Cambiemos, un “experimento” en tensión. La CGT y un paro que no cierra su crisis. La interna peronista: tren fantasma de la política nacional. El Frente de Izquierda en carrera.

Eduardo Castilla X: @castillaeduardo
Sábado 18 de marzo de 2017
“Declaramos a todos los obreros que, cómo órganos de ley que somos, seremos inflexibles en ella; llevaremos en el acto ante los tribunales competentes a aquellos que, despreciando la ley, abandonen los trabajos que deberían apreciar tanto más cuanto son necesarios para la existencia pública” (Proclama contra las huelgas, 5 de mayo de 1794, Francia).
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En el libro ¿Qué quiere la clase media? (Capital Intelectual, 2016), Pablo Semán advierte críticamente que las últimas décadas produjeron el “desarrollo de un conjunto de percepciones y jerarquizaciones que pone en el centro al individuo y sus demandas de realización, autonomía y consumo. Las entidades trascendentes se disuelven o se hacen menos gravitantes: la patria, el movimiento, la humanidad, incluso la familia son eclipsados por los intereses del individuo”.
Ese sustrato ideológico es el que se encuentra detrás del discurso y la política de Cambiemos. La apuesta de hacer primar el interés individual puede parecer aceptable para el gran empresario -o para ese invento conceptual llamado “emprendedor”-, pero se lleva mal cuando es preciso afrontar la lucha de clases.
En la conferencia del pasado miércoles, María Eugenia Vidal apostó a esa centralidad del interés individual. Intentó quebrar la solidaridad interna de los docentes, imponiendo un “premio” a quienes hubieran carnereado el paro en las semanas previas. Fracasó estrepitosamente, generando un recrudecimiento del encono contra su figura.
Precisamente por eso, este jueves la marcha docente volvió a ser masiva. La foto aérea de la movilización en La Plata mostró una multitud. Apenas había transcurrido una decena de días de otra de la misma proporción que tuvo lugar en la Ciudad de Buenos Aires.
Ambas imágenes evidencian que, por el momento, fracasa el intento de quebrar el reclamo de los docentes. Desde la estigmatización de la dirigencia sindical por su pertenencia política, hasta la idea de reclutar “voluntarios”, todo ha mostrado la impotencia de un Gobierno que prefiere evitar a toda cosa ofrecer un aumento salarial acorde a garantizar un mejor nivel de vida para la docencia.
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La estigmatización de Baradel, agregamos, desnudó otro error de lectura del oficialismo. La base docente sostiene duras peleas, desde hace ya tiempo, a pesar de la conducción del dirigente kirchnerista. La fuerza de la izquierda trotskista en las seccionales opositoras lo evidencia de manera palmaria.
Un “experimento” en crisis
Hace un tiempo escribíamos que “la gobernadora de Buenos Aires parece concentrar las expectativas de un conjunto de sectores del régimen que, oteando el futuro, ven en ella la opción promisoria para dar continuidad a esa derecha “moderna” –tan neoliberal como lo permite la relación de fuerzas- que encarna el macrismo en el poder”.
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En ese entonces, el arco político burgués parecía “rendirse” a los pies de la mandataria bonaerense. Pero la mujer de la eterna sonrisa ha mudado ya a un rostro más serio y adusto. A los problemas de la economía se suma el duro conflicto con la docencia.
Pero la intransigencia oficialista en esta pelea implica un juego peligroso para el Gobierno y para Cambiemos en su conjunto. Vidal está poniendo en tensión lazos con un colectivo de trabajadores que tiene, posiblemente, la mayor extensión a nivel territorial. En cada pueblo del interior de Buenos Aires -y del país- hay docentes. Puede no haber metalúrgicos, químicos o incluso estatales, pero hay maestros y maestras.
La gobernadora está chocando, además, con un reclamo que cuenta con amplio respaldo social. Respaldo que se sustenta en el extendido sentido común que afirma que la educación pública se sostiene gracias el esfuerzo de docentes y padres.
La continuidad del “experimento” Cambiemos –al decir de Carlos Pagni- está bajo tensión. Como señalamos hace poco “los números rojos de Cambiemos no están solo en el terreno de la economía. O en todo caso, para ser más precisos, tienen su correspondencia en el terreno de la política”. Agosto será el mes que dirá que tan abajo se está en la cuesta y que tanto futuro tiene el “proyecto”.
La CGT y su ancha avenida
La convocatoria de la CGT a un paro nacional del 6 de abril es el resultado de la crisis que atraviesa a la central sindical, con sus divisiones internas y su alejamiento completo de la base obrera. En ese marco, el paro no será más que un (breve) interludio en la misma.
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El acuerdo que consagró un triunvirato como dirección de la CGT resultó de una suerte de empate catastrófico entre distintas alas. La reunificación creo la figura de un Consejo Directivo, de amplia representación, donde todas las fracciones sindicales pudieran tener algún grado de poder.
