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Red Internacional
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Mujer Trabajadora. Trabajo doméstico, sinónimo de precariedad

Según la Organización Internacional del Trabajo, en México más de 2 millones 100 mil mujeres se dedican al trabajo doméstico. Esto quiere decir que de cada 100 personas económicamente activas, 5 se dedican al trabajo doméstico, con bajos salarios, soportando humillaciones de parte de los patrones, explotación laboral, hostigamiento sexual y en general una situación grave de precariedad.

Martes 2 de agosto de 2016

Las trabajadoras domésticas limpian, cocinan, cuidan a los hijos y enfermos de las familias que las contratan, cumpliendo con jornadas extenuantes de trabajo. Son también las mujeres que padecen las peores condiciones laborales, pues tan sólo 1 trabajadora de cada 10 cuenta con un contrato por escrito y tan solo 2 trabajadoras de cada 10 cuenta con seguro médico y/o pensión de retiro.

A pesar de contar con leyes que establecen lo mínimo para los trabajadores, el trabajo doméstico no está aún regulado, por lo que muchas veces ni siquiera el aguinaldo es recibido en efectivo o son despedidas antes de recibirlo. Nadie supervisa las jornadas laborales, por lo que se enfrentan a jornadas de más de 12 horas diarias e inclusive muchas de ellas reciben un trato discriminatorio, con la prohibición de entrar por la puerta principal y el cateo al que son sometidas al ingreso y salida de la casa en donde trabajan.

El trabajo doméstico es relegado a las mujeres

Según cifras del INEGI publicadas en el año 2015, el 95% del trabajo doméstico remunerado es realizado por mujeres, ¿por qué seguimos siendo las que seguimos llenando estas cifras?

El trabajo en el hogar históricamente se le ha relegado a la mujer, quedando en el ámbito de lo privado, por lo que este Estado capitalista aprovechando estas cadenas de opresión que invisibilizan y desvalorizan el trabajo doméstico, se deslinda de toda responsabilidad, dejando desprotegidas laboralmente a millones de mujeres en el mundo.

Pero no sólo las mujeres se encargan del trabajo doméstico remunerado. Desde niñas nos encargamos de las labores domésticas y, en los últimos años, ingresamos de forma acelerada al mercado laboral, a costa de seguir garantizando las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, ejerciendo dobles jornadas laborales que nos dejan exhaustas, somos las primeras en levantarnos y las últimas en dormir.

Se calcula que, por semana, las mujeres le dedicamos 47.9 horas a los quehaceres del hogar sin remuneración, mientras que los hombres solo le destinan un promedio de 16.5 horas a esto. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) calcula que ese trabajo no remunerado representa el 24.2% del PIB nacional, si cada mujer recibiera un sueldo por esto, al año se nos pagaría uno $47 400.00.

Las trabajadoras del hogar se organizan

Ante esta situación laboral desigual, las mujeres trabajadoras del hogar se han organizado desde los años setentas, siendo estas luchas invisibilizadas tanto por sus patrones como por el Estado, que las criminaliza al ser en su mayoría inmigrantes, indígenas y menores de edad.

En el 2015 decenas de trabajadoras organizadas crearon el Sindicato Nacional de Trabajadoras del Hogar (Sinacttraho), pero al igual que hace cuarenta años, se enfrentaron a las represalias por luchar por mejores condiciones de vida, los patrones se niegan a firmarles los contratos, les niegan los permisos para poder asistir a las reuniones de organización o simplemente las despiden.

Ahora el gobierno, a través de figuras como Patricia Mercado -la misma que dejó en la calle a las 62 trabajadoras de intendencia del IEMS- que respalda al gobierno de Mancera, hacen declaraciones a favor de los derechos de las trabajadoras domésticas lanzando una campaña de concientización “Por los derechos laborales de las personas trabajadoras del hogar en la CDMX”, el cual incluye un manual con lineamientos sobre el tema.

Pero no es suficiente que se creen campañas “políticamente correctas”, pues hasta el final es este Estado al que le conviene mantenernos en estas condiciones y sigue reproduciendo estructuralmente las bases para que sean las mujeres precarizadas, indígenas, migrantes, menores de edad las que sigamos haciéndonos cargo de las tareas domésticas en algunos casos a cambio de un salario que no alcanza, sin derechos laborales y en otros de forma gratuita.

Pese a que a las trabajadoras domésticas en nuestro país vienen peleando duro por tener prestaciones laborales, es sólo un primer paso, la lucha es más profunda, se hace necesario seguir organizándonos.

Tenemos que ser miles las que decidamos acabar con la alianza criminal entre el capitalismo y el patriarcado que nos oprime y explota por nuestra condición de mujeres para poder acabar de raíz con todo esto.