Miércoles 4 de marzo de 2015
Las inundaciones que comenzaron el 15 de febrero en la provincia de Córdoba se volvieron un tema cotidiano en la agenda de noticas del país, las causas siguen siendo un tema de discusión, pero quienes vivieron y viven la tragedia en “carne propia” lejos están de pensar en estas cuestiones. Sufren día a día el haber perdido todo. Una de las localidades afectadas fue la de Villa Allende. La Izquierda Diario se hizo presente para conocer cuál es el estado de los damnificados y qué tipo de ayuda están recibiendo.
Idas y vueltas
La tarde estaba nublada, una tormenta se avecinaba y conseguir hablar con alguien sobre lo que está sucediendo se volvió una odisea.
Nos dirigimos a hacia donde nos envió uno de los tantos policías que se encontraba en la localidad. Fue la “Agencia Córdoba Deportes”, nos aseguraron que allí había un centro asistencial, el cual nunca encontramos debido a que Desarrollo Social de la Provincia de Córdoba ya no se estaba haciendo presente, a dos semanas de las inundaciones creyeron que ya no era necesario. La Municipalidad de Villa Allende sólo atiende por la mañana, sea cual sea la situación que se esté viviendo, por la tarde sólo se encuentra el personal encargado de la limpieza.
La región de Sierras Chicas se encuentra en alerta meteorológica. Aún así las familias damnificadas se encuentran en sus casas en las márgenes del arroyo el cual divide a la ciudad en dos, paradójicamente el sector pobre del humilde. Las visiones de los hechos también están separadas por el miedo y el desinterés.
Nadie nos pudo brindar información de lo sucedido, muchos eran los interrogantes. Dos barrios son los más afectados, Cóndor Bajo y San Clemente. El último se encuentra incomunicado del centro del lugar, ya que los puentes de acceso fueron arrastrados por el agua. No quedoó nada, sólo algunos escombros. La gente del barrio debe hacer un largo viaje hasta la Av. Goycochea para así poder llega a sus lugares de trabajo, muchos en el centro.
No fue un desastre natural
La sensación que quedó es de tristeza, impotencia y bronca entre quienes aseguran que esto fue responsabilidad y desidia por parte de quienes gobiernan. Si bien, muchos vecinos se negaban a hablar por miedo, muchos otros decidieron romper el silencio y relataron como encuentran inexplicable que ese arroyo haya crecido de esa forma y ningún organismo haya podido prever lo que sucedería, situación que se dio de manera contraria los días siguientes. Aseguran que muchas vidas podrían haberse salvado y que el número de víctimas, sólo en Villa Allende, asciende a treinta. Comentaron situaciones irregulares que presenciaron en esos días. Sólo para ejemplificar, el accionar de los policías que quitaban las patentes de autos que había arrastrado el río.
Todo sigue igual
Los vecinos que no fueron afectados o sólo de una manera parcial, continúan su vida con normalidad. Se murmuran algunos comentarios sobre lo que se llevó el agua pero muy pocos realmente se ven preocupados por la situación en la que se encuentran los vecinos del otro lado del arroyo. La presencia policial sólo se ve custodiando el centro y las entradas y salidas de los barrios más humildes. La escena parece irónica, ya que los puentes y pasarelas se encuentran derrumbados y la ausencia de maquinarias revela la nula iniciativa de reconstruirlos.
Hay una realidad que golpea a la provincia de la peor forma y lejos de brindar asistencia y ayuda a los damnificados en la mayoría de los casos familias de bajísimos recursos, el Gobernador de la provincia realiza todos los operativos necesarios para callarlos con en el miedo y las promesas sin cumplir.
Y mientras algunos prefieren esconder, tapar y olvidar, otros tratan de seguir adelante.