La lucha de las y los trabajadores de la salud de Córdoba se inscribe en un escenario nacional e internacional que tiene a la sanidad como una protagonista. Las huelgas docentes también acompañan el proceso de recomposición de la clase trabajadora en estos últimos años. ¿Cómo actúa la condición feminizada de estos sectores en la lucha? ¿Qué continuidades con el ascenso de la marea verde y la ola feminista actúan en los procesos actuales? En este artículo, nos ensayamos algunas respuestas ante estas preguntas.
Domingo 18 de diciembre de 2022 07:30
La huelga de las y los trabajadores de salud en Córdoba y el país (con el importante antecedente de los y las "elefantes" neuquinas), se inscribe en un escenario particularmente dinámico del sector sanitario a nivel mundial. El paro y movilizaciones del sector de la salud, tuvieron un particular desarrollo en este 2022 que tiene a la huelga de más de 300 mil enfermeras en Reino Unido como una de las últimas expresiones. Ciudades como Buenos Aires, Córdoba, Madrid, Nueva York, París; países como Kenia, Nueva Zelanda o Turquía fueron testigos de la movilización de miles de trabajadores de la salud en todos los continentes, tal como viene reflejando La izquierda diario.
Frases como “los aplausos no pagan las cuentas”, “con vocación no pago el alquiler”, “antes esenciales ahora descartables” estuvieron en algunos de los carteles que, en diversas lenguas, señalaban el rol categórico que cumplieron las y los trabajadores considerados esenciales durante la pandemia del COVID 19, pero que, sin embargo arrastran condiciones laborales y salariales de miseria. La propia pandemia puso al descubierto el avance que significó el neoliberalismo sobre los sistemas sanitarios a nivel mundial con la mercantilización de un derecho esencial a través de la privatización y el desmantelamiento del sistema de salud pública.
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Es significativo que esta oleada de ascenso del personal de salud, si bien se da en el marco de otros procesos de lucha de sectores de la clase trabajadora como ferroviarios o sectores del transporte en Gran Bretaña, Francia, Italia o Bélgica, trabajadores del neumático como en Argentina contra la carestía de la vida generada por un proceso inflacionario de diverso alcance y profundidad a nivel mundial; a su vez, las demandas por aumento salarial se combinan con el rechazo a las distintas formas de precarización del trabajo que impacta de lleno en la vida de las masas trabajadoras.
Parte de quienes se han levantado en los últimos años han sido sectores de los servicios y la logística que están bajo condiciones subcontratación impuestas por el neoliberalismo con particular impacto en los sectores feminizados y racializados de la clase obrera. La ola de sindicalización de la juventud obrera norteamericana es uno de los fenómenos más novedosos de esta situación de la clase trabajadora a nivel mundial.
El rostro feminizado de la clase trabajadora
Las principales huelgas que tuvieron alcance nacional en la Argentina, no escapan a ciertos rasgos de la situación más general, pero no es casualidad que entre los sectores cuyos reclamos se extendieron por todo el territorio en este 2022, haya estado la docencia y la salud con un lugar destacado.
Éstos son sectores particularmente feminizados que estuvieron en la “primera línea” de la lucha contra el COVID-19 y a quienes afectó directamente el aumento de la carga laboral.
El aumento de padecimiento del síndrome de burn out en el ámbito de la salud, fue alto durante la pandemia y puede explicar, así como en la docencia, una de las razones del hartazgo y la emergencia de fenómenos de lucha como los presenciados en el último periodo.
Según un estudio titulado Prevalencia de síndrome de burnout en personal de salud durante la pandemia de COVID-19 y factores asociados. Estudio de corte transversal de Horacio M. Castro, Manuel A. Prieto, Agustín M. Muñoz, algunos de los factores asociados a la prevalencia del síndrome de la “cabeza quemada” (en investigaciones fuera de la Argentina) son la condición femenina de quienes la padecen, la juventud, haber estado en contacto con pacientes COVID-19, ser enfermera o médico residente y mayor horas de trabajo. Cualquier relación con los sectores del equipo de salud que salieron a las calles en Córdoba, no es pura coincidencia.
En el sector docente, tomando el caso cordobés, la muerte de dos trabajadoras de la educación, Karina Moyano y Silvana Valdivia, en contextos de maltrato y sobrecarga laboral, actuaron también como detonantes del malestar por las condiciones de trabajo, además del retraso salarial.
En este dossier dedicado a la lucha de las y los trabajadores de la salud, incluimos también alguna reflexiones en torno a la situación docente, dos sectores que por otro lado, vieron sus reclamos “espejados” en los últimos meses.
