La represión policial es una constante en cada marcha, paro o huelga, toma de colegios o Universidades a las que se ven empujados los trabajadores, estudiantes, mapuche, pobladores. Incluye la tortura. Y hasta la muerte. No se trata de excesos.
Sábado 23 de mayo de 2015
Respuestas inmediatas
Con el estudiante Rodrigo Aviles en riesgo de muerte tras la marcha del 21 de mayo en Valparaíso, se reactualiza el debate sobre qué hacer con la policía represora.
Las campañas de denuncia ponen un freno. Alertan, ponen en guardia, ayudan a organizarse para defenderse contra la represión.
La movilización de las organizaciones estudiantiles y de la izquierda es indispensable. Un medio para poner un freno.
La persecución judicial limita la impunidad. Pero nada resuelve. En estos días vimos la rebaja de pena al asesino de Manuel Gutierrez, mientras decenas de presos políticos mapuche siguen encarcelados.
Pero nada alcanza a ponerle fin. Y no se trata de excesos.
Se trata de la democracia para ricos
El problema central es de clase. Las fuerzas de represión están para defender la propiedad privada y a sus representantes, los partidos patronales, de la UDI al PPD.
La policía, en el día a día. Hace poco, en nombre de la propiedad privada, un vecino de Valparaíso disparó con su escopeta, y sería presuntamente el responsable de la muerte de dos estudiantes Diego y Exequiel, también en Valparaíso tras la marcha de estudiantes y profesores del 14 de este mes.
La apropiación de la riqueza que crean millones de trabajadores por un puñado de empresarios capitalistas, a cambio de sueldos de hambre, endeudamiento, condena a una salud, vivienda, educación y pensiones de segunda, es la fuente de la pobreza, que empuja en muchos casos a salidas desesperadas para sobrevivir, en algunos casos al delito social.
Y la causa central del delito es precisamente la persistencia del capitalismo.
Ante esto, lo esencial es levantar una política independiente del Estado, que enfrente a las fuerzas represivas y combata la pobreza y la desocupación.
Por eso, una salida verdaderamente socialista y de clase, parte por reconocer que no hay solución de fondo en los marcos del capitalismo y sus instituciones.
Para terminar de una vez con la represión en defensa de la propiedad privada y sus representantes -que no termina con la "inseguridad"- es la disolución de la policía y de todas las fuerzas represivas. La policía es irreformable. No se trata solo de excesos.
La seguridad de la población debe estar en sus propias manos, con una milicia basada en las organizaciones de trabajadores con organismos de derechos humanos y victimas de la represión policial e institucional. Una perspectiva que va de la mano con la lucha por acabar con la democracia para ricos.
Mientras tanto, impulsar activamente la movilización y denuncia contra los policías que reprimen, matan y torturan es una tarea indeclinable.