El presidente Sánchez lograría una mayoría para formar gobierno, aunque no está claro si lo hará con la derecha de Ciudadanos o con Podemos. Los desafíos que tendrá el nuevo ejecutivo.
Martes 4 de junio de 2019 00:05
De izquierda a derecha, cantidad de escaños obtenidos por el Partido Socialista, Partido Popular, Ciudadanos, Unidas Podemos, Vox y Esquerra Republicana de Cataluña.
Se acabó el período electoral y estamos en el período de negociación de investidura de un nuevo gobierno central. De acuerdo a los resultados es casi seguro que Pedro Sánchez continúe en La Moncloa. Lo único que está por verse es si lo hace con el apoyo de Ciudadanos o con el de Podemos. La primera opción tiene mayoría propia. La segunda necesita el apoyo de diputados independentistas y por tanto es más inestable.
Tampoco es descartable que se vaya a nuevas elecciones. El PSOE pretende formar un gobierno con la menor cantidad de escaños en décadas. Tan solo 123 diputados frente a los 137 que tenía Rajoy o los 150 que tuvo Zapatero. Por ello las negociaciones tendrán que ser con muchas contrapartidas debido a que simultáneamente se formaran gobiernos autonómicos y municipales. Y habrá que ver si constituyen un gobierno a la altura de la situación actual.
Más allá de los resultados finales que den las negociaciones en el Congreso de Diputados, el nuevo gobierno que ser forme tendrá esperándole en la mesa del gabinete una serie de desafíos. Algunos llevan años en la mesa viendo pasar gobiernos y otros son recientes. Veamos un breve repaso.
¿A las puertas de una nueva recesión?
El FMI alertaba a finales del año pasado la bajada en el crecimiento de la economía. Prueba de ello es que el gigante asiático ya no crece con cifras de dos dígitos y que Alemania tiene un crecimiento mínimo. También desde el ejecutivo europeo se enviaban señales claras de que la economía española apenas superaría un crecimiento de dos puntos. Y, hay economistas que hablan de una segunda recesión. Lo cierto es que los fundamentos de la crisis originada en 2008 aún siguen siendo plenamente vigentes.
El crecimiento de la economía española y las expectativas están a la baja. En 2018 ya había caído por debajo del 3% que era el ritmo de crecimiento que venía sosteniendo. Y, para 2019 se habla de 2,2%. En lo que va de éste año conserva ritmos superiores a la media de la Unión europea pero debido a un aumento de la inversión pública puesto que estábamos en período electoral. Es importante destacar que la economía española no suele crear empleo con un crecimiento tan bajo. Aunque el que genera ahora es tan precario y mal pagado que aún sigue creándolo.
Ya hay empresas importantes en el Estado español que está acometiendo una serie de despidos masivos. El ERE de Nissan con un recorte de plantilla de 600 obreros en su planta de Barcelona y los EREs del Grupo Santander llegando a echar a 5000 trabajadores o el caso de Caixabank.
Además de los despidos, hay que tener en cuenta el alto nivel de precarización. Prueba de ello ha sido en estos días la muerte de un repartidor de Glovo atropellado mientras trabajaba o los becarios en las universidades.
Los salarios de miserias que están cobrando muchos trabajadores han consolidado la figura del “trabajador pobre” que con lo que gana no llega a final de mes. A pesar del aumento del Salario Mínimo hay muchas empresas que no lo pagan como es caso de la huelga de los trabajadores de Telepizza.
Pedro Sánchez había enviado a la Comisión de la UE unos presupuestos que se mantenían cerca del déficit obligado por la Unión, gracias a un inusitado aumento de impuestos. De todas formas, los presupuestos de 2019 no fueron aprobados siendo esa la causa de las elecciones generales del mes pasado. El proyecto de presupuesto ya incluía un recorte de 1.200 millones de euros y dejaba el ajuste más importante para las CCAA de 6.000 millones.
A nivel económico se ve que los desafíos del Gobierno Sánchez van por favorecer a las grandes empresas. No por casualidad no va a derogar la Reforma laboral de Mariano Rajoy cuando asumió el Gobierno. Habrá que ver cómo pilota la nave si la ralentización se convierte en recesión.
