[Desde Caracas] La intentona golpista del 30A ha dejado muchos claroscuros, tanto en la propia situación del régimen y el gobierno de Maduro, como en la propia oposición de derecha. Desde que la ofensiva golpista tomó cuerpo el 23 de enero, y tras el fracaso de la operación “ayuda humanitaria” del 23 de febrero con todo el imperialismo y la derecha regional encolumnados, la situación parecía haber entrado en un impasse político, aunque era un secreto a voces que encuentros y negociaciones de todo tipo seguían su camino.
La oposición de derecha y el imperialismo tras un nuevo fracaso
Los movimientos de la derecha, en su intentona golpista con Juan Guaidó buscando generar un putsch militar desde las adyacencias de la base militar La Carlota, en el este de la ciudad, con un puñado de militares que no pasarían de 40 efectivos, y a su lado, el derechista Leopoldo López, al poco tiempo se mostraron un fracaso. Daba la impresión –por momentos– de que, en un acto desesperado para provocar remezones en las Fuerzas Armadas por la acción del efecto político o movidos por señales falsas, entraron en acciones sin la respuesta esperada desde los cuarteles, así como tampoco el “levantamiento” de la población ante su llamado y la acción conspirativa.
Esta vez incluso el imperialismo estadounidense demoró un par de horas oficialmente en pronunciarse, a no ser el senador republicano Marco Rubio; a diferencia del 23E, cuando lo hicieron a los pocos minutos, o el propio 23F, en que prácticamente estaban al mando de la operación “ayuda humanitaria”.
Muchas incógnitas también aparecen sobre una oposición encabeza por un Juan Guaidó, que se empezaba a mostrar deslucido desde el fracaso del 23F. Ni su intervención por la tarde el propio 30A, ni el 1M por la mañana –más allá de la retórica de que el “cese de la usurpación entre en la etapa definitiva” y la demagogia de siempre–, como tampoco su llamado a paro escalonado y huelga general impracticable en la administración pública, mostró un envalentonamiento de la jornada golpista. Con la amplia mayoría de la asonada –exceptuando Guaidó–, corriendo a refugiarse a las embajadas, la derecha y el imperialismo dieron muestras de un patético fracaso.
El atizar del momento político vino por parte del imperialismo y toda la derecha continental, que se volcó al apoyo de la “Operación Libertad”, incluso ya viéndose fracasada. El propio John Bolton, el asesor de seguridad nacional de Trump, había asegurado que el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, el presidente del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), Maikel Moreno, y el director general de Contrainteligencia Militar, Iván Rafael Hernández Dala, se habían vuelto contra Maduro. El miércoles, Elliott Abrams, enviado especial para Venezuela, declaraba que: “Hablaron, hablaron y hablaron y, cuando llegó el momento de la acción, no estuvieron dispuestos a hacerlo”. Ese mismo día Bolton volvía a afirmar que “Maduro está rodeado de escorpiones metidos en botellas, y solo es cuestión de tiempo” para que salgan.
Para muchos, todas estas declaraciones se trataban de una especie de “guerra psicológica” lanzada desde Washington para causar “pánico” en Miraflores, y justo llegaban en las horas de hermetismo que rodeaba al Palacio de gobierno.
Un régimen político en crisis con un Maduro más condicionado
Lo cierto es que lo que mostró la propia jornada el 30A y los días posteriores prefiguran una situación de mayor inestabilidad política pero cargada de más incertidumbre. Una de las grandes incógnitas, tras declarada la intentona golpista, se concentró en las más de 15 horas de ausencia de Maduro, con un único poder real haciendo declaraciones: las Fuerzas Armadas. Los demás personeros del régimen que hicieron declaraciones durante ese día no tuvieron ningún peso, a no ser la presencia de Diosdado Cabello, considerado el número dos del chavismo y de una de las facciones de poder, y con tanta visibilidad mediática como Maduro.
Incluso, una vez que se había declarado “controlada la situación y orden en los cuarteles” por parte de las Fuerzas Armadas –momento para que Maduro pudiera aparecer– transcurrieron aún largas horas. Más aún, en la declaración del Estado Mayor Militar con Padrino López a la cabeza, declarando “orden” al medio día, no mencionó en ningún momento a Maduro, lo que era más que llamativo, y una clara señal de hacer ver en manos de quién estaba la situación. Mientras esto transcurría, el hermetismo reinaba en Miraflores.
