Marc Stanley y la "coalición" del ajuste. Marchó la CGT en las calles: contención social y pedido de "Acuerdo Nacional". La decadencia de la política capitalista y la urgencia en construir un gran partido socialista de la clase trabajadora.
Viernes 19 de agosto de 2022 21:35
“Argentina puede vincularse con quien quiera, pero es muy fuerte la relación que tiene con Estados Unidos”. La respuesta, taxativa, sonó a imposición. El tono de Susan Segal, CEO del Consejo de las Américas, no se distanció del asumido por el embajador Marc Stanley. El hombre que habla en nombre de los intereses norteamericanos dio la voz de mando: “Olvídense de las ideologías y los partidos y armen ya esa coalición".
La demanda propone dejar atrás matices y diferencias. Conformar una coalición que garantice la continuidad del ajuste. Stanley propone, simplemente, convertir en permanente el acuerdo parlamentario que dio nacimiento al Virreinato del FMI, allá por el mes de marzo.
La apuesta va de la mano con el extractivismo. En los lujosos salones del Hotel Alvear, el litio fue presentado como promesa de prosperidad inmediata; la minería como maná del cielo a punto de caer.
El contexto del lobby imperialista fue el Consejo de las Américas. Dejando de lado los relatos progresistas, allí se dieron cita desde el kirchnerista Wado de Pedro a los gobernadores radicales Gerardo Morales y Rodolfo Suárez, pasando por Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta. La política capitalista argentina decidió dar el presente sin mayores dilemas. La grieta -ese artificio retórico de campañas electorales- tendió a diluirse.
El dato político más relevante lo constituye la presencia del ministro del Interior. Invitado a una cena privada fuera de agenda, el también referente de La Cámpora dio la nota por las simpatías que, al mismo tiempo, despertó y transmitió. Las imágenes dejan poco margen para la duda. La sonrisa de Susan Segal dice poco más que todo.
Las diferencias entre las fracciones políticas capitalista no impiden señalar una coincidencia esencial. Ninguna de las alas del Frente de Todos o de Juntos por el Cambio ofrece un modelo de país que no se sostenga sobre el mayor extractivismo y la primarización creciente del aparato productivo.
Los verdaderos “incluidos” en el crecimiento
La crónica indica que Sergio Massa se retiró con aplausos del cónclave en el Hotel Alvear. También que, por momentos, transitó los pasillos como una suerte de rock star. El encanto despertado tiene su lógica: frente a los dueños del poder económico, ratificó el sendero de ajuste al servicio del FMI, al tiempo que hacía un llamado a la “paz social”, ese eufemismo destinado casi siempre a pedirle calma y paciencia a los explotados y explotadas.
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Frente al gran empresariado celebró sus propios anuncios, la inmensa mayoría destinados a sostener la rentabilidad de quienes lo aplaudieron. Intentando aparece ecuánime, repitió la idea de “convertir planes sociales en trabajo”. Sin embargo, la propuesta concreta carece de novedad: trabajo precario para las patronales, aportando desde el Estado parte de los salarios.
Massa ratificó, también, el camino de los tarifazos. Ese que esta semana encontró formas más concretas en los anuncios de Flavia Royón, Malena Galmarini y el kirchnerista Federico Bernal. Anótese: Juan José Aranguren, el ex ministro de Energía macrista, consideró el ajuste “de una magnitud similar a lo que implementamos nosotros”.
Los verdaderos beneficiarios del “crecimiento con inclusión”, proclamado por Massa están en la cúspide de la sociedad. Por ejemplo, entre las patronales del campo, que podrían recibir una versión mejorada del dólar-soja como intento de disuasión ante su insistente presión por una devaluación abierta. O entre las grandes empresas del sector tecnológico, que este viernes recibieron una transferencia por $ 26.500 millones. O entre las patronales de la construcción, que celebran los beneficios recientemente otorgados en el Senado nacional por oposición y oficialismo.
