Su papá trabajaba en el Astillero y lo secuestraron en el ´76. Cómo es ser hija de desaparecidos, mujer, obrera y socialista en una situación atravesada por la crisis y el ajuste del FMI.
Luisa Romo @EloMaria17
Miércoles 22 de mayo de 2019 00:00
Tania mira un rato los más de 50 nombres en cada placa que conforman el monumento en homenaje a los trabajadores detenidos desaparecidos del Astillero. Se acerca a una y mira. La placa dice Ricardo Noez. No es. Lee y relee. Rasca despacio con la uña y va sacando de a poco la pintura hasta ir convirtiendo una U. Ahora sí: Ricardo Nuez.
El 2 de Julio de 2007 fue el primer día que Tania entró al Astillero Río Santiago. Como parte de una pelea de hijos de trabajadores desaparecidos, ingresaron a trabajar con un grupo de ex detenidos sobrevivientes que fueron reincorporados. Tuvo una sensación muy grande en el cuerpo. De expectativa hecha realidad. La de poder caminar por donde caminaba su papá. Ver lo que veían sus ojos todos los días. Vivir un pedacito de la vida que vivió él y que ella no conocía.
— Sus compañeros me mostraron dónde trabajaba y me contaron anécdotas. Entrar al Astillero fue conocer a mi papá.
Ricardo fue desaparecido una madrugada del ´76 en su casa de Ensenada. Era militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y su caso fue en el 2015 parte del juicio a genocidas de la Fuerza de Tareas 5 juzgados por delitos de lesa humanidad contra trabajadores del Astillero, Propulsora y Swift, entre otras empresas.
La primera movilización caminando, desde Ensenada hasta La Plata, Tania se acuerda que la hizo llorando. La emocionó tener puesta la misma ropa que todos los trabajadores y formar parte de esas históricas -y emblemáticas - marchas.
— Yo no soy muy mística pero esas cosas me hacen emocionar.
Su papá estaba presente. De ahí surgió la idea de hacer una bandera con todas las caras de los desaparecidos. En cada acción se ve esa bandera que dice: “En cada lucha, ellos están”.
Entrar al Astillero -también- fue entrar a una fábrica para hombres.
— Ahora somos unas cuatrocientas mujeres, en ese momento apenas llegábamos a cien. Todas las zonas de producción estaban preparadas para que no estemos.
En su sector -control de calidad- había un solo baño, bajando una escalera en un lugar sucio y oscuro. Un solo baño para hombres -y tres mujeres-. Su primer embarazo lo pasó así. Cuando nació su primer hijo también era ese espacio común que tenía durante la jornada laboral de ocho horas -cuando lo permitido para quienes amamantan es de 6 horas- donde iba a sacarse leche. Fueron momentos complicados porque las condiciones para poder cumplir con los primeros seis meses de leche materna, eran casi imposibles.
Cuando Tania entró a trabajar, ya había delegadas de género, pero no estaba muy definido que rol tenían. Solo se encargaban de ver los talles o medir los tamaños de los trajecitos que tenían que usar – que ahora directamente ni siquiera existen, aunque por convenio les corresponde ropa de trabajo -.
Intentar cambiar el lugar de las mujeres en la fábrica y sobre todo pensar que el rol de las delegadas de género sea para luchar y organizarse, es una pelea reciente. El 8 de agosto del 2018 colgaron en la proa del barco Juana Azurduy un pañuelo verde gigante. Todo un mensaje en el marco del debate que llenó las calles de todo el país a favor de la legalización del aborto seguro y gratuito.
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El día que los trabajadores votaron la permanencia en el Astillero, Tania estaba en su casa. Cuando le avisaron que se iban a quedar, agarró ropa, la puso en el bolso, se abrigó bien porque ese día el frío era duro -en la fábrica se siente mucho más- y se fue dispuesta a instalarse días si era necesario.
Cuando llegó le contaron que había movimientos de gendarmería cerca y que parecía que estaban yendo para sacarlos. Ni lo dudó.
— Hagamos un cordón de todas las mujeres adelante. Si quieren entrar que pasen por arriba de nosotras.
Recorrieron con Naná- su compañera de La Marrón y Pan y Rosas- toda la fábrica, organizaron a las que podían quedarse y las que no. Muchas compañeras estaban con sus hijos. Planificaron todo para que las que quisieran ir al frente pudieran estar.
— Estábamos preparadas para resistir.
Y aunque finalmente gendarmería no apareció, lo que se demostró fue que había decisión de enfrentarlo todo. Ese día fue una gran lección. Una clase -de lucha de clases- que dieron lxs astillerxs para toda la región.
— ¿Viste cuándo cantamos que dejaríamos la vida por el Astillero? Bueno eso no es solo una frase. Es eso en serio. Como mi viejo y como nosotros. Astillero hasta la muerte.
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Sentada en el pasto -la noche anterior llovió y los mosquitos están terribles- se pone repelente en las piernas. Ya le prestó el celular a sus hijos, les consiguió la clave de wifi y les dio permiso para que se bajen algún juego y ganar un rato para charlar. Con el mismo tono de voz - tranquilo pero inquebrantable- con el que cuenta cada parte de su historia, Tania dice que siente la responsabilidad de que las mujeres del Astillero puedan ser referentes para dar una respuesta como trabajadoras ante la crisis actual, más aún en momentos en que se está organizando el Encuentro Plurinacional y en esta oportunidad la sede será la ciudad de La Plata.
— En la región creo que somos las referentes de mujeres de fábrica. Por la lucha que dimos todo el año pasado y además ser mujeres que cumplimos la doble función de trabajar en la casa y en la fábrica.
Hace ya más de cuatro años, a partir de un caso de violencia de género en la fábrica y en los comienzos del #Niunamenos, Tania y sus compañeras formaron “Pan y Rosas Astilleras”, para la construcción de una corriente feminista, socialista y revolucionaria que luche por la emancipación de las trabajadoras y trabajadores, que fue tomando más fuerza al calor de la Marea verde.
— Más que marea, Tsunami.