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Red Internacional
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Tribuna abierta. Brevísimo comentario sobre lo telúrico y el fascismo de Hugo E. Herrera

Compartimos una nueva colaboración de Javier Molina, sociólogo y miembro de la Asociación Gramsci Chile, esta vez como respuesta al artículo "Fascismos a la carta: respuesta a un comentario sobre el pensamiento de Hugo Herrera", de Juan Carlos Vergara Barahona, aparecida en el diario digital El Mostrador (19/11/2024).

Sábado 23 de noviembre de 2024

Javier Molina, sociólogo. Latinoamericanista. Miembro de la Asociación Gramsci Chile.
Instagram: Jamojoh

La “respuesta” construida por Vergara parece preconceptuosa, y no porque quiera defender a su amigo Herrera, lo cual consideramos loable, sino por la falta de argumentación tanto sobre el potencial fascista del nacionalismo herreriano como del porqué lo telúrico y Miguel Serrano no formarían parte efectiva de la conceptualización de Hugo E. Herrera (2019; 2021; 2023). Claramente, Vergara, como parte de la editorial Katankura, debería saber que en Octubre en Chile (2019), Hugo E. Herrera dice explícitamente:

“Es imposible entender nuestro pueblo sin su tierra. Rolando Mellafe escribe del carácter ‘infausto’ del chileno, constatando la influencia que sobre el pueblo ha ejercido el paisaje. La acción del paisaje en la identidad popular ha sido percibida y expresada constantemente por nuestros espíritus más sensibles: Lacunza, Molina, Neruda, Benjamín Subercaseaux, Oyarzún, Serrano, la Mistral. No es ‘sola poesía’, nudo asunto de textos a los que podamos mirar como a la distancia. La comprensión de esos espíritus sensibles es estrictamente pertinente. La tierra, como sentido, sustento y medida, es parte inescindible del pueblo” (Herrera, 2019, p. 32).

Así, invitamos a releer a quiénes cita: [Manuel] Lacunza, Molina –probablemente, en esta oportunidad, se refiere a Juan Ignacio Molina, debido a la referencia en páginas previas (Herrera, 2019); solo en libros posteriores cita a Enrique Molina y Julio Molina (Herrera, 2021; 2023)–, [Pablo] Neruda, Benjamín Subercaseaux, [Luis] Oyarzún, [Miguel] Serrano y [Gabriela] Mistral. Parece que el sr. Vergara olvidó releer el capítulo que el propio Hugo E. Herrera ha llamado “La tierra” (pp. 29-35), o bien, ha querido pasar gato por liebre.

Además, cabe destacar que el propio Herrera (2023, p. 40), sintetiza con una opinión de Serrano el ímpetu de la Generación del 38’, es decir, el campo del cual Mario Góngora –a quien dedica su obra– forma parte. Es más, Hugo E. Herrera (2023, pp. 40-41) defiende la separación geológica que propone Miguel Serrano. Es extraño, por decir de algún modo, que Vergara no quiera notarlo, tal vez tenga algún problema con asimilar a Herrera –y él mismo– a Serrano, desconozco la razón, especialmente, considerando que dice que “(…) no sería un problema considerar a alguien cercano a tal o cual idea fascista o nazista, si fascismo y nazismo fueran categorías estrictamente descriptivas o analíticas (…)”, por lo que dejo abierta la pregunta. Y, al menos, problemático para la línea editorial de El Mostrador que se preste para dicha pseudo-apología. En fin, continuamos con Góngora (en Herrera, 2023, p. 39), quien afirma una “total ruptura con la generación anterior y, por tanto, con la herencia decimonónica”, algo similar a lo que hemos destacado de Serrano.

Ahora, como comentaba Vergara, se puede agregar a Félix Schwartzmann y Luis Oyarzún, efectivamente. No obstante, yendo al índice de personas en su último libro, Herrera (2023) hace referencia a Miguel Serrano, cuatro veces, las mismas veces que a Oyarzún y el doble que Schwartzmann. Y no lo hace de manera crítica, como ya hemos demostrado. Por otro lado, más cercano que a Antenor Orrego –a quien no cita en ningún momento de su obra– pareciera estar de Pancho Orrego [actual candidato de RN –del cual Herrera es próximo– por la Gobernación en la región Metropolitana]. Asimismo, parece que Vergara se olvida de Oswald Spengler, o tal vez también le trae mala propaganda. Incluso, de Osvaldo Lira, quien también forma parte del campo de discusión de Herrera (2021; 2023).

