El protagonista excluyente de esta final fue el árbitro Ceballos y su terna arbitral: cobró un penal inexistente que puso en ventaja a Boca y un gol en offside, los dos del triunfo xeneize. Antes había anulado mal un gol de Marco Ruben. Se manchó la pelota.
Augusto Dorado @AugustoDorado
Jueves 5 de noviembre de 2015
Foto: Télam
Esta semana varios árbitros fueron noticia alrededor del mundo. El más famoso, Mike Dean, el referí que en la Premier League inglesa festeja los goles del Tottenham Hotspurs; menos repercusión tuvo Johnatan Zamora, que en la segunda división peruana cobró 5 penales (cinco) a favor de un equipo que en el partido de ida estaba 5 goles abajo. Pero Diego Ceballos hizo méritos para superarlos, debido a la trascendencia del partido que anoche jugaron Boca y Rosario Central, nada menos que la final de la Copa Argentina.
Ya venía mal la mano para el Canalla: en las semifinales frente a Racing sufrió la expulsión por doble amarilla de una de sus grandes figuras, su principal generador de fútbol; el pibe Lo Celso se quedaba sin final por un fallo demasiado rígido.
Pero si lo ánimos ya estaban caldeados en la vereda rosarina, el gol de Marco Ruben a los 37 minutos (la primer acción importante de un primer tiempo que no había ofrecido grandes emociones) hizo explotar la bronca. Era muy finita, en primera instancia no hay posición adelantada. La pelota llega de un tiro libre, cabecea Ruben al gol. Larrondo está en posición dudosa y va a buscar el cabezazo, pero es una acción muy rápida y dio toda la impresión de estar mal anulado.
Es el único fallo cuestionable, del que se puede dudar. Luego llegó la expulsión al Chacho Coudet, el DT canalla, que ya venía de una semana de mucha tensión ¿Qué consiguió Ceballos con su expulsión? Si la jugada era dudosa –por más que el referi y el línea estaban seguros- no cabía comprender el estado de ánimo del técnico? Una aplicación demasiado estricta del reglamento.
A poco de comenzada la segunda etapa vino la falta que Ceballos transformó mágicamente en penal. No fue magia, fue un error grosero. Peruzzi se desplomó luego de ser tocado afuera del área, por lo menos a un metro y medio de la línea. El lateral xeneize cayó adentro (hizo todo el esfuerzo que pudo por “piletear”), pero la falta era afeura. Lodeiro lo convirtió y puso en ventaja a Boca por 1 a 0.
En una acción como esta, un árbitro se puede equivocar. Pero el línea estaba mejor posicionado y ni siquiera le aportó un comentario a Ceballos, cosa que sí había hecho para reforzar la decisión de anularle el tanto a Central en el primer tiempo.
Y por si quedaban dudas, terminó de arruinar el partido con la convalidación de un gol de Chávez claramente adelantado (el relator de la TV Pública anunciaba el offside aún antes de que Chavez recibiera la pelota, de tan obvio que era). Vergonzoso.
En la noche de Córdoba, Ceballos homenajeó a William Boo, el referí maldito de “Titanes en el Ring” que siempre perjudicaba con sus injusticias a los buenos. Aquel enemigo de los niños al menos tenía mejor técnica para arbitrar.
La pelota se manchó. No lo merecía Rosario Central, que puso garra para jugar un partido que se le fue de las manos por errores ajenos, de la terna arbitral. Mucho menos lo merecía Boca, que se coronó bajo un manto de dudas (o más bien certezas), lo cual le resta sin merecerlo algo de mérito deportivo propio, que lo tuvo durante toda la Copa. Muchísimos hinchas de Boca venían de festejar el campeonato y se prepararon para festejar esta nueva estrella; aquellos que tienen criterio un poco se contuvieron ante semejante vergüenza. No es justo para ninguno.