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¿Qué se puede leer? A 109 años de la Primera Guerra Mundial

El 28 de julio el Imperio Austro-Húngaro declara la guerra a Serbia, iniciando con ello la Primera Guerra Mundial. Algunas lecturas y autores recomendados: Marc Ferro, Olivier Compagnon, Lenin y otros marxistas para aproximarse al conflicto imperialista que movilizó 70 millones de soldados, se calcula cerca de 10 millones de combatientes muertos y el doble de heridos. Pasen y lean.

Liliana O. Calo

Liliana O. Calo @LilianaOgCa

Viernes 21 de julio de 2023 00:02

Discutir las formas y características que asumen las guerras va de la mano de pensar el momento histórico en que se desarrollan, sus objetivos, el tipo de ejército, la técnica militar en uso y los fenómenos sociales que se ponen en juego. Los libros que seleccionamos, si bien diferentes en cuanto a los enfoques y posicionamientos, todos aportan a explicar un problema común: la complejidad y envergadura de la Primera Guerra Mundial como hecho histórico disruptivo para el conjunto de los estados en las primeras décadas del siglo XX.

👉🏼 Comencemos por uno de los clásicos, el trabajo del historiador francés Marc Ferro, La Gran Guerra. (1914-1918) (Alianza Editorial), publicado originalmente en 1968, entre el ocaso del predominio de las historias militares y diplomáticas sobre la Primera Guerra Mundial y la transición hacia los estudios que, desde los años 80, hacen énfasis en la historia “cultural de la guerra”.

El libro de Ferro está dividido en cuatro partes (Por qué tuvo lugar la guerra; La Gran Guerra: formas, métodos y fines; La guerra, en tela de juicio y La metamorfosis). Comienza preguntándose sobre los motivos y la forma entusiasta en que fue mayormente recibida en Europa. Una de sus hipótesis centrales sostiene que la Guerra funcionó a nivel interno como un momento liberador de tensiones acumuladas frente a las desigualdades de las opulentas sociedades industrializadas: para algunos la salida había sido la emigración, para otros la opción revolucionaria y para las amplias mayorías, explica, si bien las condiciones de vida europea se esperaba que mejoraran de forma gradual y no al mismo ritmo para todos, les ofrecía una oportunidad de evitar esa espera. Esto no excluía, en absoluto, que para los combatientes hubiese tenido un sentido patriótico de salvaguardia de los intereses de su nación. Ferro expone cómo este vívido sentimiento inicial adoptó en cada nación o coalición formas concretas, según tradiciones y rivalidades históricas (como las de Francia y Alemania o de ésta con los rusos), y explica esta “unanimidad patriótica” como efecto de un fenómeno reciente, una forma de reacción social frente a las tendencias universales y amenazantes que vivía cada país frente al desarrollo y la unificación del mercado mundial capitalista.

Junto a esta hipótesis sobre las formas que adoptó el camino hacia la Guerra, el autor da cuenta de sus causas estructurales: el conflicto global entre las potencias y su carácter imperialista, en el que conjuga aspectos sociales, culturales, económicos y políticos. Demuestra que si por un lado el “progreso” capitalista parecía alejar a las naciones europeas como Inglaterra, Francia y Alemania de conflictos y perspectivas revolucionarias inmediatas, en paralelo no dejaban de alimentarse los antagonismos imperialistas. Desde mediados del siglo XIX, recuerda, la distancia entre Inglaterra y las otras potencias industriales fue reduciéndose lenta y sin pausa, al tiempo que entre 1880 y 1914, cuando todo el planeta estaba conquistado y repartido, se produce el “salto” alemán. Antagonismos económicos y políticos que para el autor hicieron de la guerra un enfrentamiento “inevitable”, apreciación válida para explicar las contradicciones en última instancia del desarrollo imperialista pero tal vez insuficiente al excluir el factor de la lucha de clases, que incluye la actuación de los partidos socialdemócratas y en primer lugar el alemán. En este campo el texto muestra sus mayores flaquezas.

En cuanto a lo estrictamente militar el libro da cuenta de sus distintas etapas (de la movilidad a las trincheras); la sinergia económica que introdujo en las economías nacionales, a partir del segundo año del conflicto; el análisis de batallas centrales como la de Marne que, coincidiendo con el historiador Pierre Renouvin, evalua fue indudable una victoria del mando aliado (Joffre) y otras como la de Verdún o el Somme. El autor analiza las innovaciones técnicas de la propaganda respaldada por el Estado (la causa era justa y la victoria indudable) que frente a la duración no esperada y las atrocidades que se producían se demostró un factor determinante, aunque no siempre exitoso, para conmover a los espíritus en las ciudades y colaborar a la moral de victoria en el combate. Se detiene en lo que llama “el material humano y la guerra del material” para dar un panorama de la guerra vivida por los combatientes y las armas con que lo hicieron, para concluir polémico que del análisis de las estrategias y la actuación de conjunto del alto mando, éste encaró la guerra con una mentalidad caballeresca en una era industrial. Los últimos capítulos están dedicados a evaluar el nuevo escenario no solo en el campo de batalla sino a nivel internacional que abren la intervención norteamericana, “un verdadero golpe teatral”, y el triunfo de la Revolución en Rusia y las transformaciones y convulsiones sociales e ideológicas que acompañaron el final de esta “Guerra total”.

