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Red Internacional
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Monopolio. Ticketmaster ejemplifica el problema del capitalismo moderno

Durante los conciertos ofrecidos por el cantante Bad Bunny en el Estadio Azteca los pasados 9 y 10 de diciembre, miles de espectadores reportaron que sus boletos no eran validados y quedaron sin poder asistir al evento. Ahora la distribuidora Ticketmaster, que administraba los boletos, niega haber hecho sobreventa.

Óscar Fernández

Óscar Fernández @OscarFdz94

Martes 13 de diciembre de 2022

El cantante Bad Bunny se presentó los pasados 9 y 10 de diciembre en el Estadio Azteca. Construido en 1962 por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, el llamado "Coloso de Santa Úrsula" (por situarse en el viejo pueblo que lleva ese nombre en el sur de la capital) tiene una capacidad de cerca de 87 mil espectadores.

Bajo un sol que escondía el frío invernal que se siente en la capital mexicana, miles de personas acudieron para escuchar y ver bailar al reggaetonero y disfrutar de una noche de perreo y música. Sin embargo, para varios asistentes, la alegría duró poco.

En las entradas, personal de logística impidió el acceso al recinto a varios espectadores. La razón habría sido que los boletos que compraron presuntamente habrían sido clonados o que el código de serie (único) ya habría pasado. Otras personas reportaron que las retuvieron momentáneamente, pero que no verificaron si el boleto había pasado o no y que de todas formas las dejaron ingresar.

En redes circulaban imágenes tanto de la situación afuera del recinto como dentro del mismo. Varios señalaron la incongruencia de ser un concierto "agotado" con más de 90 mil supuestos espectadores y la realidad de ver la cancha del Estadio Azteca, acomodada para alojar al público en primera fila, semivacía.

Ante la situación, la empresa proveedora de boletos Ticketmaster sacó un comunicado deslindándose de la situación, declarando que una oleada de boletos falsos y clonados fueron detectados y que dejaron a más de 1600 aficionados afuera del concierto.

La cantidad tan grande de gente con problemas en su boleto obligó a la Procuradoría Federal del Consumidor (Profeco), instancia que se encarga de ver y corregir "las injusticias en el mercado" (según lo declaran en su sitio web), la cual puso por delante una serie de mecanismos para que los afectados pudieran denunciar su situación y, en dado caso, tener un reembolso (eso sí, sin poder ver de todas maneras a Bad Bunny).

La empresa fue sancionada por la Profeco, que declaró que los afectados tendrán hasta un 20% extra en su reembolso, así como señalar que Ticketmaster habría incurrido en sobreventa y tendría por ello una multa del 10% de sus ventas, lo cual no se acerca a las millonarias ganancias que tiene la empresa a lo largo del año con la cantidad de dinero que reciben tanto de la venta de boletos como del negocio de apartar a exclusividad recintos como el Estadio Azteca, el Estadio Olímpico Universitario, el Foro Sol, el Autódromo Hermanos Rodríguez, el Auditorio Nacional y varios más. A eso se suman otros eventos y festivales a lo largo de la república, entre partidos de fútbol, recitales de baile, competencias deportivas, actividades culturales, la alianza contractual con artistas y sus agentes, etc., así como prometer una fracción de las ganancias a las partes contractuales.

En entrevista a Radio Fórmula, el titular de la Profeco, Ricardo Sheffield, declaró que la multa podría incrementar.

Entre más oposición presente Ticketmaster, como dicen en mi pueblo, más ’la haga de tos’, más grande será la multa que se le imponga al cierre de este tema.

El monopolio de Ticketmaster: el caso de Pearl Jam

El problema de la venta de boletos y Ticketmaster no es nuevo. Ya el pasado 13 de junio habíamos dado cuenta desde este diario de esta situación luego de la venta de boletos repetidos durante el Corona Capital.

Con el concierto de Bad Bunny, miles recordaron el incidente entre el monopolio y Pearl Jam.

En aquella ocasión, la banda de rock, Pearl Jam, que aclaramos, se encontraba en 1994 en el cenit de su carrera, intentó pelear contra Ticketmaster. Teóricamente, según el esquema capitalista, el sistema permite que el consumidor (una persona cualquiera) tenga acceso a un supuesto "libre mercado" en el que la "libre competencia" permite una multiplicidad de empresas y plataformas para elegir. Eso fue lo que Pearl Jam logró desenmascarar, ya que, aunque la banda tenía el derecho de no hacer negocio con Ticketmaster, los recintos a los que intentaban llegar tenían contractualmente una obligación de sólo poder aprobar eventos manejados por Ticketmaster.

