Este viernes vimos en la Ciudad Universitaria de Madrid y en el campus de la Universidad Autónoma de Barcelona dos macrobotellones con unas 25.000 y 8.000 personas respectivamente. Nuevamente la juventud en el foco mediático.
Aitor M. Contracorrent Barcelona - estudiante de Ciencias Políticas en la UB
Lunes 20 de septiembre de 2021
Los dos macrobotellones han vuelto a poner el ocio de la juventud en el ojo de los medios de comunicación y con ellos la masiva criminalización a la juventud. La misma que lleva un año y medio aguantando prácticamente toda la culpa de los contagios en esta pandemia, además de ser la que más ha sufrido las restricciones, eliminando cualquier tipo de actividad de ocio y social disponible previamente a la pandemia.
Se ha marginado la educación universitaria a lo virtual (muchos estudiantes catalanes pisan este lunes 20 de septiembre un aula por primera vez después del cierre de las universidades en marzo de 2020), las relaciones sociales se han restringido mucho durante estos meses, etc. En definitiva, se ha coartado a la juventud de toda socialización posible, algo que ha afectado gravemente a la salud mental de la juventud.
Hace tiempo que venimos hablando sobre la salud mental de la juventud, ya que es algo que realmente está marcando a una generación y que no se está haciendo nada para solucionarlo. Las enfermedades mentales en este sector de la población han ido en aumento en este tiempo de pandemia, llegando a tal nivel que el suicidio es la primera causa de mortalidad en la juventud. El suicidio es el resultado final de un proceso de aislamiento, criminalización, precarización… que hace que la juventud no vea ningún futuro.
Lógicamente las jóvenes no se suicidan ni tienen depresión por no ir de fiesta, pero sí que es verdad que en este tiempo pandémico la juventud ha necesitado poder socializar, y a encontrado la oposición hacia ello por parte de instituciones como el Gobierno central o los autonómicos, a lo que se sumaba la criminalización de los grandes medios y la represión de los cuerpos policiales.
Pero el ocio de la juventud no solo ha sido criminalizado en esta pandemia, sino que desde hace años se persigue el ocio no privado, como la ilegalización del botellón. Este país siempre ha alardeado de lo bonita que es la vida en las terrazas y sus gobiernos siempre lo han utilizado como reclamo turístico pero, si no estás sentado en una terraza pagando una buena factura, esto se convierte en un acto de vandalismo y de jóvenes maleducados que no hacen nada con su vida.
Todo esto mientras la vida de la juventud cada día es más precaria. El trabajo temporal parece ser por ley en la juventud, sumado a los bajos sueldos, subida del alquiler, de la alimentación, transporte… todo esto hace que el joven que quiera despejarse de su vida de mierda, haciéndolo bajo la ley, tenga que gastarse un dinero que no tiene en una terraza o en una discoteca.
Y esto se tiene que dejar claro, lo que se está criminalizando no es el ocio de la juventud, es el ocio de la juventud trabajadora y precaria, ya que vemos grandes fiestas como Fabrik en Madrid, en chalés de lujo que se venden las entradas a precios altísimos de manera clandestina… Pero que en un parque o una plaza haya jóvenes de clase trabajadora bebiendo es un crimen, y más ahora con el Covid.
Y ya no es sólo la represión del Estado con multas, si no que últimamente se está poniendo de moda entre las policías locales de este país la restricción a espacios utilizados anteriormente para divertirse, como parques, parkings… Y no solo el ocio de fiesta se está criminalizando, esta semana hemos visto en diferentes noticiarios otra ofensiva hacia los videojuegos y plataformas como twitch, donde decían que había aumentado las adicciones a estas. Entonces mi pregunta es: Si no puedo ir a la universidad, no puedo ir a trabajar, no puedo ir al gimnasio, no puedo viajar, no puedo quedar con mis amigos, no puedo ir de fiesta y tampoco puedo estar en mi habitación mirando el ordenador. ¿Qué me dejáis hacer?
Tenemos que repensar el ocio para la juventud, en primer lugar, se tiene que frenar esta privatización del espacio público, donde cada vez es más hostil este uso. Habilitar espacios públicos gestionados por los vecinos para decidir cómo se pueden utilizar esos espacios y acabar con la precariedad más absoluta que vive la juventud en estos días. Para poder así frenar este empeoramiento de salud mental y de vida que sufre la juventud.