Cabe destacar que en la última obra (Herrera, 2023), para ser más serios en los análisis, no cita ninguna vez a Germán Arciniegas, Mariano Picón-Salas, Ezequiel Martínez Estrada ni tampoco a Antenor Orrego, por lo que no sabemos de dónde viene la referencia a esas obras. Sí encontramos de manera importante a Hölderin, Heidegger, Kant, Schmitt y Spengler, en la vertiente europea, como también a Alberto Edwards, Francisco Encina –dos de los autores a quienes había dedicado su obra anterior (Herrera, 2021)– y Jaime Eyzaguirre. Inclusive, Jaime Guzmán (Herrera, 2014; 2021) es bastante más relevante que los autores que señala Vergara. En esa misma línea, la convocatoria a Carl Schmitt más que ayudarle en su argumentación lo perjudica. En gran medida, la Teología política schmittiana –como Vergara debe saber– es eminentemente contrarrevolucionaria. Ahora, si a la revolución conservadora alemana que derivaría en el nazismo, la quiere ver como una revolución activa, cabría revisar profundamente el marco conceptual. De igual manera, ninguno de los autores anteriormente citados –y que aparecen efectivamente en la obra herreriana– se consideraría muy revolucionario, por el contrario.

No pretendimos citar autores grandilocuentes porque la columna tenía interés en dialogar críticamente, pero como Vergara quiso refutar el argumento con cierto armamento teórico, que venía a despilfarrar cualquier tipo de análisis serio, no nos quedó otra opción que volver a los textos. A mí me parece que el autor, en algún momento, se confundió, porque a pesar de las vueltas, terminó sin responder ni breve ni extensamente nuestras preocupaciones. Esta “respuesta a la carta” de Vergara nos dejó con gusto amargo, poco habló sobre su amigo y lo telúrico. Más intentó poner conceptos o situaciones históricas en nuestra pluma que no hemos señalado ni hemos defendido. No caeremos en su juego retórico, es como decir que él es nazista porque defiende a Carl Schmitt: un argumento ridículo. Más nos preocupa consultar –nuevamente– en qué medida cree que es posible, entonces, higienizar esta relación con Miguel Serrano y superar tal vez la centralidad del concepto de lo telúrico en el nacionalismo herreriano. Además, aprovechamos de preguntarle, cuál sería esa vertiente que promovió como una revolución activa que no sea de izquierdas y que no devenga en fascismo.

La cuestión es la posibilidad concreta de que la interpretación de lo telúrico, además de remitir a la gama de autores latinoamericanos que trae a colación Vergara, escape de Miguel Serrano. De hecho, parece olvidar de propósito la existencia de un texto clave para este debate: Nacionalismo telúrico del propio Serrano (1974). Este texto, publicado en un revelador –y polémico– libro llamado Pensamiento Nacionalista, compilado por Enrique Campos Menéndez y publicado por la Editora Nacional Gabriela Mistral en 1974, es decir, plena dictadura y por un intelectual de la misma que buscaría justificar a través de estas narrativas la consumación del Golpe de Estado [sic]. Tengo casi certeza que Vergara conoce bastante bien aquel libro, donde además van textos de Ricardo Cox, Sergio Miranda Carrington, Alberto Arce Eberhard, Hernán Godoy Urzúa, Francisco A. Encina, Sergio Onofre Jarpa, Arturo Fontaine A., Nicolás Palacios, Osvaldo Lira SS. CC. y Jorge Prat E. –varios de ellos nombrados en Pensadores Peligrosos (Herrera, 2021) e, incluso, algunos son parte de la bibliografía en El último romántico (Herrera, 2023)–. Así, encontramos directamente citados a Hernán Godoy Urzúa y, obviamente, Francisco Encina que formó parte de Pensadores Peligrosos (Herrera, 2021), además del renombrado nazista chileno. En otras palabras, no son divagaciones nuestras como pretende presentar Vergara: es algo que seguimos profundizando, aquí hemos expuesto ciertos atisbos de sus relaciones con este nacionalismo telúrico.

