En el marco de la FED 2021, el viernes 1/10 se presentó el nuevo título de la Colección Ciencia y Marxismo de Ediciones IPS, La biología en cuestión (2007), en su primera edición en español (2020) traducido por Mario Iribarren.
La actividad comenzó con la intervención de Guillermo Folguera agradeciendo la invitación y señalando la alegría de poder hablar de estos temas y leer un libro de esta calidad y de estos tópicos en español. En su intervención se refirió en especial a uno de los capítulos-ensayos de la obra, “El retorno de viejas enfermedades y la aparición de nuevas patologías”, y a la impresión que le causó por su actualidad –en referencia al contexto de pandemia actual y a cómo esta fue producida– y por poner en juego cuestiones estructurales que muy raramente son consideradas, haciendo referencia a cinco aspectos: la visión de las enfermedades infecciosas como algo del pasado; las causas de esta idea; los patrones de enfermedad y su nexo directo con los sistemas políticos y sociales; la abrupta separación de salud y ambiente, y ambiente y comunidades; y la ausencia de una concepción de relación de las políticas de salud pública con las de ambiente.
Recorrió a su vez muchos de los desafíos que hoy están planteados, las discusiones institucionales (en la academia) y las estructurales, respecto a lo que Levins y Lewontin llaman industria del conocimiento, que transforma las ideas científicas en mercancías destinadas al mercado: “qué significa que la ciencia sea una mercancía más, las patentes de Covid-19, estar formando profesionales que hacen puerta giratoria entre los órganos de control y las empresas, empresas donde no se distingue entre el sector privado y el público [...] qué significa anunciar una vacuna como si fuera una producción nacional porque simplemente uno de sus productores es un gran empresario local; en sí, ¿qué conocimiento tenemos y cuál queremos para las comunidades y la naturaleza?”.
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Natalia Gómiz, quien además de biología es candidata del Frente de Izquierda-Unidad, retomó la cuestión de las epidemias y cómo desde la mirada dialéctica que proponen los autores estas se relacionan con los grandes cambios sociales, los procesos poblacionales, la alimentación y el uso de la tierra, haciendo hincapié en el capítulo “¿Es el capitalismo una enfermedad? La crisis de la salud pública estadounidense”. Allí, los autores plantean cómo fue cambiando la relación con la naturaleza, la epidemiología y las oportunidades para la propagación de enfermedades, proponiendo una nueva síntesis en el abordaje sanitario, que incorpore diferentes concepciones alternativas en salud desde una perspectiva anticapitalista, socialista y con una fuerte perspectiva ecológica. Entre los ejemplos citados por Lewontin y Levins, recorridos por Gómiz, resalta uno que ocurre en Argentina: el avance del desmonte en nuevos territorios donde aparecen nuevos contactos con especies que son despojadas de su hábitat natural, especies que pueden ser reservorios de nuevas enfermedades y agentes patógenos.
Una idea central de los autores señalada por Gómiz es que hay que considerar a la salud como un ecosistema. Desde la contaminación del agua y los desequilibrios biológicos hasta el estrés, los desequilibrios hormonales y del sueño, la exposición a la violencia e incluso los distintos horarios de trabajo, “que no son los que la fisiología nos pide, sino los que el capitalismo nos impone, adecuándonos a los trabajos que podemos llegar a tener, son algunas de las variantes propuestas por los autores para acuñar el concepto de fisiología socializada que tenemos”. Tomó también el tema de la pertenencia a las clases sociales, muy presente en la mirada de Lewontin y Levins, ya que las consecuencias de la exposición a los agrotóxicos, o a los basurales, no son iguales para todos: “ tiene que ver con el lugar donde vivamos, o si tenemos o no industrias cercanas”, aludiendo al ejemplo del Riachuelo donde los vecinos tienen plomo en sangre como consecuencia de las industrias que eliminan allí sus desechos, para mostrar cómo la pertenencia de clase afecta la expectativa de vida y la salud. Asimismo, Gómiz abordó los mitos del desarrollismo en la agricultura que desbrozan los autores, quienes “nos dan herramientas conceptuales claves” frente a un debate cada vez más urgente en Argentina.
Por último, se refirió a la experiencia de MadyGraf, la ex Donnelley bajo gestión de sus trabajadores desde hace siete años, poniéndola en relación con lo que los autores llaman la relación entre los saberes locales y su integración al conocimiento científico, uno es más práctico y otro más abstracto: “Productores y científicos al trabajar codo a codo son mucho más eficientes: esto funciona para la agricultura en donde se rescatan saberes, desde la práctica directa y saberes ancestrales generacionales, pero también en la gestión obrera. Habiendo escuchado el conversatorio de Guillermo Folguerra con MadyGraf ayer, se ve cómo los obreros abrieron sus puertas a la comunidad científica y técnica, y trabajan con especialistas. Aprenden un montón mutuamente. ¿Qué fábrica con patrones abre sus puertas a la comunidad?”.
