El Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias realizado en La Plata el fin de semana estuvo atravesado por las próximas elecciones y el anteúltimo día coincidió con el debate presidencial. En el bloque dedicado a “Derechos humanos, género y diversidad” uno de los temas centrales fue el aborto legal.
Celeste Murillo @rompe_teclas
Martes 15 de octubre de 2019 16:45
El debate se siguió en La Plata con atención (a pesar del aburrimiento regimentado), con expectativas y también con discusiones. La ausencia de las mujeres, ¿habla de estas elecciones o de las formas tradicionales de la política en las democracias capitalistas, hoy al desnudo por la crítica del feminismo y la movilización de las mujeres? ¿Qué coaliciones o partidos encuentran más lazos con el movimiento que sacude el escenario político desde 2015? ¿Qué lugar tienen nuestras demandas en las coaliciones electorales?
Desencuentros en debate
En una columna publicada hoy en el diario Página/12, María Pía López ofrece una lectura sobre el Encuentro y el debate presidencial. Como sucede con el Encuentro, existen muchas lecturas posibles, todas atravesadas por posturas y miradas sobre los proyectos políticos en disputa.
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Sería ingenuo pensar que las mujeres, por nuestro género, tenemos una mirada diferente y homogénea. Como todas las personas, tenemos miradas políticas por eso no existe UN feminismo ni UN movimiento. Pero algunas afirmaciones de este “contrapunto” se pelean con la realidad y o la ajustan demasiado a un relato.
“Todos los candidatos hablan sobre el fondo de la revolución feminista. Para combatirla desde el más tenaz conservadurismo, para homenajearlo con el símbolo que engalana el brazo, para reducirla a legitimación punitiva, para traducirla en políticas públicas”. Así describe María Pía López las posturas del tridente conservador Gómez Centurión/Espert/Lavagna, del por ahora presidente Mauricio Macri, de Nicolás del Caño del Frente de Izquierda y de Alberto Fernández del Frente de Todos. No lo dice abiertamente, pero solo presenta como válida la última opción y, con habilidad discursiva, reduce a “homenaje” a Del Caño, la única voz que apoyó abiertamente y sin condicionamientos la demanda de aborto legal, seguro y gratuito. Así, despolitiza el planteo de Del Caño, que nada tuvo de homenaje y en realidad, tiene mucho de político. Un planteo que habla menos de su postura personal que de una política consecuente y colectiva; no por casualidad su partido es parte de una de las agrupaciones más numerosas y reconocida incluso más allá de la izquierda, Pan y Rosas, y la candidata que encabeza la lista a diputadas y diputados, Myriam Bregman, es una referente con gran reconocimiento por su pelea por los derechos de las mujeres, en particular por el derecho al aborto legal.
Son correctas las sospechas e inquietudes acerca de la promesa del ministerio de la Mujer. “¿No será el ministerio un modo de acotar, una traducción parcial, una especie de victoria que tramita una derrota: la de preservar nuestra separación respecto de muchas otras cuestiones?”. Difícil superar lo preciso de la pregunta. Más cuando uno de los nombres fuertes del gabinete nacional es Juan Manzur, actual gobernador de Tucumán, responsable de la cesárea forzada de una niña violada, un hecho que involucra no solo la interrupción del embarazo, sino la violación de los derechos individuales de la niña y su madre que solicitaron una interrupción legal (reconocida en el Código Penal y el fallo FAL de la Corte Suprema) y la violencia institucional a la que fueron sometidas. El gobernador, clave en el armado nacional del Frente de Todos, no es un monje negro oculto, ni un brujo escondido, fue y es reconocido por Alberto Fernández. Si hay un nombre que parece allanar el camino de una “derrota tramitada” es Juan Manzur.
Ejecutar el presupuesto destinado a apoyar a las mujeres que atraviesan situaciones de violencia machista (como criticó correctamente Fernández al actual presidente, cuyo gobierno subejecuta una partida de por sí pequeña), reglamentar leyes e incluso crear un ministerio de la Mujer, podrían ser parte de tramitar esa derrota. Y no son menos ciertas las preguntas sobre la paridad, la igualdad y las políticas públicas con perspectivas de género, aunque no pensemos lo mismo con respecto a todas esas cosas.
Son exigencias justas y medidas necesarias. Sin embargo, no es posible pasar por alto dos alertas. La primera: ya sabemos que ninguna medida es suficiente para responder a un problema sistémico, una violencia que se reproduce constantemente porque sus raíces se hunden en el funcionamiento de esta sociedad desigual por definición. La segunda: el discurso del candidato más votado en las PASO está orientado a desarmar pieza por pieza la demanda del movimiento que llenó las calles argentinas el año pasado e hizo vibrar las de La Plata el fin de semana: el aborto legal seguro y gratuito.
Lecturas y silencios
María Pía López elige una lectura peculiar sobre la postura de Alberto Fernández acerca del aborto legal en el debate presidencial. “El presidente saliente intentó acotar las demandas a la cuestión de la violencia de género y a las lógicas de denuncia; quien probablemente será el futuro presidente amplió de modo bien interesante esa comprensión, incluyendo aborto y desigualdad social”. Es cierto que Macri quiere jugar la carta punitivista y acota nuestra lucha a la violencia machista. La segunda parte podríamos decir que es relativamente cierta, el candidato habló de esos temas. Menos cierta es la afirmación de que haya existido un “reconocimiento de que la legalización del aborto es urgente”, al menos de parte de Fernández. Veamos las palabras de Alberto: “En Argentina los abortos ocurren y seguir castigando lo único que hace es criminalizar la conducta y hacer que todo se vuelva clandestino. Hay que tender a la legalización, porque así les vamos a dar oportunidades a las mujeres pobres. Terminemos con la hipocresía”.