Como escribíamos al comienzo, esta obra es un trabajo clásico que de manera accesible y panorámica funciona como aproximación al tema retratando toda su tragedia. La Gran Guerra ayuda a entender el viraje que introdujo la Primera Guerra Mundial al dejar atrás el mundo construido a lo largo del siglo XIX, el mismo que con toda arrogancia e idealismo liberal parecía recibir de brazos abiertos al nuevo, con la firme convicción para muchos de ir por la ruta infalible del progreso.

👉🏼 ¿Por qué se produjo la Guerra? ¿Cuál era el camino para evitarla? ¿Cómo se posicionaron los partidos de la clase obrera ante la contienda mundial? El trabajo Marxistas en la Primera Guerra Mundial (Ediciones IPS, 2014) una compilación realizada por Guillermo Iturbide, busca responder a estos interrogantes desde la visión de autores como Lenin, Liebknecht, Rosa Luxemburg, Mehring y Trotsky.

La catástrofe que comenzó en julio de 1914 movilizó a millones. Cada una de las potencias europeas que participó en la contienda tenía sus propios intereses. Alemania tras la unificación en 1871, luego de la victoria sobre Francia, se dispuso a defender su rango de gran potencia a nivel mundial. Ello se tradujo en la disputa ineludible con Gran Bretaña que, aún conservando su predominio económico, daba muestras de vulnerabilidad. Francia una potencia en retroceso hizo del prestigio de su cultura y riqueza y nuevas adquisiciones coloniales, como las africanas, una forma de ocultarlo pero deseosa de superarlo y Rusia envalentonada por su extensión territorial y expansión creciente se expuso como latente amenaza. Cada Estado se preparó para esta disputa estratégica en lo que paradójicamente se llamó el período de la “paz armada” caracterizado por el auge del militarismo de todos estos países hasta bien entrado el siglo XX, primero como instrumento de expansión y seguridad nacional y luego como parte de la expansión imperialista que incluyó disputas coloniales. Como señala Iturbide en la “Introducción”, “la Primera Guerra Mundial inauguró claramente la época del imperialismo, un conflicto entre potencias imperialistas por la dominación mundial, cuyas contradicciones permanecieron sin resolverse hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.”

Los artículos, escritos y pronunciamientos permiten reconocer los debates y la intervención del movimiento marxista y sus distintas alas y expresiones, divergencias y confluencias, que abarcan los años previos a la Guerra. Aquí se incluye la Resolución del Congreso de Stuttgart en 1907 y el IX Congreso de Basilea en 1912, convocados por la II Internacional, y otros de cara a su desenlace, como el artículo de Mehring “La clase obrera y la guerra mundial” de julio de 1914 y la declaración de Liebknecht de diciembre de 1914 en el que detalla los fundamentos de su tristemente célebre voto en soledad contra la aprobación de los créditos de la guerra en Alemania, junto al texto de Rosa Luxemburgo luego de que la socialdemocracia se convirtiera aquel 4 de agosto en “escudera del imperialismo alemán”, en el que plantea los caminos para la reconstrucción de la Internacional.

Particularmente recomendables son los artículos de Lenin, “La guerra y la socialdemocracia rusa” (1914), el “Socialismo y la Guerra” (1915) e “Imperialismo y la escisión del socialismo” (1916), por los que es posible seguir las huellas de su pensamiento estratégico y el gran aporte que realiza en el campo de la estrategia revolucionaria tratándose de una etapa histórica nueva. En estos textos no solo vuelve a explicar cómo las guerras no borran las distinciones de clase sino que aborda los distintos mecanismos por los que las masas son conducidas detrás de ideales patrióticos y libertarios, sintetiza el combate al oportunismo de la socialdemocracia y al kautskismo.

Lenin vuelve una y otra vez, en estos artículos, a señalar que la definición primera y necesaria de toda estrategia revolucionaria, inútil de hallar en la historia de la diplomacia, comienza por definir el carácter de la guerra a través del análisis objetivo y de los intereses de las clases dominantes que participan en ella. Si como formulara Clausewitz “la guerra no es simplemente un acto político sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas con otros medios”, la guerra que se avecinaba, explica Lenin, no podía concebirse como un acto independiente sino como instrumento, como continuación de la política imperialista y por tanto, la política revolucionaria debía enfrentarla como tal. Por más grandes que parecieran las dificultades se trataba de “transformar la guerra imperialista en guerra civil”. Ésta, afirmaba, era la única consigna proletaria justa.