Números que hablan
Según datos oficiales, en nuestro país, las mujeres constituyen el 70% del personal de la salud y la feminización es aún mayor en labores técnicas con menor grado de profesionalización y formación como enfermería, parteras, técnicas y auxiliares, etc.
Según un informe técnico de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reseñado por La izquierda diario, de acuerdo a la última Encuesta Nacional a sobre Condiciones de Empleo, Trabajo, Salud y Seguridad (ECETSS), hay cerca de 760.000 trabajadoras de la salud en el territorio nacional. La información de la encuesta revela que además, las trabajadoras de la salud tiene entre 35 y 44 años. El 48 por ciento son jefas de hogar y el 53,8 por ciento tiene a cargo menores de 18 años (casi el 29 por ciento tiene hijas o hijos menores de 5 años).
Situación similar podríamos relevar entre las trabajadoras docentes, ya que 8 de cada 10 son mujeres, con una mayoría casi completa desempeñándose en la educación inicial y primaria (94%), un 70% en la educación secundaria y menos del 50% en la educación universitaria según los últimos datos correspondientes al año 2019 que refieren a 1.423.408 trabajadoras de la educación. Como se puede observar, a menor calificación y contacto más directo con las tareas del cuidado (enfermería o docencia en la primera infancia), mayor feminización precarización laboral.
Tal como hemos señalado en diversas ocasiones durante la pandemia y posteriormente, la sobrecarga laboral ha aumentado significativamente, tomando a cargo tareas que implicaban el sostenimiento de la virtualidad sin los recursos técnicos necesarios, pasando por los esfuerzos para sostener en el sistema educativo a miles de estudiantes yendo hasta sus hogares a llevar y buscar tareas cuando no tenían acceso a redes sociales o servicio de internet. En salud, como lo vimos frente a la pandemia, el contacto directo con grupos de riesgo (infancia y adultos mayores), la sobre carga del trabajo por salarios peor pagos y pluriempleo, también fueron factores de mayor impacto.
Feminización de la reproducción social asalariada y no asalariada
Tanto en el caso de la salud como de la educación, además del estrés significativo que implicó este aumento de la carga laboral en los espacios de trabajo, debe sumarse la doble jornada laboral que sigue implicando para las mujeres trabajadoras que sobre sus espaldas caigan las tareas socialmente asignadas de la reproducción de la fuerza de trabajo (denominadas periodísticamente "tareas de cuidados") en el ámbito doméstico. Numerosas notas y artículos de investigación dieron cuenta del impacto en la vida de las mujeres de este hecho.
Las tareas de cuidados implicaron desde hacerse cargo del seguimiento del trabajo desde el propio hogar bajo el aislamiento (con la doble función simultánea de trabajadora y madre), hasta el abandono del empleo porque las mujeres quedaban a cargo del cuidado de las y los integrantes no activos de las familias.
Tal como describen Guadalupe Bravo y Victoria Sánchez en su artículo La clase obrera tiene cara de mujer, desde la década del 80, la feminización de la fuerza laboral fue creciendo hasta constituir el 40% de la fuerza laboral asalariada, sin contemplar en estos números, el trabajo reproductivo no remunerado que significan las tareas del cuidado en el ámbito doméstico.
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Lo que sí es a esta altura indubitable es el denominador común que señala Paula Varela a nivel internacional: una participación cualitativa de las mujeres en sectores o “nichos” de tareas de reproducción social asalarizada: escuelas, hospitales, geriátricos, guarderías, limpieza, etc.
La combinación de estos elementos de arrastre de las últimas décadas y su exposición descarnada durante la pandemia del COVID-19, junto a la evidencia del carácter “esencial” y por lo tanto “estratégico que tuvo tanto para la autopercepción del rol social, como para el conjunto de la población, es relevante a considerar como factor explicativo de la extensión, así como de la masividad y la conquista de simpatía y solidaridad frente al conjunto de la población de las luchas en la sanidad y la educación.
Estos elementos muestran el lugar estratégico de estos sectores “bisagra” en la clase trabajadora, cuyas características, quizás a diferencia de los sectores de asalariados industriales que se desempeñan en otras estructuras obreras, pueden jugar un rol crucial en sellar alianzas con la comunidad desde las estructuras de trabajo. Una política consciente para fortalecer estos lazos, que, como señalamos aquí, los gobiernos y la patronal intentarán desmontar, es fundamental para pensar la posibilidad de nuevos avances en las demandas de estas porciones de la clase trabajadora.
