En inicio del curso 2020-2021 las alarmas de nuevos contagios se siguen disparando. Los planes de prevención para educación siguen sin tranquilizar y las preocupaciones aumentan. Pero ¿Qué podemos hacer los y las estudiantes para evitar rebrotes en las aulas?

Pablo Castilla Contracorrent Barcelona - estudiante de Filosofía, Economía y Política en la UPF
Jueves 10 de septiembre de 2020
En estas semanas está teniendo lugar el comienzo del nuevo curso escolar y las medidas de seguridad para evitar contagios sigue sin transmitir mucha tranquilidad. Da la sensación de que el Ministerio de Educación y el de Universidades, junto a las respectivas consejerías autonómicas, han llegado a la recta final habiendo dejado todo el trabajo para el último día. Qué irónico.
Sin embargo, igual que con la llegada de la pandemia en marzo, los problemas que surgen en el ámbito educativo no son totalmente nuevos, sino que son el estallido de condiciones anteriores. El confinamiento sacó a la luz la llamada brecha digital y la desigualdad entre el alumnado a la hora de acceder a los recursos o disponer de espacios para el estudio.
Ahora, cuando una de las principales medidas debe ser la distancia social, nos encontramos con falta de profesorado, de espacios de docencia y con aulas con ratios muy lejos de lo que recomiendan los epidemiólogos. Pero estos problemas ya existían antes ¡son algunas de las principales denuncias de la comunidad educativa en lucha contra los recortes de los últimos años!
En un reportaje especial sobre educación publicado por El País el pasado domingo se recogían algunos datos que dan cuenta de la situación. Según apunta Enrique Roca, presidente del Consejo Escolar del Estado, se han dejado de invertir entre 9.000 y 10.000 millones en educación desde 2010. Aunque el número de alumnos ha aumentado un 10% respecto al de hace 10 años, el gasto por parte del Estado y las comunidades autónomas no llega siquiera al de entonces. Los ajustes en educación tuvieron como consecuencia un aumento de las ratios y la ampliación del periodo de días para cubrir bajas de profesorado, así como de su jornada mínima.
Lo cierto es que, aunque los medios se lamenten de la falta de compromiso de los partidos políticos a la hora para lograr un pacto por la educación, sí que existe un acuerdo de fondo. Tantos los gobiernos del PP como los del PSOE, incluido el actual, o los del PNV y convergentes y ERC, están comprometidos a mantener un programa tan austero para la educación pública como sea necesario con tal de no interferir en la “estabilidad presupuestaria”, mientras mantienen colegios de gestión privada con dinero público.
Sin embargo, los recortes en educación y las ayudas a los centros concertados y privados no solo han supuesto un deterioro de la enseñanza pública, sino que también suponen hoy un peligro para la salud.
En las universidades, se sigue apostando por un modelo híbrido donde la docencia online tendrá mucho peso. En las recomendaciones del ministerio de Universidades dirigido por Manuel Castells, un aumento extraordinario de profesorado a corto plazo no parece estar sobre la mesa. Así, recomienda no desdoblar las clases para garantizar la presencialidad, ya que esto supondría “una sobrecarga inasumible para el profesorado”. En lugar de realizar más contrataciones para descargar trabajo de plantillas ya sobrecargadas, el ministerio de Unidas Podemos apuesta por seguir sobrecargándolos como hasta ahora.
Por supuesto, como ya se hizo la primera vez con el cierre de escuelas y universidades, todas estas medidas han sido tomadas sin tener en cuenta al estudiantado. No hemos tenido el más mínimo poder de influencia sobre cómo va a ser este nuevo curso. Antes tampoco teníamos poder decisión sobre nuestra educación, pero hoy esto se vuelve todavía más grave, pues afecta directamente nuestra salud y la de nuestras familias.
Por este motivo, hoy es más urgente que los y las estudiantes nos preparemos y organicemos para este inicio de curso. Los problemas surgidos durante la cuarentena volverán surgir porque así lo preparan los ministerios de universidades y educación. En estos momentos toca decidir si queremos volver a ser incapaces de dar respuesta, como la última vez, o preparados para responder.
