Las intendencias de Avellaneda y Quilmes anunciaron una nueva fase y dicen haber controlado el brote. Pero los vecinos denuncian falta de atención médica y de testeos. Testimonio de los esfuerzos solidarios del barrio y desmentida al discurso oficial. ¿Cómo sigue la situación en Villa Azul?
Domingo 7 de junio de 2020 14:01
Vallas por todo el perímetro de la villa, desde Avellaneda hasta Quilmes. Una barriada popular sitiada por un cerco policial de fuerzas federales y provinciales que controlan todo lo que entra y que nada ni nadie salga. Adentro, la vida de unas cinco mil familias depende de sus lazos de solidaridad mutua y de su ingenio para hacer entrar donaciones, mientras las calles están bajo el control directo Ministerio de Seguridad.
“Censuraron el barrio, porque no quieren que se diga la verdad”, dice Marcela desde adentro de la Azul, en una entrevista telefónica para La Izquierda Diario. Así nos explica por qué no dejan que los medios se acerquen.
Pero lo que transmiten las televisiones en todo el país, es la voz del Gobernador Axel Kiciloff: “Yo quiero agradecer a los vecinos y vecinas de Villa Azul. Porque fue voluntario (…) La enorme mayoría se puso de acuerdo en generar esta situación de aislamiento”.
“Bomberos, policías, helicópteros. No sabíamos si habían tirado una bomba" -es el testimonio directo de Marcela- "Llanto, gritos, un desastre fue. Un descontrol social total”. “De un día para otro un cordón de policía en mí casa. ¿Quién nos avisó? Nadie. No estábamos preparados. Ni ellos ni nosotros”. “No tuvo una logística. El Gobierno decía que estaban preparados para el foco. Y nosotros estábamos tranquilos. Ojalá que nunca llegue, decíamos. Si para ellos estar preparados era una cama y un colchón, que es cómo tienen (a los infectados) en la UNQui, yo no sé qué tan preparados estaban”.
La solidaridad de una supervivencia diaria y colectiva
Marcela y su familia viven en Azul hace largos años. Ella organiza una red solidaria llamada Sumate a compartir. Reciben donaciones de personas independientes o de organizaciones, pero sin ayuda directa del Estado. Ropa, abrigo, alimentos, barbijos, lavandina, camisolines, remedios. Que entregan a quiénes le tocan la puerta de la casa, se encargan de que llegue a distintas partes de la villa, a los que están en el improvisado centro de aislamiento de la UNQui y también a otros barrios como Villa Itatí.
Es así hace décadas en las barriadas donde viven los sectores más precarizados del pueblo trabajador. Una supervivencia diaria y colectiva. Comedores y merenderos populares. Gobierno tras gobierno se hacen planes de contención alimentaria que jamás alcanzan, siquiera para una buena nutrición de la infancia o se dan empleos municipales con salarios de hambre. El Estado mantiene la desigualdad estructural de las condiciones de vida y de vivienda; mientras beneficia los negocios millonarios de las industrias y empresas que explotan mano de obra en el territorio bonaerense.
Te puede interesar: "Tierra arrasada": el conurbano enfrenta la pandemia luego de décadas de saqueo
Te puede interesar: "Tierra arrasada": el conurbano enfrenta la pandemia luego de décadas de saqueo
“Hay mucha gente del barrio colaborando. Nadie tiene un traje de 500 lucas, es salir y pedirle a Dios que no nos pase nada”. “Hay grupos de wassap entre vecinos: lo que no tiene uno lo tiene otro. Y los circuitos tienen que ser muy pequeños para evitar los contagios”. Así es cómo los vecinos organizan una logística que ellos mismos idearon, sin intervención de ningún ministerio ni municipalidad.
En Villa Azul, los comedores que tuvieron que cerrar, como el de Los Cebollitas que trabaja a pulmón, de manera independiente y sin ayuda directa del Estado, están buscando la manera de volver a funcionar, pensando cómo mantener la higiene y redoblando los esfuerzos para juntar donaciones. Ellos además reclaman un IFE de $30 mil, para desocupados y trabajadores precarizados.