En ese marco, “el mando” terminó en mano de tres actores de peso menor, empezado por ese personaje gris que constituye Carlos Acuña, alguien que, antes de ser elevado a triunviro, había recibido el triste apodo de “hombre invisible”. O Héctor Daer, cuasi desconocido hasta las vísperas de su consagración como “jefe”. En ese triángulo solo Juan Carlos Schmid podía ser registrado por una trayectoria de oposición, como ladero de Hugo Moyano y referente de la estratégica CATT.
Fue precisamente el nombre de éste último el que sonó como aspirante a secretario general para resolver la tensión interna. También se pudo leer el de Pablo Moyano. Sin embargo, con una burocracia tan ladeada hacia la “prudencia”, resulta difícil imaginar que esas propuestas encuentren consenso. una crisis que sigue abierta y que dará nuevos episodios.
Una estudio de la consultora Analogías, publicado hace una semana, daba cuenta de que más del 61 % de los encuestados no conocía a los integrantes del triunvirato cegetista. Entre quienes sí “tenían el placer”, el 63 % los veía con una mala imagen. La completa falta de representatividad que implica el actual “modelo sindical” no cesa de evidenciarse. De allí que los dirigentes se hayan encargado de ratificar que el paro será sin movilización. No hubieran soportado otro “baño de impopularidad”.
Esa crisis de representatividad y la profundidad de las tensiones alientan el desarrollo de tendencias más combativas y de la izquierda anti-burocrática. De allí se sostiene plenamente la vigencia de la pelea estratégica por recuperar los sindicatos de manos de esa casta parasitaria.
Peronismos
“El peronismo no fue capaz de ganar la durísima batalla cultural requerida para iluminar un sueño colectivo y consecuentemente organizar una nueva clase dirigente. Ni siquiera lo intentó” (Alejandro Horowicz, Los cuatro peronismos).
Al calor del declive de la gestión de Cambiemos, se desarrolla el rearmado-reconstrucción del peronismo como partido de oposición. Este jueves, después de varios meses, apareció en escena Sergio Massa. El tigrense no hizo más que repetir los tópicos que ha desplegado en estos años. El único cambio fue la reversión entre oficialismo y oposición.
Esta semana se conoció también el cínico apoyo de CFK al reclamo docente. Hace apenas un lustro, en cadena nacional, la expresidenta los calificaba de privilegiados e inventaba un régimen laboral cuasi paradisíaco que incluía trabajar 4 horas por día y gozar de 3 meses de vacaciones. La exmandataria nunca se molestó en disculparse con los millones a los que atacó infundadamente, así como tampoco se molestó en referirse a la reciente detención de César Milani, el genocida que puso al frente del Ejército en 2013.
Después de haber garantizado gobernabilidad a Cambiemos en 2016, el peronismo en su conjunto transita las horas (los días y los meses) de reconstrucción de su lugar en la oposición, apostando a las elecciones en provincia de Buenos Aires, en camino hacia 2019.
En la frase antes citada, Alejandro Horowicz refería al fracaso del primer peronismo en organizar una nueva burguesía, independiente del poder oligárquico. Con las salvedades del caso, el balance del último ciclo kirchnerista/peronista no puede diferenciarse mucho. La “reconstrucción de la burguesía nacional” terminó en los Lázaro Báez, Cristóbal López y en los bolsos de José ídem. Añadamos que otro empresario, de signo político contrario, fue parte de ese “fracaso”. Su nombre: Ángelo Calcaterra. Su primo, Mauricio Macri.
En ese marco, no sorprende que la “renovación” peronista se haga dentro de los marcos de la más vieja de las políticas. Un simple repaso ilustra. El ex duhaldista y kirchnerista Florencio Randazzo -con la aparente bendición del papa- se ofrece para competir con la ex menemista Cristina Fernández. El ex UCD y ex kirchnerista Sergio Massa se propone terciar. Suena también el nombre del exmenemista, duhaldista y kirchnerista Daniel Scioli, que podría enfrentar a otro ex menemista y ex kirchnerista, llamado Julián Domínguez. La interna peronista semeja una suerte de tren fantasma de la política argentina de las últimas décadas.
La izquierda en carrera
“Tenemos que estar donde estén las batallas más difíciles”, resumió Nicolás del Caño. Fue el martes, pasado el mediodía. La pelea más difícil -lo saben el conjunto de las fuerzas políticas y lo intuye gran parte de la población- está en la provincia de Buenos Aires.
El lanzamiento de las precandidatura de Del Caño en el mayor distrito del país y de Myriam Bregman en la Ciudad de Buenos Aires, mereció una enorme cobertura periodística, que llegó hasta la “medalla de oro”. No es para menos. El Frente de Izquierda es ya un actor de importancia en la política nacional. Lo evidenció el cuarto lugar logrado en 2015, con la fórmula presidencial integrada por quienes antes mencionamos.
Señalemos, para quienes tengan algún vago prejuicio aun, que ese anuncio se dio en el marco de una semana signada por la intervención de esos mismos referentes en las peleas en curso. Del Caño y Bregman son, por ilustrarlo de alguna forma, “planta permanente” en las masivas movilizaciones docentes.
Ese mismo lugar en las calles es el que convocan a tomar este 24 de Marzo, cuando se cumpla un nuevo aniversario del inicio del genocidio. Como no podía ser de otra forma, allí estaremos.

Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.