Hace 8 años moría asesinado en el metro de Madrid Carlos Palomino, un joven antifascista de 16 años, muerto a manos de Josué Estébanez, un militar neofascista. El pasado miércoles 11 de noviembre se convocaba en Madrid una marcha en homenaje. Nuestro recuerdo es seguir luchando.
Sábado 14 de noviembre de 2015
El 11 de noviembre de 2007 tuvo lugar uno de los asesinatos de extrema derecha más brutales que hemos sufrido recientemente en el Estado español. Había sido convocada una manifestación racista en un barrio con significativa presencia inmigrante por el partido ultraderechista Democracia Nacional, autorizada por la Delegación de Gobierno del PP. Diversos colectivos de izquierda y antifascistas convocaban una contramanifestación.
De camino, Carlos Palomino subió al metro junto con otros jóvenes militantes antifascistas e increpó verbalmente a un individuo que llevaba una sudadera con simbología neonazi (Marca Three Strokes). Éste, el militar Josué Estébanez, intempestivamente y sin mediar palabra alguna, le apuñaló con una navaja en el corazón y huyó del vagón apuñalando a otro joven antifascista de entre los que intentaron detenerle, que resultaría herido leve. El brutal ataque quedó grabado en vídeo por las cámaras del Metro.
El posterior proceso judicial, que duraría dos años, se vio plagado de irregularidades, como el intento de robo de la cinta de vídeo que suponía la prueba del asesinato, el cual fue entregado por una taquillera que lo había guardado. Finalmente el asesino fue condenado a 26 años de prisión.
Este 11 de noviembre, como se ha hecho cada año desde su asesinato, una nueva manifestación en Madrid recordó a Carlos. Más de medio millar de personas, entre las que se encontraba la madre de Carlos y también de Alfon, el joven vallecano preso por participar de la huelga general del 14N de 2012, marcharon desde las estaciones de metro de Usera a Legazpi, donde finalizó con la colocación de velas, flores y fotos de Carlos.
Alfon, encarcelado en base a un montaje policial, conoció a Carlos Palomino, eran del mismo barrio. Su muerte fue uno de los detonantes que lo impulsaron a comprometerse con la lucha antifascista. Como él, son muchos los casos de represión a la juventud luchadora y la clase obrera, como el de Sergi, militante anitfascista condenado a cárcel o diversos sindicalistas y manifestantes a lo largo del estado.
El asesinato del Carlos, se sumó a una larga lista de crímenes cometidos por neonazis en calle, como el asesinato de Guillem Agulló, Lucrecia Pérez o Sonia Rescalvo, por ser antifascistas, inmigrantes o transexuales, buena parte de ellos perpetrados por militares o policías que tenían relación con estos grupos.
Esta democracia para ricos tiene como costumbre hacer la vista gorda para los fascistas, estén en las Fuerzas Armadas, los juzgados, la Policía y otras instituciones, o en la calle. Mientras estos asesinatos y ataques callejeros cuentan con gran complicidad desde las instituciones, desde los atentados de la extrema derecha en la Transición, como el de Yolanda González -cuyo asesino aún trabaja para el Ministerio de Interior-, la persecución a la juventud luchadora y los movimientos sociales aumenta al calor de la crisis.
Esta es la realidad para la juventud, caminar por la calle pensando en que grupos neonazis, absueltos en los juzgados una y otra vez de delitos de odio o tenencia de armas blancas, campan a sus anchas, como el caso de Armagedón o Frente Antisistema. Sufrir la represión en múltiples concentraciones contra esos grupos fascistas, mientras la policía les protege y las delegaciones del gobierno les autorizan. Que mientras ellos gozan de impunidad para ocupar edificios en barrios obreros con numerosa población inmigrante, como el Hogar Social de Tetuán en Madrid o el de Las Fuentes en Zaragoza, los Centros Sociales Okupados se desalojan brutalmente como Can Vies o Kortxoenea, y miles de familias son desahuciadas de sus casas para aumentar las ganancias de la patronal bancaria.
Seguimos sufriendo la represión policial cuando salimos a la calle, multas, golpes, detenciones, abusos en las comisarías y encarcelamientos. Por ser antifascistas y por luchar por nuestros derechos, mientras el neofascismo asciende al calor de la crisis, utilizando los viejos prejuicios xenófobos que la patronal usa para enfrentar a la clase obrera
El fascismo avanza si no se le combate, y en esta lucha el estado y su aparato policial y judicial no tienen un rol neutral. No sólo sirven para mantenerse en el poder utilizando la represión si es preciso, sino que vemos que esta democracia para ricos no tiene el más mínimo interés en enfrentar a las bandas fascistas ni en que su justicia actúe al respecto.
Esa tarea recae en las organizaciones de izquierda, los sindicatos y los movimientos sociales, en frente único para plantar cara a las bandas fascistas y de extrema derecha, sin ninguna confianza en las instituciones que los amparan.

Jorge Remacha
Nació en Zaragoza en 1996. Historiador y docente de Educación Secundaria. Milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.