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Red Internacional
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1º de Mayo. Y vos, ¿de qué te quejás?

Muchas veces, las mujeres oyen esa pregunta, formulada por los hombres como una incógnita irresoluble o como un reproche que no espera ser respondido. Si hay respuesta, es esquiva e imprecisa, porque las mujeres tampoco saben muy bien de qué se quejan. Lo que motiva sus lamentos está invisibilizado en la sociedad en que vivimos.

Andrea D'Atri

Andrea D’Atri @andreadatri | Diputada porteña PTS/FIT

Martes 28 de abril de 2015

En la industria alimenticia, en las fábricas textiles, en las líneas de ensamblaje de electrónicos y otros lugares de trabajo, son comunes los dolores de espalda, las lesiones causadas por esfuerzos repetitivos que afectan principalmente las extremidades y otras enfermedades provocadas por las malas posturas, los movimientos forzados o la manipulación de cargas. También son comunes las enfermedades psicosomáticas asociadas a la estricta supervisión, la rotación de turnos y otras condiciones laborales. Otros padecimientos se relacionan con los trabajos que requieren la atención de otras personas, como la docencia, la enfermería, incluso los grandes centros telefónicos de atención al cliente.

Pero si esta situación es similar para hombres y mujeres ¿por qué las estadísticas muestran que ellas son las que más sufren sus consecuencias?

Si todos supieran que las jornadas laborales de las mujeres, teniendo en cuenta tanto las actividades productivas como las actividades para la reproducción de la vida –esto es, las tareas domésticas- superan las 60 horas semanales, buena parte de la pregunta estaría respondida.

Pero para el médico de la empresa, para la patronal y –lo que es peor aún- para sus compañeros y para las propias mujeres, ese “plus” de trabajo está invisibilizado y, por lo tanto, no se cuenta a la hora de registrar las consecuencias en la salud. Según diversos estudios, si la trabajadora está casada y tiene más de dos hijos, es más vulnerable a los trastornos como el estrés, la fatiga, la monotonía, el hastío psíquico. Pero, en la mayoría de los casos, estos síntomas ni siquiera son registrados: médicos, patrones e incluso la propia familia adjudican al mal carácter, al período menstrual o a una supuesta “queja femenina” existencial, los cambios de humor de las mujeres, aumentando la desazón.

Cuando los integrantes de una familia regresan al hogar después de sus labores, todos disminuyen su ritmo de actividad, excepto las mujeres, que deben realizar un trabajo que se extiende al día y la noche, toda la semana sin descanso y que requiere realizar muchas tareas al mismo tiempo.

Aunque los hombres comparten las tareas domésticas, más que en otras épocas, las mujeres siguen destinando más tiempo que ellos a las actividades no remuneradas, lo que no sólo va en detrimento de sus niveles de salud, sino también de sus posibilidades para la participación política y la recreación.

Cuando se levantan las de abajo, tiemblan los de arriba

Esa situación que padecen más de 5 millones de trabajadoras asalariadas en Argentina, no se da en el vacío; ocurre en una sociedad donde cada 30 horas, se encuentra alguna mujer sin vida, asesinada por la violencia machista, donde otra mujer más, muere en el mismo lapso de tiempo, por las consecuencias del aborto clandestino y donde más de 600 jóvenes se encuentran desaparecidas por las redes de trata.

Y mientras los empresarios se llenan los bolsillos con la explotación de estos 5 millones de mujeres, la dirigencia sindical tradicional hace oídos sordos a sus reclamos y no manifiesta ninguna preocupación por encontrar las mejores condiciones para la participación y organización de las mujeres en la lucha por sus demandas.

Eso le da un carácter explosivo y furioso a las rebeliones de las mujeres, y en esa misma espontaneidad radica tanto su potencial –que arrasa con todos los obstáculos, que supera todas las imposiciones- como su debilidad.

Lamentablemente, tampoco las agrupaciones interesadas en luchar por los derechos de las mujeres –cuya participación mayoritaria es de jóvenes estudiantes y profesionales-, tienen la vocación de colaborar con la organización de centenares, miles y más mujeres asalariadas de la industria, docentes, trabajadoras de la salud y jóvenes precarizadas en un gran movimiento de lucha que abrace las banderas de la emancipación femenina, contra la explotación y la opresión.

Sin embargo, desde los inicios de la historia del movimiento obrero, las mujeres socialistas han emprendido esta tarea con abnegación, heroísmo y orgullo.

El mismo orgullo con el que las mujeres de Pan y Rosas y el PTS en el Frente de Izquierda no sólo peleamos por el derecho al aborto y contra todas las formas de violencia machista, sino que también somos parte e impulsamos la organización de las mujeres trabajadoras. Poniendo en pie comisiones de mujeres en los lugares de trabajo, secretarías de género en los sindicatos arrancados a las viejas direcciones burocráticas, expandiendo un movimiento de mujeres concientes de que ninguna igualdad ante la ley puede convertirse en igualdad ante la vida, si no es con la construcción de esa poderosa fuerza material que haga realidad el anhelo del pan y también de las rosas.

Esa es la apasionante apuesta que te invitamos a compartir, invitándote a marchar con nosotras el próximo viernes 1º de Mayo a las 15:30 horas, al acto que el Frente de Izquierda realizará en Plaza de Mayo.


Andrea D’Atri

Diputada porteña del PTS/Frente de Izquierda. Nació en Buenos Aires. Se especializó en Estudios de la Mujer, dedicándose a la docencia, la investigación y la comunicación. Es dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Con una reconocida militancia en el movimiento de mujeres, en 2003 fundó la agrupación Pan y Rosas de Argentina, que también tiene presencia en Chile, Brasil, México, Bolivia, Uruguay, Perú, Costa Rica, Venezuela, EE.UU., Estado Español, Francia, Alemania e Italia. Ha dictado conferencias y seminarios en América Latina y Europa. Es autora de Pan y Rosas. (…)

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