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Las calles y sus sonidos
Cinco segundos de silencio. Un notorio acto de sinceridad por parte de Rodolfo Daer al ser interrogado. La pregunta, nada compleja: ¿qué sigue tras la movilización por parte de la CGT?
La burocracia sindical salió a las calles empujada por el malestar social extendido. Los bombos desfilaron por el centro de Buenos Aires en un miércoles gris con una sola finalidad: tomar las calles hoy para no tener que volver a tomarlas en mucho tiempo.
En las semanas previas, la convocatoria estiró hasta el paroxismo la ambigüedad. Traidor emblemático, Andrés Rodríguez (UPCN) llegó a decir que la marcha “no era contra nadie”. Cuando las columnas empezaron a moverse, se indicó que se trataba de una movilización oficialista. Notoria osadía la de Daer, Acuña y Moyano: marcha en apoyo a un Gobierno que acaba de anunciar tarifazos en luz, gas y agua.
El documento de convocatoria dejó una definición que, hasta cierto punto, se emparenta con los pedidos del embajador Stanley: “la construcción, entre todos, de una sólida y duradera plataforma de Acuerdo Nacional de amplio consenso”.
Ese “todos” incluye, lógicamente, al gran empresariado que despide, precariza y rechaza las subas salariales. También a la oposición de Juntos por el Cambio embanderada en la reforma laboral. Un consenso así no puede resultar favorable a las mayorías trabajadoras.
La calle, sin embargo, emitió otros sonidos, muchísimo más agradables al oído. El mismo miércoles, el sindicalismo combativo marchó a Plaza de Mayo a denunciar el ajuste. Allí estuvieron los trabajadores del neumático, que en las horas previas habían protagonizado un paro y cortes en vías estratégicas como la Panamericana, el Ferrocarril Sarmiento y la rotonda de Lavallol.
Si se mira el mapa nacional, ese sonido de la lucha de clases se extiende. Con las luchas docentes en provincias como Santa Fe, Mendoza o Río Negro, entre otras. Con los portuarios rosarinos que acaban de ganar una dura pelea contra las patronales del sector. Con las movilizaciones de los movimientos sociales independientes, que enfrentan las políticas de ajuste del Gobierno. Con las masivas movilizaciones en Rosario contra las quemas y por la Ley de Humedales.
La exigencia de paro nacional y plan de lucha volvió a escucharse en Plaza de Mayo. Surge de la obligación de aportar al triunfo de estas luchas. Se potencia, también, como necesaria respuesta al ajuste en curso.
Una fuerza política propia
La crisis nacional evidencia el fracaso de toda la política capitalista. Su imposibilidad de ofrecer una salida progresiva en favor de las mayorías populares.
Se impone entonces una obligación: empezar a construir una fuerza política propia de la clase trabajadora. Una fuerza que, mientras propone un programa de lucha para enfrentar la crisis nacional, se plantee una perspectiva socialista de conjunto.
Enfrentar la decadencia nacional implica poner en movimiento la fuerza de la clase trabajadora para pelear por su propia salida, tocando los intereses del gran capital. ¿O cómo dar una salida a la crisis sin tocar las enormes ganancias de los grandes bancos privados? ¿O los negociados de las patronales rurales que empujan la devaluación al mismo tiempo que evaden y fugan divisas? ¿Cómo pelear por una salida propia sin el horizonte de que todos y todas puedan tener trabajo con derechos? Algo en lo que podría avanzarse mediante la reducción de la jornada laboral.
Más de conjunto, ¿es posible imaginar un futuro viable para las grandes mayorías mientas el país y el mundo estén digitados por los intereses capitalistas? Intereses de quienes, en función de la rentabilidad, destruyen el medio ambiente y hunden a millones en el hambre.
El único futuro posible tiene la marca del socialismo. Un socialismo desde abajo, construido de manera revolucionaria, con la participación democrática y consciente de las grandes mayorías.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.