La fotografía de una estudiante rindiendo un examen con su hija en brazos se viralizó. Qué hay detrás de esta situación.
Jueves 17 de noviembre de 2016
El día de ayer se viralizó una foto tomada en la Facultad de Filosofía y Letras en la que una estudiante rendía un examen parcial con su hija en brazos. La imagen fue presentada como un ejemplo de la “universidad inclusiva” mientras que en los medios de comunicación se presentó la noticia como un “ejemplo de superación” individual, lindante a la meritocracia macrista.
Concretamente, la situación de las estudiantes que intentan cursar con sus hijos o hijas en general es de exclusión y no de inclusión. Es vox populi la cantidad de veces que estudiantes se ven obligadas a irse de una clase por tener que cursar con sus hijos, a falta de un lugar en dónde dejarlos. La falta de bandas horarias en el cursado también repercute, sobre todo en quienes trabajan.
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La viralización de la fotografía es una oportunidad para poner en primer la pelea por la inclusión de jardines infantiles en la universidad, para garantizar el acceso a las mujeres que estudian o trabajan en las distintas dependencias. En el cuatrimestre pasado, una estudiante fue expulsada casi indirectamente del aula en una materia de Ciencias de la Educación sólo por tener un hijo, algo denunciado ante la Comisión de Género impulsada por estudiantes. Esto traza un cuadro de la situación por la que pasan cientos de mujeres en los ámbitos educativos. Sólo con la construcción de un jardín infantil en el establecimiento se lograría que muchas pudieran cursar y dejar a sus hijos e hijas en lugares seguros.
El acceso a la educación: mérito o derecho
Cuando las mujeres decidimos salir del rol que quiere imponernos la sociedad y tomar la educación o el trabajo como herramienta que nos permita independizarnos, desarrollarnos y crecer, se nos presentan miles de trabas materiales, culturales e institucionales, que están ahí no por casualidad, sino porque vivimos en una sociedad patriarcal que ubica a la mujer en roles específicos para cumplir ciertas tareas y garantizar un orden social “productivo”.
Todas tenemos madres, amigas o compañeras que se vieron obligadas a dejar los estudios por el sólo hecho de ser madres. Por eso el lugar que hoy ocupan las mujeres en la Educación es “mérito” de la organización y la lucha de las mujeres por acceder a ella y no exactamente “mérito” del Estado o los gobiernos de turno.
La universidad cuando hace caso omiso a los derechos de las mujeres reproduce estas violencias cotidianas hacia adentro de la institución y reproduce los mandatos patriarcales: “Las mujeres deben quedarse en la casa limpiando y cuidando a los chicos”.
Por esto mismo el acceso de la mujer a la Educación no es una mera decisión de nosotras mismas, no es un “querer es poder”, sino que representa la lucha colectiva y cotidiana de la mujer para lograr la igualdad de género en el acceso al derecho a la educación.
Filo puertas adentro
La gestión de la decana Mercedes Leal ya creó un “Espacio de Orientación en Violencia de Género” pero no se hace eco de estas necesidades reales y concretas, como lo son la aplicación del Protocolo de prevención de la violencia de género (que ya cuenta con un proyecto presentado desde la agrupación Pan y Rosas en el Consejo Directivo) y tampoco se hace eco de la necesidad de la creación de jardines infantiles.
Desde la agrupación de mujeres Pan y Rosas, Laura Pérez sostuvo: “Esto no nos deja otro camino que organizarnos uniendo nuestras propias fuerzas, como siempre, para conseguir nuestras demandas: la creación de jardines infantiles y la aplicación del protocolo va a llegar de la mano de la organización de las mujeres, por eso invitamos a todas las estudiantes a organizar espacios donde debatamos cómo conseguir estas demandas”.