Ante la posibilidad de quejas por parte del alumnado, no cabe duda de que la limitación de la actividad en los centros de estudio a causa de la covid-19 será utilizada para evitar impedir que se desarrolle cualquier tipo de protesta, tal y como ya vimos durante la cuarentena con las concentraciones de trabajadores y trabajadoras.
Por eso, ante la convocatoria de huelga del Sindicato de Estudiantes para el inicio de este curso, hay que tener presente que tanto el Ministerio de Educación como el de Universidades son los responsables del plan de vuelta a las clases y también lo serán de sus consecuencias. La hipocresía de un gobierno que nos culpaba a los jóvenes de los rebrotes y ahora nos envía a clases sin condiciones de seguridad. El gobierno del PSOE-UP es el responsable de una gestión que ha dejado miles de muertos y precarizado a la clase trabajadora, especialmente a la juventud; no es un aliado.
Contrariamente a los métodos burocráticos por parte del Sindicato de Estudiantes que impiden una discusión democrática de la convocatoria huelga y sus demandas, hay que levantar un movimiento estudiantil de base. Así, desde el inicio del curso hace falta organizar asambleas en institutos y universidades, por clases y facultades, tomando las medidas de prevención necesarias u on-line si no es posible, para discutir por qué medidas pelear para garantizar la seguridad en las aulas y una educación de calidad, así como las formas que permitan imponerlas. Una organización estudiantil adaptada a los tiempos de pandemia que utilice toda la tecnología a su disposición para realizar reuniones virtuales, discutir y expandir ideas con las condiciones de seguridad e higiene necesarias.
Así, estos espacios pueden servir de base para tejer alianzas con personal docente y no docente de las universidades de cara impulsar una lucha común por una gestión democrática de la pandemia en los centros, decidiendo conjuntamente medidas que puedan ir desde la ampliación de las instalaciones para la docencia presencial, hasta la disponibilidad de estas para fabricar gel y otros insumos necesarios en caso de rebrote.
Nuevos órganos de decisión que sean una alternativa al poder institucional de las universidades que incorpora la representación estudiantil como mecanismo para implantar un modelo cada vez más inaccesible para los hijos e hijas de familias trabajadoras. El mismo sistema educativo que mantiene vínculos con las grandes empresas, como las farmacéuticas que se han beneficiado con la pandemia y que colaboran con las universidades.
Para una situación radical, se hace necesario levantar un programa radical. Ante la falta de profesorado para cumplir con la reducción de ratios, debemos pelear por la contratación masiva de docentes y personal de refuerzo para el alumnado que ayude a cubrir las necesidades derivadas de la enseñanza online si esta volviera a generalizarse. Los sindicatos de profesores cifran en 70 mil la necesidad de nuevas contrataciones.
Asimismo, la falta de aulas no puede aceptarse ni ser suplida por barracones en malas condiciones que pueden resultar una peor solución de cara al invierno. En su lugar, haría falta elaborar un plan de urgencia para la construcción de institutos y escuelas, así como la intervención de la red de colegios privados y concertados para ser integrados en la red pública en aras de un control democrático de todos los centros educativos por parte de estudiantes, familias docentes y personal no docente.
Los recursos para financiar las medidas necesarias en educación pueden ser obtenidos mediante impuestos a las grandes fortunas, las mismas que han visto acrecentar sus beneficios durante la pandemia. Un impuesto de urgencia a los más ricos como parte de un plan integral para hacer que esta la crisis la paguen los capitalistas y sufragar así los gastos requeridos en sectores esenciales como educación y sanidad.
Frente a una vuelta a las clases sin garantías contra la covid-19, poner en pie un movimiento estudiantil de base en alianza con sectores de trabajadores y trabajadoras que pelee por un programa de este tipo va más allá de la educación, es cuestión de salud.