Crónica de un día irracional
Sábado 21 de marzo de 2020 13:22
De a poco fuimos llegando todos esta mañana a la fábrica, los pocos que quedamos, porque una buena cantidad de compañeros y compañeras fueron licenciados por ser pacientes con enfermedades de base, otras, por ser mamás de niños en edad escolar, y otros, por ser personas de riesgo al tener más de sesenta años de edad, aunque algunos de ellos, continúan trabajando, poniendo en riesgo su salud y la de todos los laburantes. La empresa dice que son imprescindibles porque son supervisores y gerentes.
Pienso en los profesionales de la salud que veo por la calle en estos días con sus ambos, caminando rapidito buscando un lugar donde comprar comida en la hora de descanso, en los recolectores de basura, en los choferes de los servicios de transporte, corriendo riesgo de contagiarse para que nosotros podamos llegar a nuestros laburos, en las y los obreros que producen pan, leche, alimentos esenciales para toda la población y trato de entender qué quiere decir imprescindibles.
Desde el vestuario nomás escuché frases esta mañana que le dieron un poco de sentido al hecho de levantarme en el medio de la pandemia para ir a trabajar. Mientras nos cambiábamos de ropa, las compañeras tiraron frases como: “si al menos fabricáramos barbijos, ¿Por qué no hacemos barbijos? ¿O alcohol en gel?” Nos reímos, hicimos bromas, pensé: “entendieron todo”. La actividad, el movimiento en el comedor, el olor a mate cocido, mientras afuera, el amanecer del viernes dormía una cuarentena general, un silencio en la calle, mientras el monstruo de siete pisos sobre Gascón, en el barrio de Almagro, se disponía a ponerse a producir.
Somos golosinas, no somos productos esenciales en el gremio de la Alimentación, pero el decreto del presidente nos exceptúa de la cuarentena para que laburemos igual, y las patronales como la de La Delicia, Felipe Fort, saben eso perfectamente, pero aprovechan para llenar sus arcas, para guardar mercadería hasta el techo para ganar y ganar plata, en el medio de una pandemia que está azotando al mundo, una pandemia que nos toma sin un sistema de salud preparado para paliarla, porque no hay test suficientes para detectar el virus para los tiempos que se vienen. Hoy los supermercados no daban abasto, la gente se agolpó a comprar mercadería y no creo que se murieran por comprar un Paragüitas que cuesta, creo entre 55 y 60 pesos.
Todas las máquinas que hay en la fábrica están preparadas para producir golosinas, bombones, cereales. Estos últimos son lo más cercano a lo que podemos llamar alimenticio.
La línea de Paragüitas funciona distinta en estos días, la Comisión de asuntos internos trató de proponer algunos cambios para que entre nosotros haya una distancia física prudencial, pero esta medida es insuficiente, porque la patronal agregó más gente, ya que alega que no puede bajar la velocidad de la máquina.
Mientras sostenía los display, (cajita) para que uno de mis compañeros vaciara los moldes con los paragüitas en ella, sentada, con mi chaleco polar cerrado cubriéndome la garganta, la boca, se me dio por mirar el marcador de la temperatura ambiente del sector: 19 grados, un frío que para qué te cuento, que te seca la garganta, la nariz, pero éramos 20 personas en un sector de 12 x 20 mts, más o menos, sumadas las máquinas, mesas y nosotros cruzándonos a cada rato.
Hacíamos chistes del tipo: “las señoras van a decir en la tele: no consigo alcohol en gel, ni barbijos, ni Paragüitas de Felfort!!! Por favor!!! No nos dejen sin Paragüitas” y cosas por el estilo. Digamos que le pusimos onda, porque la realidad era insoportable. La patronal contestó a la mañana temprano que se atenía al decreto, que no discriminaba el rubro golosinas. Felfort sabe que eso está mal, vuelvo a repetir, pero les da la cara para atenerse a la ley, cuando le conviene.
Tampoco el Sindicato se hizo presente en ninguna de las fábricas del gremio, parece que están todos de cuarentena nuestros representantes, cuando los obreros tenemos que trabajar y las condiciones en las fábricas no están dadas correctamente, cuando ni siquiera hicieron asambleas para que nosotros podamos decidir qué y cómo producir, qué definimos como alimentos esenciales, reconvertir la producción y si eso no se puede hacer, irnos a casa, a cumplir la cuarentena, para cuidarnos a nosotros y a nuestras familias. Esta cuarentena es de clase.
El sindicato de la Alimentación en un comunicado que sacó el jueves a la noche, ya conocido el decreto del gobierno, le agradecía a los trabajadores y por poco les dice: “hoy te convertís en héroe” por arriesgar nuestra salud, poniéndonos al servicio de las necesidades del pueblo. Dicho comunicado fue altamente repudiado por los trabajadores, pidiendo que se discriminen los rubros de alimentos.
En uno de los horarios de almuerzo nos reunimos junto a la Comisión Interna en el comedor de la fábrica, para expresar nuestro repudio a la empresa por esta situación. Aplaudimos todos juntos, con muchas ganas, con las palmas de las manos que ya tenemos arrugadas de tanto lavarlas todo el día, resecos los dedos de tanto alcohol en gel y guantes de látex. Pero aplaudimos, con bronca, con miedo, porque nadie sabe qué va a hacer este bicho terrible del Coronavirus cada día.
Aplaudimos nosotros, los obreros, mientras nuestros dirigentes están en sus casas, nosotros, expuestos a cualquier contagio, en un bondi, en la fábrica misma, porque no se nos realizan controles de temperatura al ingresar tampoco, porque no hay alcohol en gel en algunos sectores ni en el baño, porque no tenemos toallas de papel para secarnos las manos ni en el baño ni en el comedor, porque hay tareas para las que por la velocidad que tienen las máquinas no podemos usar guantes y nos exponemos también así.
Terminamos el día muy cansados todos y todas, estábamos trabajando mal a pesar de que los supervisores nos decían que cada una tenía que hacer su trabajo y no más, pero la velocidad de la máquina te hace acalambrar las manos, además estamos laburando con menos gente dado que muchos compañeros salieron de licencia. La empresa no contempla nada, Higiene y Seguridad no existe, no toma las riendas de nuestra protección.
Nos dieron un salvoconducto, un papel donde figuran nuestros datos como empleados de La Delicia y los datos de nuestro empleador. Ese papel nos sirve para la libre circulación por la calle. Hubo compañeros a los que la policía los paró, hubo compañeras que hicieron peripecias para poder llegar a la fábrica.
Me asomo a la ventana y veo sobre la avenida, motos con luces azules y patrulleros, mientras escribo esto, oigo a la policía que le habla a la ciudad adormecida, por alto parlantes, desde acá arriba no escucho bien lo que dicen, pero supongo que instando a quedarse adentro y no circular. Es una maldita película. El Coronavirus reina, en las ventanas se van apagando las luces. Primera noche de un día irracional.