Qué ocurrió y qué discusiones se dieron en esas largas horas en la vieja casona de gobierno se mantiene aún como un interrogante, aunque no se necesita ser experto en política o agudo seguidor de la situación para percibir que en Palacio agitadas y turbulentas aguas se estarían moviendo. Bien entrada la noche aparece Maduro en cadena de televisión. Aunque es normal que aparezca siempre rodeado de militares en sus alocuciones desde la casa de gobierno, esta vez su aparición no se traslucía de igual manera; un reducido séquito con preponderancia militar –con Padrino López en la mesa– lo flanqueaba.
En el día después, durante el acto del 1.° de mayo y durante su discurso, Maduro continuó mostrando las costuras. En un inusual discurso que apenas llegó a los 48 minutos –inusual porque los mismos suelen ser de varias horas; seguramente no había mucho que decir–, más allá de hablar de lealtad de los militares y otras diatribas contra Estados Unidos, solamente se limitó a convocar para este sábado 4 y domingo 5 de mayo a una “gran jornada nacional de cambio, rectificación y renovación revolucionaria”. Algo que parecía ser más pour la gallerie que con otro objetivo real, y de paso algo impracticable si se le quiere llamar “gran jornada”, a no ser de reunión de su propio partido, el PSUV, sobre algo seguramente ya cocinado en la trastienda.
Solo fue 48 horas después, el 2 de mayo, volvió aparecer Maduro junto a todos los militares que le “juraban lealtad”. Demasiadas horas, cuando era habitual que tales declaraciones fueran ipso facto frente a acontecimientos semejantes e incluso menores. Quizás tales situaciones respondan a posibles fisuras; lo cierto es que un condicionado Maduro aparecía en escena en un régimen político sacudido por los remezones, y unas Fuerzas Armadas apareciendo como claros factores de poder en la balanza política.
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El fracaso del 30A y un imperialismo más agresivo
Leopoldo López, ya refugiado en la embajada del Estado español, buscó darle fuerza al discurso de la Casa Blanca, declarando que “Durante más de tres semanas […] me reuní con comandantes, allí [en su casa y bajo arresto domiciliario] me reuní con generales, allí me reuní con representantes de los distintos componentes de la Fuerza Armada y de distintos organismos policiales”. Agregando que “Claro que van a venir más movimientos en el sector militar. Claro que van a venir […] Espero que sean semanas para el cese de la usurpación”. Y para darle más fuerza a la acción golpista del 30A declaraba: “Nos hemos preparado para esto, esto no es improvisado”.
Aunque todo esto no es muy claro por lo secreto de los movimientos, el hecho de que apareciera involucrado en el movimiento del 30A el general Manuel Ricardo Cristopher Figuera, director del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), junto con otros dos generales de carrera, darían fuerza a lo declarado por López, más allá de si tales reuniones hubiesen ocurrido en su casa o no, o vía otros emisarios. Si bien se trata de generales sin mando de tropa, en el caso del director del SEBIN muestran, por un lado, las grietas entre fuerzas del Estado –entre Inteligencia, por ejemplo, y los cuarteles–, y por el otro, el nivel de penetración de la oposición, léase del imperialismo. Todo esto, seguramente, producto de los distintos juegos que se articulan desde Miraflores en la contraposición de fuerzas para los manejos desde las camarillas gobernantes.
Pero lo que es evidente hasta el momento es que el resultado de los acontecimientos no fue lo que esperaban Guaidó y Estados Unidos: no hubo un quiebre dentro de la FAN y los mandos con poder de fuego permanecieron en la línea del gobierno.
Seguramente es por esto que Estados Unidos se apresuró en sus movimientos políticos. Por un lado hacia Cuba, y por el otro, hacia Rusia. Fracasado el intento de golpe, Trump advirtió a Cuba que aplicaría sanciones severas si no dejaban de intervenir en Venezuela, tal como lo ejecutó este jueves aplicando en su totalidad la ley Helms-Burton. Hipocresía aparte de Estados Unidos –pues son ellos quienes están avasallando la soberanía venezolana con su injerencia directa y las amenazas de una intervención militar–, lo real que buscó mostrar y hacer valer es la fuerte presión sobre la isla y un salto en la belicosidad.
