Este 8 de marzo se cumplen 24 años de su fallecimiento. Obtuvo diferentes premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Miguel de Cervantes en 1990. Murió en Buenos Aires a los 84 años.
Facundo Tisera @facu.tisera.11
Martes 7 de marzo de 2023 22:29
Foto: Bioy Casares murió el 8 de marzo de 1999
Se dice que cuando J. J. Abrams y Damon Lindelof -creadores de Lost, la serie de televisión que se emitió entre 2004 y 2010 -leyeron La invención de Morel (1940) quedaron tan fascinados que sirvió de inspiración para la construcción del argumento. También Emidio Greco, que realizó una película sobre la novela en 1974.
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Otros títulos corrieron con la misma suerte. Entre las adaptaciones de la obra de Bioy podemos encontrar la película El sueño de los héroes (1997), dirigida por Sergio Renán, La guerra del cerdo (1975), dirigida por Leopoldo Torre Nilson, o Dormir al sol (2012), dirigida por Alejandro Chomski. También la -digamos- reciente Los que aman, odian del 2017, dirigida por Alejandro Maci.
La gravitación de Bioy Casares en la cultura pop es notable. Hay algo en su escritura que resulta atractivo para el mundo del cine y tiene que ver con la trama. Si un escritor como Saer resulta atractivo por el lenguaje cinematográfico de su obra, o una escritora como Schweblin lo es por la precisión en el manejo de la tensión, en el caso de Bioy podemos encontrar un efecto distintivo en la construcción de tramas.
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Nació un 15 de septiembre de 1914, mismo año que Julio Cortázar (1914-1984). Perteneciente a la clase alta argentina, desde joven dedicó su vida a la literatura y dejó una extensa obra que incluye cuentos, novela y ensayo. También hizo antologías, escribió prólogos y trabajó en conjunto con su esposa Silvina Ocampo (1940-1993) y con Jorge Luis Borges (1899-1986) bajo el pseudónimo de Bustos Domecq.
La Invención de Morel y el estilo
El mismo Bioy Casares declaró haber escrito varias novelas previas a La invención de Morel sin animarse a publicarlas por considerarlas ensayos menores. En palabras del autor, lecturas como las de Proust o Faulkner lo formaron como lector al mismo tiempo que atentaban contra su propia prosa. No es para menos: la literatura de Bioy nada tiene que ver con eso. La exploración estilística desde la retórica, tan en boga a principios del siglo XX, lo alejaban de la pureza sintáctica que él necesitaba para generar el efecto de su escritura.
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Su fuerte es la trama y su confort la novela clásica y el cuento. Los personajes de Bioy se suelen construir desde la oralidad, desde lo cotidiano, y la escritura en líneas generales es sencilla, pura y sin trampas para el lector. El juego está en otro lado, lo encontramos más bien en el argumento. Sin ser psicologicista, sus cuentos y novelas nos llevan por el camino del héroe que en general camina en círculos alrededor de la pérdida mientras se abren planteos en torno al ser, el amor, la moral, la vida y la muerte. La invención de Morel es, en ese sentido, una novela metafísica que pone en cuestión el significado de lo real, apoyándose en un fantástico en la línea de la ciencia ficción.
El argumento fantástico, mecanismo de relojería
Si hay algo esencial en Bioy Casares es la construcción del detalle que sostiene la trama como un mecanismo de relojería. Su ficción se pone en marcha a partir de un delicado entramado que juega al límite de lo oculto, entre lo que muestra y lo que omite, para concluir en un final que resignifique la totalidad. En esto es un escritor clásico. El sueño de los héroes (1954) repite la fórmula y es una obra maestra. Sin embargo, a diferencia de La invención de Morel, utiliza un fantástico distinto, más alejado de la explicación científica y de interpretación abierta. Cuentos como En memoria de Paulina (1948) o Máscaras Venecianas (1986) siguen esta línea.
Exploración de la trama y la estructura
Si al hablar de Cortázar solemos hablar de su capacidad para romper las normas de la lengua y jugar con el estilo, en el caso de Bioy podríamos decir que, en otro sentido, también buscó romper los márgenes. Lo hizo desde el argumento y la forma. El cuento La trama celeste (1948) es un ejemplo de ello, que extiende el relato a medida que lo vamos leyendo hasta que la acumulación nos hace dudar de todo. De un mundo a otro (1998) es una historia surrealista donde el autor no se priva de nada al momento de imaginar. Diario de la guerra del cerdo (1969), por el contrario, nos relata un presente que puede ser real, pero parece distópico.
Si bien la obra es prolífica y por momentos despareja, la prosa cuidada y el argumento como pilar central de su ficción son una constante.
A 24 años de su fallecimiento, su figura se sostiene como uno de los nombres más importantes de nuestra literatura nacional, cuya obra sigue estando vigente y renovándose para ser descubierta y explorada.
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