El encaje territorial no se puede hacer por la fuerza
El otro gran desafío, que ya estaba en la mesa del Gobierno Sánchez, es la “cuestión catalana”. Más de dos millones de personas en Catalunya, alrededor de la mitad del censo electoral, se han movilizado de manera sostenida por años pidiendo la independencia. Además, las encuestas del CEO dan que entre el 70 y el 80% de los catalanes quiere verificar en las urnas si la mayoría quiere la independencia o no.
La política de Sánchez, mientras ha estado en la oposición, ha sido de apoyo completo al Gobierno de Rajoy y a Felipe VI. Apoyo completo a la aplicación del artículo 155, silencio cómplice ante la represión indiscriminada del referéndum del 1O. No es posible olvidar a Miquel Iceta anunciando que se iba a comer una paella ese día. Y, cuando pidieron que la Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría se presentara al Congreso para aclarar qué pasó el 1O, lo retiraron inmediatamente luego de escuchar el discurso del Rey.
Cuando Sánchez asumió el gobierno, ha apoyado en todo a la represión judicial del Supremo y el Constitucional. La Fiscalía y la Abogacía del Estado han sostenido la acusación de rebelión y sedición contra los dirigentes políticos catalanes. Las instituciones carcelarias del estado han puesto miles de trabas contra la acción política de aquellos que son diputados. Y, por supuesto, el PSOE no ha movido un solo dedo por la libertad de los presos políticos. Al contrario.
Nada promete que vaya a cambiar en ésta nueva legislatura. Ni las ofertas de diálogo de Oriol Junqueras y Carles Puigdemont cambian la política del PSOE. Estos socialistas, no sin ni siquiera demócratas. Llevan muchas décadas al servicio del Ibex 35 y la Monarquía. Y, como dijo el dirigente manchego García-Page “o los dirigentes independentistas se pliegan a Sánchez o será el más implacable contra ellos”. Digamos que el diálogo de los “socialistas” consiste en imponer la opresión contra el pueblo catalán pero con una sonrisa.
Lavar la cara al Régimen del 78
Y, por último, aunque no por ello menos importante, la cúpula del PSOE se proponer hacer algún lavado de cara a las instituciones del Régimen del 78 (si eso es posible, claro). El desprestigio que tienen las instituciones es importante. Los grandes empresarios y sus agentes políticos están preocupados porque necesitan instituciones que sean respetadas por el pueblo, que estén prestigiadas. Pero por ahora solo tienen instituciones temidas por éste.
El Régimen ha dado muestras de sus verdaderas intenciones. El Rey Juan Carlos tuvo que abdicar hacer cinco años por el despilfarro de los dineros públicos y la crisis social mientras se iba de cacería. Y Felipe VI con su discurso para Catalunya y la juventud tampoco levanta cabeza. Los jueces llevan años persiguiendo al pueblo catalán y la disidencia política. El Congreso votó la ley mordaza que aún sigue vigente. El Supremo defendió el interés de la banca contra la sentencia de un juez. Con tantas manchas, no hay “Fairy” que sea útil.
Para ello, la idea de sectores del PSOE y de Ciudadanos consiste en hacer una reforma de la Constitución. Sin embargo, esta reforma implica que haya un acuerdo en el Congreso de los diputados por lo menos de las cuatro formaciones más importantes (PSOE, PP, Podemos y Ciudadanos) y, en lo posible que incluye al PNV. Cuestión para nada sencilla teniendo en cuenta lo complicado que es negociar tan solo una investidura.
Esta tarea titánica solo podrá ser realizada por un amplio acuerdo entre los sectores burgueses del Estado español y sus camarillas. Aunque por ahora no hay precisamente mucha “química”. Y, tan solo son algunos de los desafíos, puesto que importantes sectores sociales reclaman un trato justo hacia los inmigrantes, acabar con desigualdad hacia la mujer, etc.
El Gobierno de Sánchez deberá afrontar un ajuste importante sobre la propia base que le votó a pesar de enarbolar un discurso y algunas medidas estéticas de defensa de los desfavorecidos. Lo deberá hacer con instituciones muy desprestigiadas y con el desapego de una gran parte del pueblo catalán. La gran fortaleza de Pedro Sánchez es que la burocracia sindical aún logra aislar y dividir los conflictos de trabajadores. La pregunta es ¿hasta cuándo se puede tirar de esa casta?