El acta rubricada por funcionarios del Gobierno nacional y los caciques de la CGT, en la reunión de este jueves, tiene el tufillo de un documento noventista. El tono sumiso aceptado por los dirigentes sindicales da cuenta del verdadero contenido de la reunión.
Viernes 30 de septiembre de 2016
Fotografía: DyN / Ezequiel Pontoriero
Atrás quedaron las modestas amenazas de medidas de lucha; la denuncia de que “Macri gobierna para los patrones”; o el “inminente” anuncio de un “paro contundente”. Quienes suelen jugar el rol de combativos en los medios -como Pablo Moyano-, aturdieron por su silencio. A lo sumo, en estos días, la declaración de mayor impacto del camionero fue pedir que Independiente sea “invitado a la Libertadores”.
Ayer, en nombre del “diálogo”, la conducción de la CGT volvió a extender la tregua frente al Gobierno de la CEOcracia.
“No hay tregua ni fecha de paro” dijo -jugando con las palabras y los sentidos- Héctor Daer. Así trataba de engañar a los periodistas y al público en general. Una empresa que difícilmente haya cuajado.
Negociemos Don Inodoro
La CGT presentó al Gobierno un programa limitado, que se encuentra dentro de lo realizable, en el marco del curso político actual del oficialismo, camino al 2017.
El período de diez días de negociaciones por un bono de fin de año y modificaciones en Ganancias significa, en primer lugar, aceptar la imposición gubernamental y de las patronales de que las paritarias no serán reabiertas.
En segundo lugar, trae aparejada la posibilidad de pavimentar el camino hacia el anuncio de que no será necesaria ninguna medida de lucha porque el “gobierno ha escuchado”.
La mesa de diálogo aceptada por la CGT implica, al mismo tiempo, dejar de lado los reclamos de precarizados y trabajadores informales. La tan celebrada “alianza con los movimiento sociales” no sirve más que de truco publicitario.
La mesa, en todo caso, podrá mostrar los “frutos” de una gestión “responsable”, opuesta a quienes apuestan a medidas de lucha. Al mismo tiempo, significará acceder al pedido de la Iglesia y las grandes patronales que piden "diálogo" y no confrontación.
La casa no está en orden…
Junto al conservadurismo que busca evitar el choque y la tensión con Gobierno y patronales, también recorre las filas de la burocracia un cierto desorden, donde la emergencia de corrientes opositoras, combativas y de izquierda, se entrecruza con divisiones al interior de las mismas conducciones gremiales.
El triunfo de la izquierda y sectores combativos recuperando la conducción del Sutna (neumático) mostró la crisis de un sector de la burocracia sindical identificado con el kirchnerismo. El hecho parece haber actuado como un llamado de atención para los caciques sindicales.
En estas semanas hemos visto el uso reiterado de métodos proscriptivos para impedir el desarrollo de sectores de oposición en los sindicatos.
Este miércoles los trabajadores de Shell -opositores a la conducción del peronista Roberti- reclamaron frente al Ministerio de Trabajo exigiendo respuesta ante la impugnación a la elección fraudulenta llevada a cabo en ese gremio de Avellaneda hace poco más de dos semanas. Allí la lista opositora referenciada en activistas combativos, no pudo inscribirse “simplemente” porque la sede sindical se hallaba cerrada, un día hábil a las 11 h.
Este martes, los métodos de proscripción se trasladaron a la sede del Sindicato de la Carne de la Capital. Una patota fue la salvaguarda de la burocracia de Segundo Molina ante los trabajadores opositores que pretendían participar de la Asamblea Extraordinaria que definía la Junta Electoral hacia los comicios del 19 de diciembre próximo.
Si los sectores combativos y la izquierda constituyen un elemento de perturbación dentro de las filas sindicales, sus propias internas tampoco parecen aportar calma.
En estos días, el protagonismo de las crisis internas parece tenerlo el gremio conducido nacionalmente por Roberto Fernández.
En Salta hay más de una decena de choferes detenidos, acusados judicialmente de haber encabezado una toma de la sede del gremio hace dos semanas, junto al supuesto secuestro del actual secretario general. En el marco de una interna dentro de la misma conducción, Jorge Flores es acusado por sus opositores de permitir el despido de trabajadores de la monopólica empresa de transporte Saeta (Sociedad Anónima del Estado de Transporte Automotor).
En Córdoba, la conducción nacional -en una suerte de golpe destituyente- acaba de intervenir la seccional, desplazando a Ricardo Salerno y poniendo en su reemplazo al santafesino Luis Arcando. Los motivos no trascienden el siempre eufemístico cargo de “incumplimiento del estatuto del gremio”. Los motivos reales estarían en la excesiva “flexibilidad” de Salerno frente a una medida de fuerza de los trabajadores de la empresa Ersa.
La UTA viene siendo uno de los pesos pesado que más viene insistiendo en patear hacia un futuro indefinido cualquier medida de fuerza. No debería extrañar. Fernández no tuvo empacho en sentarse a la misma mesa con el ministro Guillermo Dietrich para defender la suba en las tarifas en el transporte.
El “descontrol” sindical se extiende a nivel federal. Ayer la CGT de Córdoba ratificó la fecha de un paro provincial el próximo 20 de octubre. A pesar de que anunció que hará “lo posible” por compatibilizar con una medida nacional, la central cordobesa está obligada a sostener un discurso de confrontación.
Unidad crujiente
La tan anunciada unidad del pasado 22 de agosto llegó después de meses de rosca interna. Sin embargo, ya parece estar crujiendo.
Los tirones vienen de dos direcciones distintas. Por un lado los gremios que quedaron afuera de la unidad cuestionado el triunvirato, hoy enrolados en el MASA y en el sector del “Momo” Venegas. Estos, sin hacer un anuncio formal, ya empezaron a delinear los pasos para apropiarse de Las 62 organizaciones peronistas en aras de establecer su propio espacio de negociación.
Desde otra dirección, el tironeo lo ejercen los gremios que más trabajan por la recuperación política de la oposición peronista. Allí se encuadran las dos CTA y la Corriente Sindical Federal, hoy referenciada paradójicamente con el radical Sergio Palazzo de bancarios.
La unidad alcanzada hace escasamente poco más de un mes ya empieza a mostrar algunas grietas que podrían profundizarse en un futuro no muy lejano.
Una casta conservadora
La resolución de este viernes, que dejó en un limbo el llamado a cualquier medida de lucha contra el ajuste, no hace más que evidenciar el marcado carácter de casta de la actual conducción burocrática de los sindicatos.
Ese interés de casta es el que, además, garantiza la continuidad de la profunda división en las filas obreras entre efectivos, contratados, tercerizados y trabajadores en negro.
Precisamente por ello las demandas de una porción enorme de la clase trabajadora no estarán en la “mesa de diálogo” que intentarán orquestar Gobierno, patronales y burocracia de los gremios.
La continuidad de la política de ajuste y la caída del nivel de vida de amplias capas de la población plantean la necesidad de impulsar una medida contundente para enfrentarlo, una medida como un paro nacional activo donde la clase obrera ponga en la balanza de la relación de fuerzas su peso como clase social central del país.
Esa pelea sigue estando planteada y es la que impulsan agrupaciones de izquierda y clasistas en gremios y lugares de trabajo, peleando por imponer desde abajo lo que los caciques sindicales se niegan a impulsar por arriba.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.