Mario Castells, es escritor y durante muchos años fue militante de distintos partidos trotskistas. Entre sus obras se encuentran ensayos como Rafael Barrett, el humanismo libertario en el Paraguay de la era liberal, la crónica Trópico de Villa Diego a la que refiere en este texto que nos acerca tratando de aportar retazos de la historia obrera de la región.
Miércoles 10 de junio de 2020 22:58
En Villa Gobernador Gálvez, al sur de Rosario, existe un rincón olvidado al que nombran Pueblo Nuevo y otro contiguo, su rescoldo, el Bajo Paraná. Su perímetro se configura costeando la franja del río que empieza en la media luna del Swift y el viejo campo de golf en donde ahora está la nueva planta frigorífica, la playa de los pescadores, la arenera y arriba la canchita de Villa Mercedes, las mandarinas, el pozo de agua y el cañaveral; volviendo a la ribera está la laguna, ese ojo de río, donde algunos decían sacar anguilas con el “dedo conchero” y el rancherío conocido como el Bajo Paraná; en la barranca, detrás de la cancha, el campo de don Paulino que cortaba la cuadrícula urbanizada, las toronjas que rodeaban su propiedad; y desde Córdoba hasta San Diego, el otro Bajo que termina en el lote del frigorífico Paladini y el viejo predio de la Vigil. Y volviendo en pinza, el bulevar San Diego, desde los matarifes hasta los talleres del ferrocarril, la avenida 1° de Mayo, las vías, sus tapiales, los eucaliptos, la Circunvalación, el Campo del Once, la Isleta, Pueblo Nuevo y el Cañonazo, las riberas del Saladillo en su desembocadura en el Paraná.
Hace 6 años salía mi libro Trópico de Villa Diego. En la Intro suicera, primer capítulo del libro que forma parte de la Colección Naranja de la EMR, se historizaba apenas el largo derrotero de los trabajadores de la Industria de la Carne. En ese capitulito narraba las luchas heroicas, las listas sindicales que habían despertado en trabajadores de una nueva oleada migratoria, recién llegada de las provincias del NEA al gran Rosario, la conciencia y la solidaridad obrera. Contaba la profecía de sus héroes (de La Chaira, la Lista Gris, la Naranja del Negro Zarate) y de la mugre, de lo ominoso de sus escarnecedores (Garcilazo y los sicarios de Rubeo y Cabrera que asesinaron a Constantino Razzetti y colaboraron con la dictadura, padres de la actual burocracia mafiosa de Fantini y Stange).
Mucho ha que esta asociación ilícita, ducha no solo en carnerear paros de sus bases sino de otros sindicatos como hicieron con la huelga de los trabajadores de SENASA hace unos años, ha extendido su dominio territorial atacando a trabajadores de la Carne enrolados en otras federaciones, como la de Buenos Aires, con métodos propios de la patota: aliado con barrabravas; así como atacaron a los trabajadores de Cocarsa, hiriendo a dos obreros con impactos de bala a la salida de la fábrica, en la zona norte del GBA, partido de San Fernando.
Hoy José “Beto” Fantini (alias el Potrillo) rey omnímodo en la Federación Gremial del Personal de la Industria de la Carne es hombre fuerte del entramado oficialista, compañero de Alberto y de Cristina. Su pequeño reinado regional le ha quedado a Jorge Stange, que fuera Secretario General Adjunto, Jefe de Paritarios del Swift y concejal de Villa Gobernador Gálvez hasta hace unos años, cuando se retiró el ex intendente, el fallecido PJ González, completando su mandato. Viejos referentes de la Celeste están volviendo a las fábricas para controlar a los jóvenes e inexpertos nuevos luchadores. Y no hablamos de militantes de izquierda o de la nueva ola K, no; nada más que pibes que no tienen el chip del disciplinamiento peronista del garrote y la zanahoria en la mente. Desconocedores de la historia ignominiosa de esa dirigencia, son armados para el fracaso por el mismo sindicato. Con ganas de pelear por salario son entregados a las patronales por “sus compañeros” que levantan el discurso nacional y popular.
La realidad en la Industria de la Carne (en el Swift y Paladini, pongamos, que es lo que más conozco) es la de un páramo sindical; con una vieja base obrera golpeada hasta el cansancio, ya que las patronales y el sindicato han destruido de raíz toda experiencia sindical clasista y borrado de la memoria las viejas historias de lucha. La misma lista Naranja de la que fue parte el Negro Zarate y el Gallego García (viejos referentes trotskistas), apenas desarticulada de sus máximos dirigentes se entregó de pies y manos a la plata del sindicato, rifando su prestigio. Empezando por quienes impulsaron últimamente La Chaira y en realidad renunciaron a ella bien temprano.
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¿Qué sucede hoy en ese sindicato, en esa Federación que tiene 50.000 afiliados en todo el país? Una muestra clara es la del Swift. La empresa de capitales brasileños está trabajando a full, faena el doble de las reses que antes de la cuarentena. Afectada la industria por la pandemia de coronavirus, este frigorífico exportador está matando hoy 2000 cabezas diarias. Los trabajadores de la despostada llevan su labor a la par de los ingresos de la Playa. Hay trabajo arduo, a destajo, con menos gente puesto que esta mano de obra calificada la realizan obreros más bien mayores afectados como personas de riesgo, no cualquiera es despostador. Es un trabajo de habilidad, calificado. Eso repercute en muchas horas de trabajo. Horas extras en todas las secciones. Desde la faena hasta la salchicha, pasando por la picada, la hamburguesa, el picadillo. Hasta la vieja conserva (que fue integrada a otras secciones cuando dieron de baja la tachería). Todo se vende fundamentalmente a Estados Unidos. Los “yales” van y vienen amontonando pallets de cajas. Las cámaras frías están repletas de cajas que tienen destino de exportación. También se vende a China. Las ganancias y los subsidios del gobierno son cuantiosos.
Pero eso no repercute en el salario de los trabajadores: 17 % de aumento es lo que obtuvieron los obreros de la carne y a otorgar en tres veces. También se les otorgó un bono de 3000 pesos en razón de ayuda por los percances de trabajar en contexto de cuarentena. Los bolsones de alimentos se otorgan a favor entre los “amigos” del sindicato. Y los descuentos más arbitrarios, como el de ayuda a los jubilados, tremenda barbaridad, robo al salario de trabajadores que están pagando sus jubilaciones, aportando a sus cajas y son despojados a veces hasta de 3000 pesos para cubrir el saqueo de la ANSES por parte de todos los gobiernos, el anterior y el actual, con complicidad de los que deberían estar defendiéndolos.
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No es casual, entonces, este regreso de las viejas alimañas del sindicato a las fábricas sino un síntoma de la crisis que se avecina. Porque ese joven activismo que pelea aún sin dirección es un impulso potencial de organización y lucha. La industria de la carne, en un país exportador como el nuestro, cobra una ubicación estratégica en el entramado capitalista regional. Quienes nos sentimos parte del FIT-U nos ponemos a disposición del activismo obrero y levantamos un programa acorde a las necesidades de la clase. Estamos por la prohibición efectiva de los despidos y suspensiones. Por mejorar no solo el salario sino también las condiciones de vida de los trabajadores. Por la defensa de los derechos gremiales de los trabajadores, lo que significa desarticular esa alianza entre la patota sindical, el Ministerio de Trabajo y las patronales. Y bregamos por la unidad de acción con todos los trabajadores en lucha. Recuperar lo mejor de la lucha obrera, aprender de los viejos errores, forjar las batallas por venir, en resumen, preparar nuestras postergadas pero merecidas victorias.