“Se le alcanza el alimento porque no pueden salir a comprarlo afuera del barrio. Se les da un apoyo muy fuerte en términos sanitarios. Es un operativo que incluye salud mental.” –Kicillof
Marcela desmiente los discursos sobre los bolsones de comida del Estado: “Nunca llega la ayuda a todos. Nunca". "En un terreno, donde hay 3 casas, 3 familias, te dejan una bolsa. Son 12 personas y te dejan 1 bolsa". A pesar de la inmensa solidaridad entre los vecinos, hay faltantes de todo: alimentos, higiene personal y para el hogar, pañales para adultos, toallitas femeninas, paracetamol para los enfermos de Covid-19. La lista es larguísima.
Por otro lado, quienes se encuentran aislados en sus casas transitando la enfermedad del Covid-19, no reciben asistencia médica de ningún tipo. Una vez más, son los vecinos los que se acercan a preguntar si necesitan algo, o a avisar en el la UNQui si hay alguna personas con síntomas. "Más allá de la solidaridad, nosotros no vamos a dejar morir a nadie acá. Pero esto es algo que tiene que hacer cargo el Estado".
Marcela, reclama que para "semejante encierro", el Estado debería haber dispuesto la logística y los recursos para un real abastecimiento de alimentos, medicamentos y todo lo que necesitara el barrio. Además de personal médico y también asistencia psicológica. En su caso su hijo está sufriendo de ataques de pánico.
Este lunes abren algunos accesos: ¿cómo sigue lo de Villa Azul?
Ahora comienza una nueva fase del plan sin GPS que el Gobierno y el Ministerio de Berni ciernen sobre Villa Azul. Después de dos semanas de total encierro, hay alegría porque habilitarán 2 accesos del lado de Avellaneda y de Quilmes. Pero la preocupación continúa por la falta de medidas sanitarias. Hace una semana la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, dispuso increíblemente que no era necesario continuar con el operativo DETecTAR en Villa Azul. Por otro lado, la falta de insumos básicos y medidas de seguridad para los trabajadores de la salud y la falta de previsión y recursos destinados para enfrentar la pandemia, llevaron a que el Hospital Fiorito de Avellaneda, cerrara el área de Oncología por casos de contagio en el personal médico.
Se hace urgente imponerles al Estado y a quienes siguen haciendo negocios millonarios con la desigualdad, una real planificación de los recursos para que la crisis social, sanitaria y económica de la que ellos son responsables, no la siga padeciendo el pueblo trabajador. La fuerza social para construir esta salida está en la alianza y solidaridad en la lucha de los miles de trabajadores que se vienen organizando de manera independiente contra despidos y cierres de fábrica como en Penta, fortaleciendo las solidarias gestiones como la de Ansabo y Madygraf. Junto a los jóvenes precarizados que están saliendo a reclamar trabajos con derechos. Coordinando con los sectores populares que tejen sus redes barriales.
Te puede interesar: Villa Azul: Coordinadora de Trabajadores impulsa la solidaridad con el barrio
Te puede interesar: Villa Azul: Coordinadora de Trabajadores impulsa la solidaridad con el barrio
Es necesario un plan de testeos e hisopados a la altura de los reclamos de los trabajadores de primera línea y de las grandes mayorías precarizadas. Que se realicen todas las exigencias planteadas por los trabajadores de la salud, quienes conocen las verdaderas necesidades del Sistema Sanitario. Un IFE de $30.000 y que se abran las plazas hoteleras de todos los distritos para dar albergue en condiciones a las personas infectadas de los barrios y que a su vez se ponga en marcha un verdadera reforma urbana integral.
Todos los recursos del Estado tienen que orientarse en este sentido: en vez de seguir pagando millones de dólares en la deuda odiosa, o de destinar subsidios millonarios para que grandes grupos económicos se ahorren el pago de salarios; es necesario que se implemente un impuesto a las grandes fortunas y a las ganancias de empresarios y banqueros, para disponer de los recursos necesarios. Son ellos o nosotros.
Fragmentos de la entrevista a Marcela