad de clase, veían que la guerra acrecentaba las miserias que sufrían las trabajadoras y el empeoramiento de las condiciones de trabajo y de vida; era el caso de la ELFS. Por el contrario, la WSPU consolidó su alineamiento con el gobierno y el esfuerzo de guerra. Apoyó el reclutamiento obligatorio, suspendió las actividades por el sufragio y, como gesto patriótico, en 1915 cambió el nombre de su periódico de The Suffragette a Britannia. Con ese espíritu impulsaron la campaña “Rights to serve” [Derechos para servir] que sintetizaba su postura respecto de la guerra y el gobierno. El primer ministro Asquith transformó el derecho al voto de las mujeres en una pieza de cambio para ganar apoyo a su gobierno. Lo consiguió de parte de la WSPU, que suspendió sus actividades y se sumó a la campaña por el voto para los soldados que iban al frente y señalaron que era más importante que el sufragio femenino. Emmeline Pankhurst llegó a repudiar a Sylvia por participar de actos antiguerra y lamentó no poder impedirle el uso del apellido.
Lo que puso en pie en East End fue un movimiento masivo. No solo eran jóvenes trabajadoras entusiastas con su campaña por el derecho al voto… trabajadores jóvenes venían con ellas… Llenaban las calles con sus marchas. Bandera roja y La Internacional resonaban bajo la luz sombría de 1914-15… Sylvia Pankhurst colaboró con una poderosa oposición a la guerra imperialista [14].
Con esas palabras describía un militante y periodista obrero en el periódico Socialist Worker la militancia contra la guerra de Sylvia y su federación en East End. Mientras mantenía su actividad antibélica, la ELFS decidió utilizar la consigna “sufragio humano o universal” y formó un frente único de más de 70 organizaciones sufragistas y sindicales para pelear por el derecho al voto de todas las personas adultas sin restricciones de género o propiedad. Consecuentemente, cambió su nombre al de Federación por el Sufragio Universal (WSF por sus siglas en inglés). Durante la guerra, las condiciones sociales recrudecieron en los barrios obreros gran parte de la actividad militante se concentraba alrededor de organizar la ayuda para las familias y las viudas y apoyar las huelgas que estallaban contra las condiciones laborales y también por los derechos recortados. La represión estatal era fuerte contra quienes hicieran campaña contra la guerra. Aún así, la WSF llegó a tener varias delegaciones en Inglaterra, Escocia y Gales, y organizó una rama juvenil para chicas y chicos de 14 a 18 años [15].
Nuevo amanecer
“Cuando trabajaba en el East End de Londres tratando de aliviar la miseria de los más pobres, el levantamiento en Rusia fue para mí como la visión del primer rayo del amanecer tras una larga y penosa noche” [16]; así describió Sylvia el inicio de la Revolución. Se transformó en una entusiasta partidaria de los bolcheviques y difusora de sus ideas. En el Reino Unido conformó junto a otras organizaciones la Oficina Popular de Información sobre Rusia, y en el periódico de su organización, rebautizado Acorazado de los Trabajadores [17] publicaba artículos de Vladimir Lenin y otros dirigentes bolcheviques así como crónicas de los periodistas norteamericanos John Reed y Louise Bryant. Consideraba a los soviets o consejos obreros la mayor expresión de la democracia de las masas oprimidas. Su labor apasionada por difundir las ideas de la Revolución le valió integrar las listas negras del gobierno británico pero también entrar en las páginas del Pravda cuando la encarcelaron. Escribía Lenin sobre Sylvia:
Sylvia Pankhurst ha sido arrestada en Inglaterra. Esta es la mejor respuesta que el gobierno británico es capaz de dar a la cuestión. Los “líderes” laboristas, cautivos de los prejuicios burgueses, tampoco se atreven a decir contra qué clase va dirigido este terror... La camarada Sylvia Pankhurst representa los intereses de cientos de miles de personas oprimidas por los capitalistas británicos y de otros países. Por eso se le ha privado de la libertad... [18].
A la luz de las discusiones abiertas por la Revolución rusa en la izquierda internacional, la británica enfrentó sus propios desafíos y Sylvia fue parte de esos debates. Cuando el ILP, organización con la que tenía grandes lazos, decidió apoyar a la II Internacional, Sylvia rompió definitivamente y apoyó la fundación de la III bajo la dirección de Lenin. Esto no significó sin embargo un acuerdo total con las posiciones del dirigente bolchevique; de hecho, mantuvo un debate en la III Internacional acerca de las tareas de los comunistas británicos, la relación con el laborismo y la participación en elecciones, que se plasmaría en parte del trabajo de Lenin El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. En 1920 viajó al Segundo Congreso de la III Internacional en Moscú y conoció de cerca la experiencia del primer Estado obrero de la historia. A pesar de no compartir enteramente la política sugerida por los bolcheviques, a su regreso, llevó adelante varios debates y tareas en el Partido Comunista (CPGB por sus siglas en inglés) del que fue fundadora. Más tarde, Sylvia sostuvo posiciones antiparlamentaristas que la alejaron del CPBG. En 1921 se separó formalmente del partido porque no compartía la participación en elecciones y la afiliación al laborismo. A pesar de ello, mantuvo siempre relaciones tanto con militantes británicos como con dirigentes comunistas de todo el mundo como Lenin, Alexandra Kollontai y Clara Zetkin [19]. Su alejamiento del comunismo no significó un alejamiento de la política. Sylvia desarrolló una extensa y comprometida militancia anticolonial, antirracista y siempre sostuvo una aguda crítica de la sociedad de clases y de cómo las desigualdades de género y etnia eran exprimidas por los explotadores para dividir a los oprimidos.
Su lucha apasionada por abolir las desigualdades, empezando por aquella sobre la que se funda la sociedad capitalista entre la mayoría explotada –donde los más oprimidos son mujeres– y una minoría propietaria de los medios de producción, la encontraron durante toda su vida del lado de los explotados y las explotadas. Su convicción por colaborar en la transformación de las trabajadoras en “luchadoras por cuenta propia”, según sus propias palabras, deja un legado prolijamente escondido por la “memoria selectiva” de las clases dominantes que siempre eligen con cuidado sus símbolos para “honrar” las luchas que desprecian y resisten hasta que se ven obligadas a conceder algo. Sylvia nunca estuvo entre los símbolos elegidos por los capitalistas porque su lucha siempre buscó fortalecer a las sepultureras de ese sistema social. La pluma de Sylvia Pankhurst lo explica mejor que nadie:
... no era solamente por el derecho al voto sino por una sociedad igualitaria, un esfuerzo por despertar a las mujeres sumergidas en la pobreza a la lucha por mejores condiciones sociales y que estén a la altura de los sectores más avanzados del movimiento del proletariado consciente [20].
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