En 1992, la banda anunció que daría un concierto gratis para festejar el lanzamiento de su disco Ten, pero Ticketmaster decidió cobrar un dólar por cada boleto. En defensa de sus fans, la banda decidió distribuir ellos mismos los boletos para mantener la gratuidad del concierto. Hacia 1995, Pearl Jam decidió no tocar nada asociado con Ticketmaster, que ya había acaparado más del 60% del mercado de venta de boletos. Ello dio como resultado que Pearl Jam tuviera que tocar en lugares poco idóneos como un campo de ski o una feria en San Diego.

Eventualmente la situación fue agotadora para Pearl Jam y tuvieron que volver a tener que recurrir a Ticketmaster para distribuir sus boletos a sus fans. ¿Recuerdan que arriba mencionamos que Ticketmaster tiene contratos de exclusividad con recintos? Adivinen por qué Pearl Jam tuvo que tocar en ese campo de ski.

Monopolios en el capitalismo

La situación de Ticketmaster es sólo un ejemplo de las prácticas monopólicas en el capitalismo. El que una única empresa acapare el mercado justamente lleva a que decreten precios, pongan exclusividad del mercado y fijen a quién venden el producto. En el caso de la venta de boletos, es conocido que Ticketmaster otorga una determinada cantidad a revendedores o incluso influencers que en los hechos actúan como revendedores y que se quedan con una fracción de las ganancias (igual que, como mencionamos arriba, también se la quedan los dueños del lugar en cuestión, en este caso el Estadio Azteca).

Ya en 1915, en medio de la Primera Guerra Mundial, Vladimir Lenin, dirigente del Partido Bolchevique (que dos años más tarde llevaría a la clase obrera de Rusia a la toma del poder), explicaba que "el monopolio, que nace única y precisamente de la libre concurrencia, es el tránsito del capitalismo a un orden social-económico más elevado. [...] Son las alianzas monopolistas de los capitalistas, cartels, sindicatos, trusts. [...] Todo el mundo conoce hasta qué punto el capital monopolista ha agudizado todas las contradicciones del capitalismo. Basta indicar la carestía de la vida y el yugo de los cartels". [1]

Lenin con ello daba cuenta del surgimiento de los monopolios como parte de la fase imperialista del capitalismo. Siendo Ticketmaster una empresa estadounidense, las ganancias en la industria del entretenimiento se quedan mayoritariamente en los bolsillos de los CEO que radican en ese país. Lo mismo podemos ver, bajo una forma distinta (lo que no quita que la situación que Lenin describía no siga ocurriendo en pleno siglo XXI), en cómo Disney ha adquirido en los últimos años las propiedades de Marvel, Fox y Pixar.

De hecho, el asunto es tan vigente que también se da en las empresas de streaming con la adquisición de Warner Media por Discovery Inc., que ya llevó a despidos masivos y cancelación y no reanudación de varias series en la platadorma HBO MAX. Un puñado de empresas trasladan su contenido a servicios de transmisión por internet para competir contra Netflix (uno de los famosos FAANG: Facebook, Apple, Amazon, Netflix y Google), pero perjudicando a los consumidores, quienes en los hechos están pagando individualmente por el contenido de un canal que hace unas décadas llegaba incluido ya sea en la señal de televisión abierta o contratando un plan de televisión por cable.

Es imposible ahora regresar a una situación de libre competencia como ocurría a inicios de la era capitalista. Por el contrario, para eliminar a los monopolios es importante que sean los trabajadores mismos los que manejen la economía y las empresas en beneficio de los consumidores y no para incrementar las ganancias de un puñado de empresarios de diversa índole que se enriquecen con el esfuerzo de los miles que, como los asistentes al concierto de Bad Bunny, se dan pequeños lujos con su salario (de por sí insuficiente en México) para disfrutar de una noche de música y baile y que al final la propia empresa alegue que el boleto está clonado y se quede de todas formas con ganancias millonarias esa noche y muchas más.


[1Lenin, V.I. (1915) El imperialismo: fase superior del capitalismo, Cap. 8: "El lugar histórico del imperialismo", Buenos Aires: Ediciones IPS.

Óscar Fernández

Politólogo - Universidad Iberoamericana

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