Durante el fin de semana se conocieron los asesinatos de cuatro mujeres. Los femicidios son un flagelo que no cesa mientras el Estado no aplica las políticas públicas que el movimiento de mujeres viene reclamando desde el primer #NiUnaMenos de 2015.
Lunes 16 de septiembre de 2019 16:58
Hoy es lunes, pero no es un lunes más. Durante el fin de semana cuatro mujeres fueron asesinadas. No “aparecieron” muertas. Una vez más la violencia machista nos muestra su poder de la forma más brutal. Esta violencia machista es la misma que nos hizo salir a las calles ese 3 de junio de 2015 para decir “no nos maten más”, no queremos “Ni Una Menos”.
Navila Garay tenía 15 años y vivía en Chascomús. El hombre, de 56 años, que está detenido acusado de ser el responsable del femicidio, la enterró en un jardín y para que no sospecharan dijo que era un perro. Vanesa Caro de 38 años fue prendida fuego por su pareja delante de sus cuatro hijos, vivía en Lomas de Zamora. Cecilia Burgat tenía 42 años y su ex pareja la asesinó brutalmente en la provincia de Santa Fe. Laura Cielo López de 18 años vivía en Plottier, una localidad sureña de Neuquén, su cuerpo fue encontrado en una zona de casaquintas.
El jueves pasado, hace apenas 4 días, publicábamos en esta sección las cifras de la violencia machista. Decíamos que esos números, que son mujeres asesinadas, solo reforzaban lo que ya sabíamos. Que en la mayoría de los casos el femicida es pareja o ex pareja, o está en su entorno cercano y que los femicidios en su gran mayoría se producen dentro de la casa de la víctima. Algunas son madres, otras son hijas, hermanas, primas o amigas, pero en todos los casos son mujeres que pagan con su vida la violencia machista que sigue poniéndonos en peligro.
Algunos estudios indican que la tasa de femicidios sigue siendo relativamente parecida en los últimos 15 años, es decir que una mujer es asesinada cada 32 horas. Otros, en cambio, afirman que a mayor visibilización de la violencia, puede producirse algo que se conoce con el nombre de backlash. Se podría explicar como una respuesta que redobla la violencia con el objetivo de disciplinar a quienes se animen a enfrentar al violento.
Sin embargo, lo que sí podemos afirmar sin duda alguna es que la cadena de violencias cuyo último eslabón es el femicidio confirma su permanencia y extensión por la falta de políticas públicas en materia de género.
Como mencionábamos en la nota del día jueves, no basta con que la mujer haga la denuncia en la policía, ni tener el botón antipánico o la restricción perimetral. Por empezar es urgente que comience la implementación activa de la ley de Educación Sexual Integral. Otro tema fundamental es que aquellas mujeres que vayan a denunciar un hecho violento cuenten con el acceso a abogados con patrocinio gratuito.
Deben existir hogares refugio, licencias laborales, créditos a taza cero para acceder a una vivienda, todas herramientas que, como plantea el PTS en el Frente de Izquierda Unidad, que presentó como propuesta en el Congreso un Plan nacional de acción contra la violencia machista, debe promover y garantizar el Estado, que por falta de decisión política y ajuste en las partidas presupuestarias, lo transforma en responsable por cada una de las mujeres que muere por la violencia machista.
El machismo es parte estructural del patriarcado, y éste a su vez es el aliado indispensable del sistema capitalista. Este binomio es fundamental para que la opresión hacia las mujeres persista. Pero entre tanto este sistema pueda cambiarse de raíz, es necesario fortalecer la lucha en las calles para conseguir medidas que, aunque funcionen como un paliativo, permitan que este flagelo no termine con una mujer muerta cada 32 horas. Porque vivas nos queremos.