A raíz de la crisis global desatada por la pandemia de Covid-19 proliferan múltiples explicaciones, opiniones e información sobre la génesis del virus, su posible evolución, cómo se puede controlar la pandemia y qué mundo nos va a quedar después.
A continuación reproducimos los principales conceptos de la columna de ciencia en el Noti del medio día, a cargo de Lihuén Eugenia, miembro del staff de la Sección Ciencia y Tecnología.
Los orígenes del Covid-19
Sobre cómo surgió este nuevo virus hay muchas teorías conspirativas, por ejemplo que fue creado en un laboratorio financiado por Bill Gates. Están también las acusaciones a prácticas culturales, como es ya la icónica “sopa de murciélago” y el racismo que fomentan personajes como Trump que lo llama el “virus chino”.
Para empezar, digamos que en este caso no hay evidencia alguna de que haya sido creado a propósito, incluso publicamos en este diario una nota de la revista Nature donde a partir de estudiar el secuenciamiento genético de virus se llega a esa conclusión. Ahora bien, ya el hecho mismo de que sea plausible esa opción es de por sí significativo del rol que pueden tomar los gobiernos y estados y los usos que dan a la ciencia.
Sin embargo, las epidemias vienen aumentando en extensión, duración e impulso. Veamos cuáles son las causas y lo que sabemos sobre el origen de la pandemia
Parafraseando al geógrafo marxista David Harvey, ningún desastre es verdaderamente natural. Esta pandemia podía predecirse y de hecho se predijo. El biólogo evolucionista Rob Wallace, en su libro Granjas grandes producen gripes grandes, señala que los nuevos virus no son incidentes aislados.
La crisis ecológica que genera el capitalismo juega un rol clave: producto de la extensión de la frontera agropecuaria para la agricultura industrial o la ganadería se produce el desmonte de enormes extensiones de tierra, lo que implica la pérdida de diversidad funcional y complejidad ecológica, de tal manera que patógenos que antes estaban mantenidos a raya por las ecologías forestales de larga evolución se liberan y entran en contacto con la ganadería local y las comunidades humanas.
Las propias condiciones de la ganadería industrial favorecen la transmisión viral: el monocultivo genético de animales domésticos implica la pérdida de diversidad en los sistemas inmunológicos, ya que todos tienen la misma respuesta frente a los patógenos, es decir que si el virus enferma a un individuo rápidamente puede enfermar a toda la población. Los grandes tamaños y densidades de población facilitan aún más la transmisión y las derivas evolutivas de los virus.
Algunos patógenos emergen directamente de estos centros de producción (la gripe porcina por ejemplo), mientras que otros (como los coronavirus) aparecen al mutar desde los animales salvajes a las comunidades humanas locales, lo que se denomina transmisión zoonótica. La deforestación también produce cambios en el comportamiento de los animales salvajes que entran en contacto con las plantaciones, con los animales domésticos y los trabajadores rurales de nuevas formas. La caza de animales salvajes no es la única vía posible de transmisión, aunque la comida silvestre es un sector cada vez más formalizado en todo el mundo y capitalizado por las mismas fuentes que sostienen la producción industrial.
La razón estructural por la cual estos patógenos se vuelven más peligrosos es que el capital avanza cada vez más, mercantilizando hasta el último rincón natural y llevando a que el mundo entero se transforme en una enorme granja. Cuanto más largas son las cadenas asociadas de suministro y mayor es el grado de deforestación adjunta, más diversos (y exóticos) son los patógenos zoonóticos que ingresan a la cadena alimentaria.
La pandemia viaja a través de los circuitos del capital y de los humanos que trabajan en ellos, no solo por una transmisión aleatoria “comunitaria”.
La creciente globalización (cadenas de valor globales o turismo, por ejemplo), produce que un virus que se origina en las zonas más remotas puede trasladarse rápidamente por medio de la red mundial de tránsito existente y en unas pocas semanas viajar de una punta del planeta a la otra.
Pero es importante remarcar que este virus no es una excepcionalidad china. Los EE. UU. y Europa han servido como “zonas cero” para nuevas influenzas también y sus multinacionales impulsaron el surgimiento del ébola en África Occidental y del zika en Brasil. Los funcionarios de salud pública de Estados Unidos encubrieron al agronegocio durante los brotes de H1N1 (gripe porcina, 2009) y H5N2 (gripe aviar, 2014).
Además, mientras los peores daños del agronegocio se encuentran en el Sur Global (Asia, Latinoamérica, África) donde se configuran los principales negocios extractivistas, las ganancias se las llevan los fondos de inversión de los países imperialistas.
Pero lo que antes eran desbordamientos locales ahora son epidemias y pandemias que se abren camino a través de las redes mundiales de viajes y comercio y entonces de repente ciudades como Nueva York, Londres y Hong Kong, fuentes clave del capital global, se convierten en algunos de los peores puntos críticos mundiales.
La agroindustria está tan centrada en las ganancias que generar la evolución de un virus que podría matar a mil millones de personas se considera un riesgo que vale la pena. Se socializan los costos mientras las ganancias son siempre privadas, es decir, los daños causados por los brotes resultantes se externalizan al ganado, los cultivos, la vida silvestre, los trabajadores, los gobiernos locales y nacionales, los sistemas de salud pública y los agrosistemas alternativos en el extranjero. Las y los trabajadores cargan con la muerte y la miseria.
Entender la génesis de la pandemia y la crisis sanitaria que se está viviendo implica entender el capitalismo, los circuitos del capital y la “fractura metabólica”, en términos de Marx, en la relación de la humanidad con el medioambiente, que genera la irracionalidad de un sistema económico y social regido por la mercantilización y el lucro.
Para profundizar en el tema les dejamos la invitación al curso sobre coronavirus desde una perspectiva marxista en el campus virtual socialista de La Izquierda Diario.
¿Cuáles serían cambios sustentables?
Es necesario ver este desastre agroecológico sanitario de conjunto con los incendios en Australia y Amazonas como signo de la crisis ambiental. Esta crisis está revelando la irracionalidad capitalista a miles de millones de personas y la necesidad de poner en pié otro tipo de relación con el ambiente.
Para reducir la aparición de nuevos brotes de virus, la producción de alimentos tiene que cambiar radicalmente. Las y los trabajadores que son parte de estos circuitos del capital y que hoy se muestran como “esenciales” para su funcionamiento vienen protagonizando luchas por sus demandas que pueden avanzar en cuestionar absolutamente toda la forma de producción de alimentos, cuyas prácticas ponen en peligro a toda la humanidad.
Es imprescindible denunciar las consecuencias devastadoras de este sistema basado en el lucro privado y avanzar con nuevas formas de producción no mercantilizadas que empiecen por responder a las demandas del pueblo trabajador.