Las huelgas de las trabajadoras de la salud y docentes, se enmarcan en lo que podría denominarse, junto con Varela, la crisis de la reproducción social que difícilmente se resuelva bajo el signo de la época, sino que tiende a profundizarse. En nuestro país, como insistentemente hemos denunciado desde el Frente de Izquierda, los presupuestos de ajuste a la medida del FMI, han avanzado directamente con recortes a la salud, la educación y otras áreas sensibles como la que atiende a personas con discapacidad: no es casualidad que este último sector haya estado también entre los más movilizados durante el 2022 (así como lo vimos en Córdoba durante 2021 con las trabajadoras tercerizadas de la limpieza o las camareras de PAICOR), y como área de los cuidados, sea integrada por profesión también feminizadas cuyos espacios de intervención se “tocan” con salud y educación.
El ataque por la vía de recortes y la tendencia a la privatización de la salud y al educación (cuyo avance fue limitado exclusivamente por la lucha histórica de estos sectores) es a su vez, un ataque al conjunto de las familias obreras, a la par de ser un ataque a las mujeres trabajadoras cuya degradación es experimentada por el doble mecanismo que implica la degradación de las condiciones de salario y trabajo en quienes realizan tareas de la reproducción social (salud, educación) como servicio sostenido por trabajadoras asalariadas porque las condiciones laborales son cada vez peores (las muertes de Karina Moyano y Silvana Valdivia, una vez más, así lo atestiguan); pero por otro lado, porque como también dejó en evidencia la pandemia, las tareas del cuidado recaen cada vez más sobre las mujeres de las familias obreras.
Como señalábamos al comienzo de este artículo, esto se agrava cuando observamos que un tercio de las mujeres de la clase trabajadora, son además, sostén de hogar y no poseen, en muchos casos, redes de contención familiar que alivianen esa carga de trabajo no reconocido y no remunerado.
¿Una nueva conciencia y subjetividad entre las trabajadoras?
Además de considerar las condiciones objetivas que hemos descripto, nos interesa pensar aquí qué relación puede tener proceso de movilizaciones y huelgas donde las mujeres tienen un lugar protagónico, con la experiencia que caracteriza en nuestro país al movimiento de mujeres, que no sólo posee una rica tradición de lucha y organización como volvimos a ver en este último Encuentro Plurinacional , sino que dio el fenómeno de las movilizaciones contra la violencia machista aglutinada en las movilizaciones ya históricas del Ni Una Menos y que conquistó la demanda del derecho al aborto en nuestro país.
El rol significativo que en este proceso de lucha de las trabajadoras y trabajadores de la salud cumplieron residentes y concurrentes de todo el país, así como nuevos sectores en lucha en la docencia, podrían permitir pensar que el proceso que en la marea verde protagonizaron “las pibas” no cayó en saco rotó.
Como hemos balanceado en numerosas oportunidades, el ascenso del movimiento feminista entre los años 2015 y 2019, con la conquista de derecho al aborto evidenció, frente a millones de personas en nuestro país y en el continente, que la lucha autoorganizada y en las calles, permitía conquistar nuevos derechos aún enfrentando a enemigos poderosos como las iglesias, las patronales, los sectores políticos más conservadores.
¿Cuánto de aquellas conclusiones, junto al hartazgo de vidas caracterizadas por la violencia material y económica de los bajos salarios, la recarga laboral y el trabajo no reconocido de las tareas del cuidado catalizó en los procesos de lucha con las mujeres al frente? ¿Cuánto de la experiencia de las asambleas y reuniones en los lugares de trabajo, en las plazas, en las escuelas y universidades; la experiencia en sellar lazos de solidaridad de quienes garantizaban la educación sexual integral o abortos con misoprostol en la clandestinidad para evitar las muertes de las mujeres de los sectores populares murieran, foguearon la subjetividad que hoy se expresa en estos procesos de lucha?
Son preguntas que cabe hacerse ante una nueva situación nacional y provincial signada por la emergencia de los procesos de los que nos ocupamos.
Es importante considerar que en los procesos de movilización contra la violencia patriarcal o por el derecho al aborto, las mujeres y diversidades sexuales jugaron un rol activo como movimiento ciudadano, es decir, de sujetos individuales que marchaban en las calles junto a amigas, vecinas, compañeras de trabajo. Esto le dio una potencia enorme en las calles, aunque expresó también el límite para actuar como sectores organizados desde las propias estructuras estudiantiles u obreras, es decir, convocadas por los propios centros de estudiantes, gremios o sindicatos, que funcionando con asambleas democráticas, apuntalaran la intervención. Esto no fue casualidad, la política conscientes de las burocracias obreras y estudiantiles impidieron que se expresara con todo esa fuerza potencial de las mujeres (junto a las diversidades sexuales) interviniendo con sus herramientas, métodos y rol estratégico como parte de la clase trabajadora y el movimiento estudiantil.
