La CNDH declaró que la falta de mantenimiento y cuidado de las cárceles mexicanas ha permitido el avance el contagio de coronavirus.

Emilia Macías @EmiliaMacas1
Sábado 4 de julio de 2020
Las cárceles mexicanas tienen condiciones horribles, sobrepoblación, mala higiene, entre otras cosas. Ahora con la pandemia empeora la situación, ya que no tienen equipo médico ni la infraestructura para enfrentar la pandemia.
Según informes de la CNDH, hasta el 1 de julio las cárceles del país suman 660 casos confirmados de coronavirus, así como 140 muertos. De los 296 centros penitenciarios existentes en México, 115 registran sobrepoblación, no hay manera de seguir con las medidas de salubridad como la “sana distancia” si ni siquiera caben.
No sólo se viven condiciones de hacinamiento, sino que no tienen medicamentos ni equipo médico, instalaciones salubres, un sistema de agua potable que funcione correctamente, no hay ambulancias, no se realizan pruebas de detección de Covid, y las personas en situación de vulnerabilidad, como la población con enfermedades crónicas o con discapacidad, son invisibilizadas.
Un caso preocupante es el Centro Estatal de Reinserción Social de Puebla, ya que ni siquiera había medidas generales de limpieza e higiene entre los presos. El personal médico dijo que no sólo no cuentan con insumos para enfrentar la crisis sanitaria, sino que tampoco tienen conocimiento de los protocolos establecidos por el centro.
Hay una mala organización en el resguardo y cuidado de los casos positivos; el hacinamiento de personas no sólo es entre la población carcelaria, también las personas que esperan a visitarles.
Además, no hay un registro oficial a nivel federal sobre la población en cárceles afectada por Covid-19, ni sobre las preliberaciones que los sistemas penitenciarios han otorgado para evitar contagios dentro de las prisiones del país, y aunque López-Gatell dijo que hablaría sobre los datos de contagios al interior de las prisiones, al final no se hizo pública esta información, pero aseguró que “se ha logrado segmentar a la población para evitar más riesgos y contagios”.
El 1 de julio, la CNDH publicó un reporte del monitoreo nacional por Covid:
Actualización del monitoreo nacional por #COVID19 en centros penitenciarios, al 03 de julio de 2020: pic.twitter.com/tQnXakcuT6
— CNDH en México (@CNDH) July 3, 2020
A pesar de que en algunos centros penitenciarios del país, como en Sonora o Ciudad de México, se están llevando a cabo acciones para contener la propagación del virus y la ansiedad que pudiera padecer la población carcelaria, o que en algunos centros penitenciarios cuenten con protocolos de salubridad, la mayoría de las cárceles están sufriendo por la gran probabilidad de contagio que hay.
Pero esto no es culpa del virus, las prisiones de México son lugares donde abunda la corrupción, la falta de servicios de salud y violaciones a DDHH como los tratos inhumanos y degradantes.
Es impresionante la falta de humanidad con el que este sistema social trata a las personas, donde se priorizan intereses económicos y políticos sobre la vida humana. Las cárceles, llenas de pobres, mujeres, indígenas y jóvenes criminalizados por la policía sin los recursos para poder defenderse, o que les han "sembrado" drogas para meterlos a la cárcel sin saber el tiempo de condena, son un reflejo de la descomposición social, así como de sus desigualdades y contradicciones.
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Esta cruda realidad se replica en cárceles por todo el mundo. En distintos países de Europa, las protestas de presas y presos, llamados "motines" por los gobiernos y sus medios de prensa, así como la represión de familiares, son una muestra de la función de las cárceles creadas por el capitalismo como parte del entramado de explotación de una clase sobre otra.
El desempleo, la crisis de violencia, la precarización de la vida, en fin, las consecuencias de políticas económicas y de "seguridad", no serán resueltas con más militarización como la implementada por el gobierno actual a través de la Guardia Nacional, mucho menos con el rescate a empresarios o la construcción de megaobras ajenas a los intereses de las comunidades en donde se imponen. Éstas, por el contrario, son un caldo de cultivo para más pobreza, más desesperación y más represión.