En el último aniversario del 9 de julio al frente del gobierno, Cristina Fernández, a modo de balance de los doce años iniciados en 2003, habló de un período de “independencia en serio”. La realidad la desmiente.
Esteban Mercatante @EMercatante
Viernes 10 de julio de 2015
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner participó ayer en el acto de Tucumán para la celebración del 9 de Julio. Tratándose de la última oportunidad de participar de este acto en carácter de primera mandataria, aprovechó la oportunidad para volver a sintetizar un balance de los aspectos más salientes de estos años. Entre otras cosas afirmó que el proyecto nacional iniciado en 2003 “le ha dado independencia al país” con políticas de soberanía e inclusión social, y enfatizó que, de este modo, “se ha honrado el legado de los que tanto lucharon” por la emancipación de la Argentina desde hace casi 200 años.
Una mirada a la Argentina que dejan doce años de kirchnerismo no permite constatar ese planteo.
De Repsol a Chevron
Si sólo miramos los últimos dos años del gobierno de Cristina Fernández, encontramos como uno de los puntos más salientes el acuerdo con Chevron para explotar Vaca Muerta, cuyas generosas condiciones se extenderían en 2014 a todas las petroleras que inviertan más de 250 millones de dólares, mediante una Ley de hidrocarburos que fue criticada por ser demasiado concesiva, nada menos que por diputados del PRO. El kirchnerismo, que en 2003 llevó del sur a la Rosada una íntima sociedad con Repsol, concluye abrazado a los buitres del petróleo. También de este último período son una serie de acuerdos con el gobierno chino, que incluyen entre otras cosas la instalación de una base en Neuquén, y múltiples convenios que significan un endeudamiento por décadas, ventajas para los capitales de ese país y un largo etcétera.
Bajo el discurso del “desendeudamiento” la Argentina se dedicó a pagar más 200 mil millones de dólares de deuda, como reconoció en reiteradas oportunidades la presidenta. Esto significó sacrificar, en aras del capital financiero, una parva de recursos que podrían haber tenido usos más productivos. Y mientras tanto la deuda siguió creciendo, para alcanzar hoy los 221 mil millones de dólares.
Esto no son excepciones, sino que pintan de cuerpo entero la disposición del kirchnerismo para con grandes sectores del capital imperialista. Capital cuyo peso en la economía se mantuvo casi inalterado en esta década. Si tomamos las 500 empresas más grandes en la economía nacional, en 1993, 281 empresas eran de origen de capital nacional y el resto extranjeras. En 2004, las nacionales habían caído a 165. En 2012, la situación apenas se había revertido ligeramente, pasando a 185 empresas de origen de capital nacional.
Hoy el 63 % de las empresas más grandes son de capital extranjero. Fue durante este período, en el que la presidenta celebra una recuperación de soberanía, cuando esas multinacionales giraron impunemente al exterior 70 mil millones de dólares, lo que equivale a un tercio de la deuda pública del país.
Durante el conflicto de 2008 con las patronales agrarias, sectores del kirchnerismo acuñaron el concepto de agropower y celebraron lo que presentaron como un enfrentamiento irreconciliable del gobierno con estos sectores. Pero con algunos de los principales eslabones de ese agropower el gobierno mantiene lazos más que estrechos. Las exportadoras de cereales le vienen asegurando en los últimos años los dólares para capear escaseces. Gracias a eso en 2014 hicieron un gran negocio con la devaluación. Las semilleras están a punto de tener una nueva ley que es a la medida de Monsanto. Las automotrices y las mineras también pueden dar cuenta de los beneficios fiscales y comerciales que se mantuvieron durante esta década.
La soberanía, con prórroga
Todos los terrenos donde miremos nos muestran la misma película. Uno de los más ríspidos ha sido la conservación de los Tratados Bilaterales de Inversión y la prórroga de jurisdicción en los convenios de inversión y de deuda, que es lo que permite actuar a los tribunales internacionales. Esto explica la crisis con los fondos buitre por el litigio en el juzgado neoyorquino de Thomas Griesa. El “patria o buitres” no puede tapar que estos se colaron por los resquicios ofrecidos por la cesión kirchnerista de la soberanía. El gobierno declara una cosa pero hace otra muy distinta.
También en el terreno geopolítico podemos observar lo mismo. Aunque el gobierno de Cristina protagonizó algunos roces con el gobierno norteamericano –esencialmente discursivos-, en aspectos centrales como fue la política hacia Irán (previo al Memorándum de 2013) o en el impulso a la Ley Antiterrorista, el gobierno mostró una y otra vez apertura hacia los intereses más sensibles de Washington.
Lo único en serio es la dependencia.
Un discurso mirando hacia el interior del PJ
El discurso de la presidenta apuntó a mostrar que aspira a construir un futuro más allá de 2015, intentando que la llegada de Scioli no se constituya en una disolución lisa y llana del kirchnerismo al interior del peronismo. Las candidaturas legislativas, negociadas con los caciques territoriales peronistas en las provincias, son una garantía de esa continuidad. Pero la misma necesita mantener una dosis de relato que la haga digerible para los sectores progresistas que el gobierno que, después de la caída de Randazzo, debe encolumnar bajo el ala sciolista.
El perfil tibiamente antiimperialista desplegado por la presidenta en Tucumán, se ubica dentro del marco del gran proyecto peronista. De allí que Cristina reivindicó esa raigambre propia de sus orígenes: “nací mujer, argentina y después me hice peronista, con eso alcanza y sobra”. Dentro de esa tónica intentó ubicarse, junto a Néstor Kirchner, como la articuladora de un nuevo período histórico, signado por la consecución de esta “independencia”.
El discurso de Tucumán dio forma a esta contradicción, que expresa la vocación de mantenerse como un ala que sea parte de la diversidad del peronismo, aunque resignándose a ser una minoría dentro de la “gran moderación” que expresa la primacía de Scioli. Moderación nacida al calor de 12 años de gestión kirchnerista.