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Sin embargo, aunque en las demandas de los procesos de lucha, poco y nada apareció la condición feminizada de cada sector, sí se expresaba en boca de algunos sectores más conscientes.
En el caso de la salud cordobesa, la demanda de que las mejoras laborales fueran iguales para todos los “grupos ocupacionales” de la ley 7625, así parece indicarlo.
Las mejores, exigían ante el gobierno, son necesarias no sólo para los grupos con mayor calificación de dicha ley como el denominado “grupo 1” (Profesionales de la Medicina, Bioquímica, Farmacia, Licenciados en Microbiología y/o Microbiólogos, Odontología, Psicología) sino para todos los sectores de los “grupos 2,3,4 y 5” (Asistencia Social, Enfermería, Fonoaudiología, Fisioterapia-Kinesiología, Nutrición-Dietología, Psicopedagogía, Obstetricia y Terapia Ocupacional, Técnicos de laboratorio, microbiología y radiología; así como personal auxiliar o idóneo sin título de reconocimiento oficial). La integración de los y las trabajadoras encuadrados en la ley 7322 que realizan tareas del equipo sanitario, se incorporen con iguales derechos y obligaciones a la ley del personal de salud, apunta en la misma dirección.
El futuro, ¿llegó?
En 2018, una de las ediciones de la Revista Ideas de Izquierda titulada Sube la marea, nos preguntábamos por la posibilidad de que la “nueva ola feminista” confluyera con las históricas condiciones de feminización de la clase trabajadora y pariera fenómenos interesantes que tuvieran a las mujeres trabajadoras en el centro de la escena. La burocratización y el machismo de las viejas burocracias sindicales tanto a nivel nacional como provincial y los límites objetivos y subjetivos que esto implicaría en la posibilidad ante estos nuevos fenómenos, es algo que habría que explorar con mayor profundidad.
A priori, podemos presumir, sin embargo, que la inmovilidad tanto de UEPC como el SEP frente al descontento creciente por las condiciones de trabajo o las muertes obreras, así como su rol nulo en la organización para la conquista de nuevos derecho como fue el derecho al aborto, ya sea por la subordinación política a los gobiernos que ajustan o el coqueteo con los sectores más conservadores socialmente en nuestra lucha por ESI o el aborto, darían cuenta de la imposibilidad también, de jugar un rol frente a la nueva situación. A esto se suma la crisis particular de este sector como parte del régimen político en Córdoba, tal como analiza Paula Schaller en otra nota de este dossier.
En un artículo de aquel número de Ideas de Izquierda, Guadalupe Bravo y Victoria Sánchez, vaticinaban que el capitalismo necesita de la fuerza laboral femenina para continuar dividiendo las filas de la clase obrera, y al mismo tiempo usa los puestos laborales peor pagados de las mujeres para presionar a la baja los salarios. Pero esta feminización del trabajo puede ser un arma de doble filo. Las mujeres han sido parteras de grandes luchas y conquistas; son el fenómeno político más dinámico a nivel global y con el peso estructural que conquistaron en el mundo del trabajo remunerado podrían torcer la balanza contra los planes de ajuste y austeridad en favor del conjunto de los trabajadores. Es posible que los procesos de lucha vistos, sean expresión de que el futuro llegó.
Pensar esta perspectiva es sumamente alentador para quienes queremos construir un feminismo socialista, como el que impulsamos desde la agrupación de Mujeres y Disidencias Pan y Rosas y el PTS. Es una tarea apasionante pensar las conclusiones de la lucha de las trabajadoras de la salud y la educación en Córdoba, el país y el mundo, porque allí están las fuerzas para recuperar nuestras organizaciones gremiales o construir nuevas, ponerlas a disposición de la organización desde las bases y el mandato de asambleas, como viene haciendo la Coordinadora de Salud, e ir contra la resignación y la miseria de los posible que las conducciones burocráticas de todos los colores nos quieren imponer. Una perspectiva de democracia directa como la que impulsamos quienes peleamos por construir una herramienta política revolucionaria de la clase trabajadora organizada desde abajo, para acabar con este sistema de explotación y opresión que condena a las mujeres y sus familias a una vida miserable.
Como decía la comunera Louise Michell, “cuidado con las mujeres cuando se sienten asqueadas de todo lo que las rodea y se sublevan contra el viejo mundo. Ese día nacerá el nuevo mundo”, los procesos revisados en este recorrido, así parecieran atestiguarlo.
Laura Vilches
Concejala PTS - FIT Córdoba. Legisladora provincial (mandato cumplido) PTS-FIT Córdoba. Docente. Miembro de la dirección nacional del PTS y de la Agrupación de Mujeres "Pan y Rosas".