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La tercera intervención, a cargo de Santiago Benítez, coeditor de La biología en cuestión, se centró en el capítulo 16 del libro, “Diez postulados sobre ciencia y anticiencia”. Frente a la pregunta ¿por qué estamos tan desvalidos frente a las crisis que enfrentamos ahora?, Benítez se refirió a cuestiones centrales a las que apuntan Levins y Lewontin en sus ensayos. Dejando de lado los sectores negacionistas, apuntó a los usos que se hacen de la ciencia. "La pandemia por Covid hubo que atravesarla con un método tan antiguo como la cuarentena”, planteó. Teniendo las herramientas de la ciencia a nuestra disposición, se preguntó "¿dónde estaban cuando las necesitamos?". Es que esas herramientas estaban y muchos científicos sabían de la posibilidad que los animales salvajes actúan como reservorios de virus que se ponen en contacto con poblaciones humanas con el avance de la deforestación, o que las megagranjas favorecen de múltiples maneras el salto de enfermedades animales a humanos. De manara tajante, trajo una idea central del libro: “Qué conocemos y qué decidimos ignorar no son dictados por una supuesta objetividad o neutralidad, la ciencia que hacemos bajo el capitalismo es determinada por el mercado, que incluye también agendas insertas en la ciencia [...] y que debemos denunciar como el determinismo sobre las diferencias raciales, de género o de clase”.
Benítez, quien dedica sus investigaciones a temas de evolución en el Laboratorio de Ecología Evolutiva (IMBIV) de la Universidad Nacional de Córdoba-CONICET y viene defendiendo la agenda ambiental como candidato del FIT-U en su provincia, se detuvo también en “una pregunta hermosa” que se hacen Levins y Lewontin ante una investigación: “¿Por qué las cosas son como son, en lugar de ser un poquito diferentes y por qué son como son, en lugar de ser muy diferentes?”, explicando que para los autores, las vías de investigación van por dos respuestas a esa pregunta: “las cosas son como son por mecanismos de autorregulación, de homeostasis, por la acción de fuerzas opuestas; y también son así porque tienen una historia, una evolución, y llegaron a ser de esa forma; igualmente podrían haber llegado a ser de otra manera, si hubieran tenido otra historia”. Finalmente, rescató el planteo de los escritores de que la crítica que debemos hacer no es en el vacío: “Somos trabajadores de la ciencia y también militantes”, remarcó.
Santiago aprovechó para hacer un paréntesis sobre la vida de Richard Levins y Richard Lewontin. Del primero, puede leerse una breve autobiografía en el último capítulo del libro, “Viviendo la Tesis XI”. Ambos fueron profesores en Harvard, miembros fundadores de Science for the People, que no aceptaron o renunciaron a la Academia Nacional de Ciencias de EE. UU. en desacuerdo con su militarismo y el sistema de honores que esas academias implican. No solamente lucharon contra teorías nefastas como el determinismo biológico desde sus escritos, sino involucrándose en las luchas, ya sea con la población negra, o viajando a Vietnam para mostrar su solidaridad; en el caso de Levins, ayudado a desarrollar la agroecología en Cuba y formando parte del movimiento independentista de Puerto Rico.
Por último, cerró su intervención rescatando algunas frases que encontró más lindas en el libro, que justamente están en el capítulo “Diez postulados sobre ciencia y anticiencia”:
Tenemos que exigir la apertura de la ciencia a aquellos que han sido excluidos, democratizando lo que es una estructura autoritaria modelada según las necesidades de las corporaciones, e insistir en que la meta de la ciencia debe ser la creación de una sociedad justa compatible con la riqueza y diversidad de la naturaleza.
No debemos pretender o aspirar a una neutralidad imparcial, sino proclamar como hipótesis de trabajo lo siguiente: todas las teorías yerran al promover, justificar o tolerar la injusticia.
La mejor defensa de la ciencia frente al ataque de los reaccionarios es insistir en una ciencia al servicio del pueblo.
El trabajo de la ciencia se trata de una tarea estratégica que implica, como ejemplifican los autores en el recorrido de sus ensayos, una militancia anticapitalista y socialista. En ese camino estamos y esperamos que este libro sea inspirador, entre otros, en ese sentido.
El libro La biología en cuestión puede conseguirse on line en la página de Ediciones IPS y en librerías del país.
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