Inspirada en los verdaderos diarios, los testimonios y las cartas recopiladas en forma de libro de Mohamed Ould Shali, “The Mauritanian” es un dinámico, tenso, virtuoso y convincente relato del -habitualmente tejedor de documentales y filmes de compromiso- Kevin McDonald.
Eduardo Nabal @eduardonabal
Martes 23 de marzo de 2021
El realizador se apoya no sólo en la denuncia contundente de cómo llega la población árabe a las tripas de ese monstruo creado por el gobierno de EEUU que es la prisión de la base militar de Guantánamo, sino que también traza su drama psicológico y judicial a partir de tres grandes vértices interpretativos: la abogada defensora (encarnada por una madura y algo seca Jodie Foster), el militar que desea la muerte del acusado, pero empieza a tener dudas sobre su culpabilidad (al que da vida el actor británico Benedict Cumberbatch). Y finalmente, el joven mauritano en que se transforma de forma asombrosa el actor Tahar Rahim, que obtiene la parte más compleja pero también más lúcida de este descenso a los infiernos de una sociedad que se proclama “civilizada”.
Rahim interpreta con toda suerte de recursos y con el apoyo de una cámara febril, enérgica, y no exenta de momentos cercanos al cine de terror, sin abandonar esos extraños detalles que ponen de relieve la sensibilidad, la capacidad performativa y el sentido del humor incombustible del recluso.
“The Mauritanian” no revela nada que no se sepa ya, a través de todos los testimonios gráficos y escritos que se han publicado acerca de las torturas y humillaciones psicológicas llevados a cabo en la prisión de Guantánamo, pero se logra crear un filme dinámico y fluido con tres personajes que se acercan y se alejan se forma progresiva, representando distintos puntos de vista sobre los derechos humanos en la sociedad actual, tres soledades bien dispares.
En el interior de la prisión más inhumana del planeta Mohamed trata de atisbar rasgos humanos o animales tras las rendijas u oquedades de vallas y alambradas, emplea cualquier objeto que se pone a su alcance, aunque acaba vencido por unos interrogatorios que van subiendo progresivamente de tono.
Algunos "flashbacks" y recursos audiovisuales empleados por McDonald entran dentro de lo cuestionable, pero el conjunto es un filme a la vez hermoso y desgarrador capaz de atraparnos, subyugarnos y llevarnos, a través de un caso personal a una denuncia explícita del totalitarismo que anida en las fuerzas militares y en la mentalidad nacionalista de cualquier potencia mundial.
Espléndidamente fotografiada, con un ritmo impecable en el desenvolvimiento corporal del actor Tahar Rahim, que trata de aprender otras lenguas y sobrevivir al horror del encierro y la continua vigilancia, el filme mezcla el horror, el humor y el implacable retrato de una sociedad enferma. Un trabajo de intérpretes en estado de gracia donde, no obstante, no se descuidan los pequeños detalles de la puesta en escena, la elegante fotografía y una música que va de lo lírico, a lo sensual y a lo siniestro.
Eduardo Nabal
Nació en Burgos en 1970. Estudió Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Salamanca. Cinéfilo, periodista y escritor freelance. Es autor de un capítulo sobre el new queer cinema incluido en la recopilación de ensayos “Teoría queer” (Editorial Egales, 2005). Es colaborador de Izquierda Diario.