Tengo una fuertísima intuición de que tanto Herrera como Vergara saben de la existencia de aquel texto, porque en El último romántico es, precisamente, ese libro de Serrano Ni por mar, ni por tierra el que cita Herrera (2023, pp. 39-40). No obstante, el asunto no es tanto sobre aquél, del cual pueden encontrar varias salidas, sino nuestra problemática sobre su narrativa fascistizante. De este modo, resaltamos parte del fragmento efectivamente referenciado: “se hacía necesario redescubrir, no ya las raíces de la propia vida, sino las del mundo y, principalmente, las de la patria, de la tierra que nutre las raíces” (Serrano en Herrera, 2023, p. 39). Y, continúa acompañando con el mismo autor, quien agrega: “(…) habrá que decir que es una generación desvinculada e invertebrada, sin lazo de unión con las generaciones anteriores […] Edades, épocas geológicas nos separaban” (Serrano en Herrera, 2023, p. 40). Ahí yace parte de lo que Vergara buscaba hechizar: las apariciones de Miguel Serrano.

En caso que no sea suficiente para nuestra contraparte, respecto a la relevancia de lo telúrico podemos decir citar un fragmento herreriano más: “como un movimiento telúrico, su fuerza efectiva [la del pueblo, claro está] es constatable recién a posteriori, una vez que el evento tuvo lugar” (Herrera, 2019, p. 25). Ahora bien, enfatizamos que nuestra preocupación no es tanto lo telúrico ni el propio Serrano, sino la narrativa fascistizante de Herrera. Cabe destacar que posiblemente Vergara tiene razón en un punto: lo telúrico no es determinante de una posición fascista. Similar a lo que fue nuestra interpretación: “(…) no podemos juzgar a Herrera por utilizar solamente una palabra, aun cuando nos lleve a un paradigma, al menos, confuso”. Por ello, cabe ahondar rápido su constatación.

Esto último, nos permite mostrar un par de recordatorios de Clara Zetkin (2019 [1923]) cuando comentaba que el fascismo posee un carácter de masas con especial apelo a las capas medias –que ella llamará pequeño burguesas– y que hoy podríamos llamar clases medias, algo así como lo que apela Hugo E. Herrera cuando señala el carácter mesocrático e integrador de su noción de pueblo (Herrera, 2019, pp. 23-28), la idea supraclasista que habíamos descrito anteriormente. Otro punto que destaca Clara Zetkin es la narrativa anticapitalista del fascismo –no sólo italiano, pero también ese– que sirve como asilo a todos los desabrigados políticos (Zetkin, 2019), lo que en HH vemos con la crítica al economicismo del Chicago-gremialismo sin la superación de la subsidiariedad –en lo que el propio Vergara ha estado de acuerdo–. Además, como si fuera poca coincidencia, la dirigente marxista comentaba que la ideología fascista eleva la nación y el Estado encima de los intereses de clases, es decir, todas esas fuerzas deberían unirse en una comunidad (Zetkin, 2019): “el pueblo es como una divinidad. Esta frase no es simple provocación, sino una constatación” (Herrera, 2019, p. 24). Parece un calco de algunos puntos de la propuesta herreriana: “(…) que los asuntos públicos terminen siendo tratados antes como cuestiones de Estado que de política de bandos” (Herrera, 2019, p. 108). En breve, no son alucinaciones nuestras, como pretende presentar Vergara, sino afinidades electivas a partir del análisis discursivo de la obra.

