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Red Internacional
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Triple frontera del conurbano bonaerense y desprecio estatal a las mujeres

En la siguiente entrevista hablamos con una trabajadora social que trabaja con mujeres en situación de violencia de género desde hace 15 años en el Conurbano Bonaerense y nos cuenta cómo se trabaja desde el Estado.

Domingo 7 de marzo de 2021 11:26

Trabajar en la triple frontera del conurbano Bonaerense

Narcotráfico, contrabando e inseguridad son sólo algunos de los términos que aparecen asociados a lo que conocemos como la Triple Frontera, ese lugar donde confluyen Argentina, Brasil y Paraguay. Estas construcciones sociales vinculadas a la violencia y criminalidad y que son impulsadas por los medios de comunicación hegemónicos; intentan ocultar la situación de precariedad ante la vida y de trabajo de más de medio millón de personas, la estigmatización de su población y la responsabilidad del Estado ante esto.

En menor escala, pero con características similares ante la vida, se encuentra el Barrio Primavera, este barrio forma parte de la llamada“ Triple frontera del conurbano”, esto se debe a que ahí confluyen tres municipios de zona norte y oeste, José c paz ( Partido de José C Paz) Derqui ( Partido de Pilar) y Moreno ( Partido de Moreno).

En el barrio Primavera empezó a trabajar Jorgelina, con quien intercambiamos sobre su experiencia en La Izquierda Diario. Ella es Trabajadora social y hace 15 años que empezó a trabajar con mujeres en situación de violencia de género en un centro de atención primaria para la salud ( APS ) en el año 2006 en el barrio Primavera.

Cuando le preguntamos sobre su inserción en el barrio ella refiere que insertarse en esa comunidad significaba estar en “penitencia”.

“ Cuando ellos quieren te mandaban ahí, estaba considerado como un lugar de penitencia
(por las características del lugar) fue ahí cuando empecé a notar que había muchas situaciones que derivaban al servicio social de mujeres ( porque siempre son mujeres), que no se venían a hacer los controles necesarios, que no traían a les niñes en los turnos pactados, etc. Entonces me di cuenta que las mujeres no podían resolverlo, porque no tenían la libertad para hacerlo, que no iban al médico porque no podían salir, que muchas veces no llevaban a sus hijes al control porque estaban golpeados y eso significaba poner en evidencia al agresor, lo mismo pasaba con la decisión ante los métodos anticonceptivos, no solo era desconocimiento en algunos casos, sino la falta de libertad para decidir sobre su propio cuerpo y encima tenían que ir al centro de salud del barrio, donde todos se conocían, muchas veces por miedo tapando al agresor” .

Frente a este panorama Jorgelina nos manifiesta que aceptó el desafío que significaba garantizar derechos a las mujeres del barrio, pero sin embargo el Estado no tenía el mismo interés :

“Realizamos un proyecto, (no había ningún proyecto)que estaba enfocado a trabajar con mujeres en situación de violencia, con ese proyecto terminamos concursando. La única que cobraba una miseria era yo, el trabajador comunitario que me ayudaba no cobraba nada, sin embargo habíamos podido armar eso, incluso con las trabas que nos ponía la secretaría de salud que era palos en la rueda, me llamaban para cagarme a pedos y para decirme : ¿ que tenía que ver un grupo de mujeres dentro de un centro de salud” , que tenía que ver yo con eso, si tenía que estar administrando planillas para conseguir alguna prótesis o algo asi” . Cosa que además también hacía, porque yo era la única trabajadora social que había, pero bueno, queda claro que molestaba, porque esto “molesta” .

No solo los recursos no llegaban, si no que hacía correr la voz del “ no te metas”, Jorgelina recuerda cada una de las frases que las autoridades del municipio le decían a diario a ella y a quien intentaba ayudarla en su proyecto:

"Y vos que tenes que ver con eso? ¿Tramitaron las prótesis? trajiste la planilla que te pedí? ¿Tenes algún formulario para que mandemos a la plata, para tramitar alguna prestación de salud?. Todo era así, durante 2 años me llamaban todas las semanas de la secretaría de salud para cagarme a pedos,para poner palos en la rueda, recuerdo que cobraba una miseria y trabajaba 6 veces más de lo que tenía que trabajar, me canse, presente la renuncia. Es tan maltratador el Estado como los tipos, siempre van a buscar la falta, siempre van a boicotearte.

Después de ahí me fui a trabajar a servicios locales, trabaje en el servicio local de José C paz y Pilar. Y lo mismo, la historia se repite escasos recursos, 3 o 4 trabajadoras sociales para la cantidad de problemáticas que tiene la población en el distrito" .

Luego de un largo recorrido laboral Jorgelina llega a la conclusión de que el Estado no solo no destina el presupuesto necesario para las distintas problemáticas sociales con quienes se enfrentan las mujeres a diario, sino que además ejerce violencia laboral a sus trabajadores y trabajadoras:

“Es la desprotección disfrazada de una política social y no, en realidad eso no es ninguna política de nada, eso es desprotección hacia las personas que se supone que debería proteger y también hacia dentro porque esto no es gratis, muches trabajadores les vi hacerse mierda por trabajar en violencia, porque no es gratuito y siempre decíamos lo mismo: es tan terrible el maltrato que prefiere el Estado hacia sus trabajadores y trabajadoras que hay un momento que te pesa más el maltrato institucional, el maltrato, el malestar institucional que la consecuencia misma de lo que vos estás trabajando”

A las calles por nuestros derechos

El relato de Jorgelina hoy se replica en las voces de otras trabajadoras de dispositivos orientados a la atención y prevención en violencia de género. En el Partido de Tres de Febrero una trabajadora da cuenta que "Hay diez trabajadoras para atender casos de violencia en distritos de 300.000 mujeres”.

Por todo esto es que una vez más, las mujeres este 8 de Marzo se movilizan junto a sectores de mujeres organizadas que no se van a quedar de brazos cruzados ante el desprecio estatal.