Los señalamientos de Lenin inscriptos en estos textos se demostrarán acertados. Luego de los primeros años los padecimientos sociales se hicieron más evidentes, y con ellos los conflictos de clase al interior de los países beligerantes. La ilusión con la que se había iniciado la guerra no era más que un momento transicional, como prueba el registro atento de Stefan Zweig en sus memorias, cuando se desvaneció el humo de la pólvora se tornó espantosamente visible la desolación que había causado la guerra. A ese estado de ánimo le siguió el enfrentamiento con los gobiernos y autoridades. Si en 1914 la clase trabajadora había dado su consentimiento y apoyado a su burguesía de la mano de la Segunda Internacional, este respaldo no era un cheque en blanco. Por el contrario, el triunfo de la revolución de Octubre y las revoluciones de la posguerra confirmaban una vez más la perspectiva leninista en un doble sentido: la guerra era partera de revoluciones y también que sin un partido revolucionario su triunfo no estaba asegurado.

👉🏼 “El presente trabajo tiene el propósito, en un primer momento, de describir la manera como se percibió y se vivió una guerra que, en sus comienzos, parecía solo afectar a Europa, pero que terminó por arrastrar en su tumulto de acero al conjunto de los países del Nuevo Mundo”. La cita corresponde a América Latina y la Gran Guerra de Olivier Compagnon (Crítica, 2014), señala uno de los ejes de este libro, dedicado a incorporar a América Latina en los estudios de la Gran Guerra. Para Compagnon esta problemática ha sido desplazada de los análisis del siglo XX latinoamericano, que tradicionalmente han quedado asociados a la crisis del ‘29 o a procesos revolucionarios como el cubano pero periféricamente en relación a las dos conflagraciones mundiales. Incluso Brasil, único estado latinoamericano que envió tropas hacia el continente europeo para el bloque Aliado, no escapa a esta norma. Vale mencionar que todos los países de América Latina permanecieron neutrales hasta la participación de EEUU en abril de 1917 y desde entonces, declararon la guerra a Alemania Panamá, Cuba, luego Brasil y en 1918 Guatemala, Costa Rica y Nicaragua, Haití y Honduras.

Un segundo eje organizador del libro intenta demostrar el impacto cultural de la Gran Guerra como “una de las matrices de la renovación de los debates sobre la construcción nacional del otro lado del Atlántico”. Influencia elástica y de matices que puso en contacto corrientes revalorizadoras del pasado hispánico colonial, otras vinculadas a la doctrina social de la Iglesia enfrentada al liberalismo y el surgimiento de nacionalismos políticos y culturales que hasta entonces se nutrían exclusivamente de los modelos europeos. Estas innovaciones implicaron un corte en la historia cultural de América Latina, reformulando aspectos del gran paradigma que oponía a la “civilización europea” la “barbarie latinoamericana”, desplazado desde la década de 1920 por otro en el que se va dejando de lado el vínculo con el liberalismo (francés y anglosajón) en búsqueda de una “tradición nacional” revalorizada. Este es el giro “que vive América Latina en la primera mitad del siglo XX y la Gran Guerra”, que según el autor resulta ineludible y ha tenido menos atención para la comprensión de la historia latinoamericana del siglo XX y de los regímenes que surgen desde 1930. Sus raíces, explica, radican no solo en la crisis de 1929 sino también en estas transformaciones inducidas por la catástrofe de la Guerra.

A partir de la prensa, archivos diplomáticos, de los debates políticos y la producción intelectual, a través de un enfoque comparativo de Brasil y Argentina, Compagnon aborda múltiples temas. Aunque tratados con desigual detalle y novedad, se problematiza el significado de la neutralidad ante el estallido bélico, fundado en el imperativo de la dependencia económica y el temor de estallido interior en sociedades herederas de procesos migratorios. Y más interesante describe el péndulo que la inclinó hacia posiciones pro aliadas, no exentas de voces disonantes, como ocurrió prontamente en Brasil y más tarde en Argentina luego de las presidencias Roque Sáenz Peña, Victorino de la Plaza e Hipólito Yrigoyen. Movimiento oscilante que daba cuenta de alineamientos al interior de las FFAA, de las relaciones entre las potencias imperialistas y la dinámica cambiante de la propia Guerra, que las afectó de forma diferente y replanteó su competencia estratégica a escala regional. En síntesis, sugerimos la lectura del trabajo de Compagnon como parte de los debates historiográficos presentes que discute el siglo XX latinoamericano, en el que la Gran Guerra aparece como un elemento central y de reflexión sobre las identidades nacionales.

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Liliana O. Calo

Nació en la ciudad de Bs. As. Historiadora.

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