Y lo digo solamente para destacar que la lectura de Vergara fue muy rápida –o mal intencionada–, ya que trajo al debate autores que ni Herrera citaría, además de un intento por señalar que usaríamos la categoría de fascismo no como algo analítico, sino como un mote para “achacarle crímenes al rival”: algo alejadísimo a nuestra intención. Obviamente, podemos equivocarnos y haber leído algunos fragmentos de la obra herreriana a la rápida –dejamos espacio al error– pero, al menos, en términos de paradigma Antenor Orrego parece bien distante a Herrera. En esa línea, hasta Fausto Reinaga se podría interpretar como un autor telúrico, pero eso ya sería alejarnos demasiado de Hugo E. Herrera. Por eso, nos parece que la de Vergara es una crítica desprolija, escrita con cierta velocidad que dejó abiertos muchos flancos de ataque. En fin, la recibimos con agrado, porque es aún insuficiente respecto al distanciamiento de la noción de fascismo, y nos permite desarrollar de mejor manera el argumento del porqué la propuesta de Herrera tiene relación con lo telúrico y no se puede librar tan fácil de Miguel Serrano.

Y por si todavía no ha quedado clara la importancia de lo telúrico, podemos encontrar la siguiente cita: “el principio telúrico-popular opera en la dirección contraria al de la dispersión: hacia la integración” (Herrera, 2019, p. 106). Sin embargo, cabe recordar que en Crisis epocal y republicanismo popular, Herrera modifica la aseveración y señala: “el principio popular-terrestre opera hacia la integración” (Herrera, 2021b, p. 32), lo que no impide que lo telúrico reaparezca –y sea defendido– en los textos tanto coetáneos como posteriores. En efecto, tras nombrar el mismo listado ya citado al comienzo en la relación entre pueblo y paisaje, donde se vuelve a nombrar explícitamente a Miguel Serrano, agrega: “la comprensión de esas mentes es estrictamente pertinente” (Herrera, 2021, p. 222). Por ello, es llamativo que su amigo Vergara desacredite la evidencia del propio texto. Inclusive en relación a la importancia de lo telúrico –su primer intento de ataque–, por eso cerramos con la misma frase que Hugo E. Herrera cierra su Pensadores peligrosos: “ellos [los autores citados, entre los cuales está Miguel Serrano] son decisivos al momento de pensar en el despliegue de la nación. El pueblo es telúrico como la política es telúrica y, en esa calidad, la política es ineludiblemente responsable de la tierra” (Herrera, 2021, p. 222).

Claro está, no podemos culpar a Herrera por los dichos de Miguel Serrano, ni por la posición nazista y de supremacista blanco de este último –entre otras líneas ideológicas–, lo que estamos diciendo es que el propio Hugo E. Herrera tiene una narrativa fascistizante. De hecho, no vinculamos las aseveraciones sobre los cuerpos morenos de las hembras (Serrano, 1974, p. 252) que describe el nazista chileno en aquel texto, porque ahí ya sería entrar en un campo que deriva en pecado racial (Serrano, 1974), lo que no podríamos atribuirle a Herrera. Tal vez, por ese tipo de referencias, en el capítulo Historia telúrica (Herrera, 2023, pp. 62-69), Miguel Serrano ya desaparece del relato, aun cuando podamos encontrar resabios de él, lo que dejaremos para un próximo análisis. En fin, claramente no podemos asignarle a Hugo E. Herrera afinidad con los múltiples fragmentos de Serrano, por más que alguien quiera forzar la ligazón entre ambos. Entonces, en lo que sí tienen relación es la idea de telúrico y, en gran medida, también la construcción mítica del pueblo-paisaje (Herrera, 2019; 2021; 2023).

Agradezco cuando dice que “no quiere decir que la atención a estas realidades sea exclusivamente nazi”, porque nunca afirmamos que Hugo E. Herrera fuera nazista. Precisamente, a pesar de que nuestras conclusiones son muy distantes, sostengo algo próximo a lo que el propio Vergara señala sobre aquel nacionalismo (telúrico), es decir, que se trata de una posición y narrativa “(…) ávida de asir lo vernáculo, más allá de la distinción izquierda/derecha”. En suma, agregamos que aquella superación implica una deriva fascistoide, que incluye tanto a HH como al propio Serrano. En otros términos, me parece que Vergara no consiguió comprender que cuando digo fascismo me refiero a categorías analíticas, y no una búsqueda de incriminar a Hugo E. Herrera con algún epíteto. Eso lo convierte, justamente, en algo muchísimo más peligroso que un mero concepto incriminatorio. No le achaqué ningún crimen –como intenta tergiversar una vez más Vergara–, aun cuando el fascismo haya cometido y siga cometiendo varios. Tampoco atribuí a Herrera un mote de ideas como dice su amigo, simplemente, analizamos algunos de sus conceptos a partir de sus libros. De hecho, Vergara debería agradecerme por tratar la obra de Herrera como una línea ideológico-programática, como él la ha llamado; lo que, por lo demás, comparto. La mistificación de la nación ha sido defendida por el propio Herrera, de manera positiva en entrevistas y en sus libros, por lo que llama la atención que Vergara lo trate como algo problemático y negativo. Es como si buscara contradecir la misma obra que busca defender: “el pueblo, como un dios, aterroriza y redime” (Herrera, 2019, p. 24).