Leer ese discurso como un reconocimiento de un planteo urgente e ignorar las palabras del único candidato que sí lo hizo está, por decir lo menos, reñido con la realidad. Se puede estar más o menos de acuerdo con Nicolás del Caño, su Partido de Trabajadores Socialistas o el Frente de Izquierda, pero lo cierto es que fue el único candidato que reconoció que la legalización del aborto es urgente y que es una demanda de un movimiento vivo. Otra vez, vayamos a las palabras: “Las mujeres están sometidas a cargar con el trabajo doméstico no remunerado. Ellas son las que más están sufriendo esta crisis. Legisladores de Cambiemos y del Frente de Todos votaron en contra del aborto. No son pro-vida, son antiderechos. Estoy convencido de que las mujeres volverán a salir a las calles y que será ley”.
La postura de Fernández es conocida, tanto como su habilidad de equilibrista para no inquietar a ajenos (como las cúpulas eclesiásticas) pero sobre todo a los propios. Es decisión de cada persona aferrarse a la postura personal del candidato (que, dicho sea paso, ha variado sutilmente según el momento y el lugar) o escuchar atentamente el discurso elegido para delinear la guía de lo que parece ser su política. Despenalizar fue la forma de encontrar ese equilibrio que tampoco tiene garantías entre los pesos pesados del peronismo que avivan la alianza Frente de Todos, pero sirve como herramienta para no cortar los puentes con una parte de su electorado que no parece renunciar a su demanda. Algo de eso se vio en los talleres “Estrategias para acceder al aborto legal” (de los más masivos) en el Encuentro de La Plata donde, por cierto, no hubo mención ni reconocimiento de la despenalización como un paso “positivo”. La demanda que volvió a agitar los pañuelos verdes en el Pañuelazo y la marcha masiva fue aborto legal, seguro y gratuito.
El movimiento de Argentina que se transformó en un ejemplo de lucha y perseverancia, no necesita lecciones de cómo luchar, tampoco hay nada que indique que sea necesario moderar las demandas. Si la reacción avanzó en esta carrera de velocidades y puede ampliar su presencia en el Congreso (el campo donde se librará la batalla) no es porque fuimos demasiado lejos en nuestra exigencia, sino porque tenemos ir más a fondo todavía. Si no escucharon nuestra voz con vigilias masivas, además de redoblarlas quizás sea tiempo de tomarnos en serio la exigencia mínima de que todo candidato o candidata haga pública su postura antes de cualquier elección y de hacer efectiva la exigencia a las centrales sindicales de paralizar el país. Después de todo, la mitad de sus miembro está afectada y sabemos que son las mujeres pobres, trabajadoras y jóvenes las que más sufren las consecuencias del aborto clandestino.
No tiene sentido ajustar la realidad a un relato, porque confunde y, sobre todo, porque no es efectivo. Hay opciones abiertamente reaccionarias, hay otras que usan las demandas de las mujeres como piezas de cambio. Basta recordar a las sororas de Cambiemos que lloraron en la sesión del aborto legal pero votaron rabiosas contra las mujeres a favor de la reforma previsional (y no solo de esa coalición), pero también a senadoras como García Larraburu que, después de darse vuelta a último momento y votar contra la vida de las mujeres, fue premiada con el segundo puesto en la lista de senadores del Frente de Todos.
Es cierto que los “gestos” de Macri son muecas cínicas, pero igual de cierto es que hasta hoy el Frente de Todos privilegió las alianzas con los sectores conservadores como Juan Manzur (Tucumán),Jorge Capitanich (Chaco) o Eduardo Valdés (hombre clave en la relación con el Vaticano) y tiende puentes hacia las iglesias evangélicas (como Verónica Magario, futura vicegobernadora de la Provincia de Buenos Aires, que creó la subsecretaría de Culto para el pastor evangelista Gabriel Ciulla, de la misma ACIERA que se sienta con Macri), por mencionar algunos ejemplos.
Reconocer la justeza de los planteos de candidatos de otras fuerzas políticas, incluso con aquellos con los que no se está de acuerdo, enriquece el debate de un movimiento social que alberga en su interior muchas ideologías y perspectivas política. Lo contrario obtura el debate y debilita la lucha por derechos democráticos elementales, con fuerza y alianzas estratégicas en la calle, y sin aliados y aliadas de sobra en el Palacio.
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El 27 de octubre, esa disputa volverá a tener su expresión electoral, no solo ejecutiva sino también legislativa. Y en ese terreno, no es menor la aclaración de Del Caño (que nadie puede desmentir) de que el Frente de Izquierda es la única coalición con candidatos y candidatas 100% a favor del aborto legal, que es la demanda del movimiento que hace solo dos días reafirmó que su pelea es por el aborto legal, seguro y gratuito. Nada menos.
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.