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Red Internacional

La columna de hoy tiene que ver con el aborto y la clandestinidad, con la verdad por la que pugna la narrativa policial. Quiero recomendar dos novelas que desde ángulos distintos lo abordan. Una es la de la escritora Claudia Piñeiro, Catedrales (Alfaguara, 2020) y la otra, una novelita corta de Ariel Magnus, El aborto. (Una novela ilegal), publicada en 2018 por Editorial Tren En Movimiento.

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El sábado se cumplieron dos años desde que logramos la media sanción en la cámara de Diputados del Congreso. Ustedes lo recordaron el viernes y las redes sociales funcionaron como memento de ese día.

La columna de hoy (que pueden escuchar acá) tiene que ver con el aborto, la clandestinidad y la verdad de algunos crímenes. Por eso quería recomendar dos novelas que desde ángulos distintos lo abordan: Una es la de la escritora Claudia Piñeiro, que acaba de ser publicada este 2020 y a quienes ustedes ya entrevistaron en el programa. Se llama Catedrales y fue publicada por Alfaguara. La otra, una novelita corta de Ariel Magnus, El aborto. (Una novela ilegal) Es del año 2018 y fue editada por Tren En Movimiento.

¿Qué tienen en común estas dos novelas tan disímiles, además de la temática? Y lo que tienen en común es que ambas abordan el problema atravesadas por elementos de la narrativa policial. El problema del delito y del conflicto con la ley.
Quizás recuerden que en la primera columna hablamos de la literatura policial como el modelo de la ficción moderna, de la ficción paranoica, en tanto todo lo que está ahí en la superficie del texto, es pista que debe ser interpretada en busca de la verdad. El propio lector deviene detective.
Pero aquí, lo que resultó muy interesante de la novela de Claudia Piñeiro, aunque trabaja bastante con lo literal, es que sin ser estrictamente una novela policial, mantiene alguno de sus elementos.

La novela se centra en la historia de una familia de clase media y moral conservadora, en el conurbano bonaerense. La historia se va construyendo de manera fragmentada, a través de los puntos de vista de los integrantes de esa familia y es precisamente, la historia de tres hermanas. Son particularmente Lía, Ana, Carmen quienes exponen la trama de sus vidas a partir de que en algún momento de la juventud, ocurre un crimen.
Como en toda novela policial: hay un crimen. Acá hay una joven muerta, un cadáver mutilado, calcinado, arrojado en un basural. Nada que no hayan relatado hasta el hartazgo los medios de comunicación, como dice Gabriela Cabezón Cámara en su ensayo Basura , esos medios son los que siguen “la carnicería en una especie de show que explica los femicidios”.
Sin embargo, promediando la trama plantea otro enigma. ¿Es ese el verdadero crimen?
Se abre entonces, un doble juego de verdad-simulación que entra en la trama y pone en discusión cuál es el crimen verdaderamente cometido. Hay vagina y útero calcinados, pero, ¿fue crimen sexual” como el de una escena casi idéntica relatada en la novela, Las extranjeras de Sergio Olguín? Acá también, como en la realidad, hay que eliminar evidencias, hay que disimular la causa de la muerte. Despistar. Ocultar. ¿Ocultar qué?

Hay una familia destrozada, desmembrada, por causa de ese crimen. ¿Hay allí asesinato? O en realidad se esconde otro crimen detrás de este que sólo es aparente? ¿Cuál es, entonces, el móvil?
La novela se estructura entonces en torno a esas dos preguntas que torsionan la estructura de una novela con los recursos del policial, porque la pregunta que sobreviene en la pesquisa es ¿quién es el criminal?
Y entonces veremos que no es uno sino varios, y que además, tiene numerosos cómplices. El crimen se vuelve cada vez más atroz, a pesar de que su relato y descripción se desenvuelva presente con lógica inapelable.