Tras lo anunciado el miércoles por la Casa Blanca sobre un encuentro entre Washington y Moscú, tras la conversación telefónica entre el secretario de Estado de EE. UU., Mike Pompeo, con el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, por la situación en Venezuela, Trump conversó directamente este viernes con Vladimir Putin, en la que además de Venezuela se habrían tratado temas como Ucrania, entre otros. Una conversación telefónica que se produjo mientras Mike Pompeo y John Bolton visitaban el Pentágono para “estudiar posibles opciones militares sobre Venezuela”, tal como trascendió en la prensa.
Washington sabe que para Moscú la situación en Venezuela es para un aprovechamiento político, y la usa para mejorar su posición en su disputa con EE. UU. (por su posición geográfica y desde el punto de vista geopolítico), siendo el país una ficha en el tablero internacional. Nadie oculta también que, para Rusia, la trascendencia política de Venezuela –además de su cercanía a Estados Unidos–, está en sus recursos naturales y la oportunidad de obtener ganancias en negocios realizados en el país, como lo viene haciendo en el sector petrolero. Y por tanto, todo es negociable si a Moscú le son más favorables ciertas concesiones de la Casa Blanca.
A pesar de lo aguda que se ha tornado la situación, continúa siendo poco probable una intervención militar abierta, más allá de las arengas que suelen venir desde Washington. El aislamiento político y el estrangulamiento económico, así como la fuerte presión sobre los militares, continúa siendo la opción más probable que se encamine desde Estados Unidos. Mientras tanto, Guaidó ha vuelto llamar a nuevas manifestaciones este sábado hacia los cuarteles, tal como lo ha hecho en otras ocasiones, sin los resultados esperados.
En este marco está la derecha regional; con las directrices claras de redoblar y acompañar el intervencionismo de Estados Unidos, realizó este viernes un encuentro del Grupo de Lima en Perú a pedido de Colombia, donde una de las novedades fue el llamado a que Cuba “participe en la búsqueda de una solución a la crisis en Venezuela”. Luego de la reunión en Lima se espera un nuevo encuentro en Costa Rica, el 6 y 7 de mayo, para la III Reunión Ministerial del Grupo Internacional de Contacto para Venezuela, conformado por la Unión Europea y doce países de Europa y de América Latina, en las que se buscan “salidas” negociadas.
Escenarios tensos en una situación impredecible
La incertidumbre es lo que más reina en Venezuela, sobre todo por las múltiples variables en una ecuación política cargada de muchas incógnitas, y los escenarios, cualquiera de ellos, se prefiguran abiertos.
Lo cierto es que el gobierno de Maduro se muestra cada vez más débil, acosado por la catástrofe más grande de la historia del país y su principal baluarte, las Fuerzas Armadas, irguiéndose con un poder cada vez mayor. Como sabemos, tras la muerte de Chávez, el bonapartismo comenzó a ser desempeñado por las camarillas gobernantes que cerraron filas frente a las embestidas de la derecha y las propias crisis internas. Al avanzar la catástrofe a niveles inesperados, las FF. AA. fueron clave en la consolidación del giro bonapartista del gobierno, se transformaron en el sostén de la imposición de la fraudulenta “Asamblea Constituyente” como poder “plenipotenciario” y supraconstitucional con la que el gobierno ha venido gobernando. Todo funcional a intereses de tales camarillas bonapartistas.
No es muy claro aún cómo ha quedado la relación de Maduro con las Fuerzas Armadas, que por el momento y públicamente, se han mantenido unidos, pero sin saberse los niveles de precariedad de tal unión o los acuerdos preestablecidos.
Acosado a los niveles que apunta Estados Unidos, incidiendo con belicosidad con los aliados de Maduro, y con unas Fuerzas Armadas que resisten en la medida de mantener sus privilegios, no está descartado que los militares le saquen la alfombra a Maduro, buscando erigirse como ejes de una transición en la medida en que consigan mantener el orden en los cuarteles y todo el poder de fuego. Esto sometido a grandes pactos y acuerdos.