Por otro lado, recalcamos que cuando dice que, supuestamente según nuestra opinión, “todo guarda relación con el fascismo”, no quiso comprender nuestro texto e intentó rebajar nuestro uso analítico del término fascismo al mero “facho” como improperio, precisamente, lo que no es. Y por eso utilizamos la noción de revolución pasiva gramsciana, la que de hecho describe de buena manera, aunque podemos profundizar en un próximo capítulo si fuese de interés. Por lo tanto, no nos sirven “los fascismos a la carta”, sino que analizamos un discurso concreto que trae elementos vanguardistas, y con aparentes tintes revolucionarios, pero que en realidad es una narrativa reaccionaria. En suma, nuestro “breve comentario” –como le gustó llamar a nuestra contraparte– enfatizó en el nacionalismo y destacamos lo telúrico, porque ahí se encuentra el meollo del problema sobre la potencialidad fascista de la obra de Herrera (2019, 2021, 2023).

Finalmente, desconozco totalmente porqué habla del estalinismo en cuanto estamos tratando sobre la obra de Hugo E. Herrera. Es una discusión que vendría del más allá, fundamentalmente, considerando los análisis trotskistas sobre el fascismo. En este sentido, la “breve respuesta” de Vergara nos parece mala leche, es como quienes responsabilizaron de la revuelta chilena a una manipulación internacional, o quienes llamaron de alienígenas a los/as manifestantes. Un ataque que se podría esperar de un Luis Larraín o una Marcela Cubillos, pero esperábamos un argumento más robusto de alguien próximo a Herrera. Tal vez sean conexiones forzosas, una interpretación desleal de propósito, buscando su propia fórmula de “(…) a quien se le atribuyan tales motes no se le están asociando ideas, sino achacando crímenes (…)”. Es como si dijéramos que Herrera defiende que “la tierra está de espaldas, como lo estuvo la india para ser amada y poseída” (Serrano, 1974, p. 254), algo completamente fuera de lugar. O achacarle a Hugo E. Herrera la posición política de Heidegger o de Schmitt, solamente por ser autores claves en su obra. No tergiversaríamos el argumento así, tal como intenta hacer Vergara. En fin, hay varios elementos de su “breve respuesta” que nos dejaron un poco estupefactos, no entendimos si realmente buscaba responder alguna de las problemáticas que propusimos o simplemente atribuirnos un mote para tratar de desacreditar el análisis del nacionalismo herreriano como deriva fascistoide.

  •  Herrera, Hugo E. (2023) El último romántico. El pensamiento de Mario Góngora. Santiago: Crítica.
  •  Herrera, Hugo E. (2021) Pensadores peligrosos. La comprensión según Francisco Antonio Encina, Alberto Edwards y Mario Góngora. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales.
  •  Herrera, Hugo E. (2021b) Crisis epocal y republicanismo popular. Prólogo de Mario Desbordes. Santiago: Ediciones del Puangue.
  •  Herrera, Hugo E. (2019) Octubre en Chile. Acontecimiento y comprensión política: hacia un republicanismo popular. Santiago: Katankura.
  •  Herrera, Hugo E. (2014) La derecha en la crisis del bicentenario. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales.
  •  Serrano, Miguel (1974) “Nacionalismo telúrico” en Campos Menéndez, Enrique (1974) Pensamiento Nacionalista. Santiago: Editora Nacional Gabriela Mistral, pp. 249-263.
  •  Zetkin, Clara (2019) Como nasce e morre o fascismo. São Paulo: Autonomia Literaria.