Esta novela permite nombrar, con apellido y nombre, a los responsables en esa cadena criminal, que hasta se anima culpabilizar a las mujeres por sus decisiones, a las propias víctimas. Entre esos actores, hay uno muy importante al que Claudia Piñeiro le dedica, metafóricamente (y no tanto) el título de su relato de más de 300 páginas.
La novela tiene una estructura coral, donde cada personaje tiene en sus manos una parte de la historia. Cada quien podrá identificarse con el personaje que más le cuadre. Eso sí, Piñeiro no quiere dejar lugar a ambigüedades en un tema tan caro al movimiento de las mujeres, que integró y protagonizó, entonces, sienta posición.

La otra novela es la de Ariel Magnus: El aborto (una novela ilegal) .

Como contracara, la novela de Magnus se mueve en otro clima, entre otras tensiones: las de una pareja de clase media progresista, las contradicciones y dudas que enfrentan frente a un embarazo no deseado.

Aquí, la historia se desarrolla también en la clandestinidad del aborto en Argentina. Hay estado (capitalista), hay ley que prohíbe y entonces, si hay ley, hay crimen. Desde la narrativa del estado y sus leyes, la clandestinidad es eso.
Sin embargo, los personajes, Tom y Lara tienen la posibilidad y los recursos para cruzar el río, desembarcando en Montevideo. Pero la “idealizada” situación de Uruguay donde el aborto está legalizado, tampoco todo es lo que parece.

El tono de la novela de Magnus, no por distendido e hilarante, es menos incisivo. Tiene también sus episodios de opresión. Es la historia de una pareja joven, un comediante alemán, actor más o menos exitoso, y una mujer de 40 años, filósofa y argentina.
Hay, en El aborto mucho humor negro, gags, juego de palabras, discurso acelerado, casi sin pausas ni detenimientos para narrar el andar de estos personajes que zarpan en un viaje de iniciación hacia las condiciones y contradicciones de hacerse un aborto. En ese viaje, habrá pruebas para superar. Desde las dudas propias (buceando en la profundidad del deseo o no por formar “una familia con niños”) hasta aquellas certezas con argumentos y fundamentos asentados.
Pero también deben atravesar las “pruebas” que interponen en su camino los sectores antiderechos. La nouvelle de “aprendizaje” (o inciación) vira paródicamente a lo policial: aquí también, el verdadero crimen está en otro lugar.

Éste es entonces, otro de los elementos en común de ambas narraciones. La búsqueda de una verdad también sobre dónde y cuál es el crimen: en la obra de Magnus, los personajes también son perseguidos por el discurso moral de que "están asesinando a un niño por nacer”.
No obstante, la novela de Magnus, ahonda en la búsqueda de una maternidad y paternidad deseada, que no por menos consciente deja de ser contradictoria. Lo que hay en la novela de Magnus, es la reflexión en torno a una decisión que no quiere, ni puede, ni debe ser criminalizada.

Aquí, nuevamente, como en la novela de Piñeiro, lo que se presume ilegal y por lo tanto crimen, dejará de serlo cuando los argumentos se contrapongan. El debate por el aborto en Argentina, abrió a la palestra pública el discurso tanto de quienes defendemos el derecho a abortar como de quienes se definen pro-vida. Y allí aparecen la comisión de verdaderos crímenes, el cinismo y el desprecio por la vida de las mujeres que envuelven tales argumentaciones.

El derecho al aborto es una libertad democrática que las mujeres reclamamos como fundamental desde hace décadas, para evitar que aquellas de los sectores populares mueran por decidir. Una libertad negada a la mitad de la población. La lucha de las mujeres avanzó en descriminalizar el aborto como derecho. Y eso es una enorme conquista, aunque nos quede legalizarlo en el papel y en la vida.

Es así que, en última instancia, cada una de las novelas pone en juego una verdad, le guste a quien le guste, con la que nos enfrentamos cada vez que discutimos sobre aborto: se trata de decidir. De decidir en las condiciones de mayor libertad posible, sin condicionamientos morales, económicos, religiosos. Se trata de decidir porque, como señalan las mujeres de la marea verde: la maternidad será deseada o no será. Y el verdadero crimen, morir por ello.






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