La derecha, sobre todo por la más recalcitrante, busca seguramente una caída más abrupta, y en esto la acompañarían lo más rancio del imperialismo, tal como parece ser la cara más visible, Marco Rubio, u otros que claman abiertamente por una intervención militar. La línea de Leopoldo López y de Guaidó apuntan en esta dirección. Pero todo lo orquestado, leyes de amnistía de por medio, van siendo determinados por Washington, tal como fue incluso el nombramiento del títere de Guaidó como “presidente encargado”. El objetivo de Estados Unidos es todo un plan recolonizador en Venezuela sin medias tintas, pero de allí a una aventura militar hay cierta distancia. Cree que el resquebrajamiento lo puede obtener por medios no tan arriesgados.
La sobrevivencia de Maduro va a depender mucho más de sus aliados y, claro está, que los militares lo continúen sosteniendo. Menos depende de un apoyo de masas, este muy deteriorado desde que la catástrofe les cayó con ferocidad. Con una industria petrolera por el piso por la fuerte caída en los niveles de producción y las faltas de inversión que le dificulta incluso aprovechar cualquier alza de petróleo, pero agobiado más aún por el embargo petrolero desde Estados Unidos, que ha alcanzado incluso a impedir los envíos a Cuba; con otras industrias en situación de colapso, como lo son las industrias básicas como Sidor y Alcasa, entre otras; o con el colapso eléctrico (que más allá de la tesis del gobierno de saboteo, la verdad es también que no es grande el esfuerzo para sabotear un parque eléctrico fuertemente deteriorado a lo largo de los años), sería un gobierno sosteniéndose con mayor dependencia y sometido a un mayor entreguismo a aliados como Rusia, y en cierta medida con China, con quienes tiene sobrecargadas deudas.
Redoblar las energías en Venezuela y América Latina para enfrentar al imperialismo y cualquier tipo de golpismo
Como vemos, estamos en una gran encerrona para el movimiento de masas. Pero todo esto no debe hacer perder de vista en ningún momento que la cuestión de primer orden en el actual situación es oponerse enérgicamente a todo tipo de intervención imperialista así como a cualquier intentona golpista, y más aún de llegar a darse la amenaza de intervención militar. Todo esto sin la implicancia alguna de dar apoyo político o algún tipo de aval al gobierno de Maduro. La oposición férrea a todo plan de vasallaje y de recolonización, así como a cualquier golpismo, es una gran tarea democrática, que no implica tampoco dejar de luchar en ningún momento contra las miserias a las que nos somete Maduro. Por eso es que todo plan de emergencia obrero y popular ante la catástrofe tiene entrelazadas las tareas antiimperialistas.
Pero en esta situación es fundamental alertar también sobre las Fuerzas Armadas con su papel cada vez más preponderante en la crisis nacional. La suerte del pueblo no puede quedar en manos de esta casta privilegiada y reaccionaria. Por eso no hay que depositar ninguna confianza en estas FF. AA.; la lucha contra el golpismo y el imperialismo debe ser con total independencia política, con una política propia de los trabajadores en la perspectiva de fortalecernos también en la lucha contra la miseria a que somos sometidos y el autoritarismo del gobierno. Una derrota del golpismo proimperialista con nuestros propios métodos de lucha y levantando un programa de estas características, nos pondría en mejores condiciones para enfrentar también al propio de Maduro o cualquier intento de “transición” reaccionaria con estas FF. AA. como “árbitro”.
En este sentido también, para los trabajadores, la juventud, las mujeres de América Latina y otras partes del mundo, sobre todo para aquellos que residen en los países imperialistas, oponerse a esta agresión e intervención imperialista, así como a cualquier tentativa golpista, es una tarea de primer orden. Una avanzada del imperialismo con la imposición de un gobierno títere afín a sus intereses no hará más que aumentar las cadenas o redoblar la ofensiva en los demás países. Gobiernos como Macri en Argentina o el de Bolsonaro en Brasil, para solo mencionar algunos ejemplos, no harán más que fortalecerse. Pero una derrota por parte del movimiento de masas aumentará las energías de las masas en nuestro continente para enfrentar y derrotar a estos gobiernos cipayos y entreguistas.
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