Los resultados electorales producidos hasta ahora, los pronósticos y la realidad del oficialismo. La “democracia peronista”, vitalidad o crisis del régimen político. Scioli y la promesa de una nueva coalición. De Kirchner a Menem.
Fernando Rosso @RossoFer
Jueves 24 de septiembre de 2015
Un dogma recorre el país peronista: el bilardismo político, para el que a esta altura sólo cuenta el resultado que justifica cualquier medio.
Aunque no sale de la zona de riesgo, es decir, de la posibilidad del balotaje, los números de las últimas encuestas trajeron cierto alivio a Daniel Scioli y al Frente para la Victoria. Por estos días se conocieron algunos estudios de opinión que auguran que podría ganar en primera vuelta el próximo 25 de octubre.
Además, el oficialismo festejó en las últimas semanas los resultados en el Chaco y el triunfo que le concedió la Corte Suprema de la provincia de Tucumán, luego de la crisis política provocada por las denuncias y movilizaciones contra el fraude.
Esta foto de la coyuntura, luego de los golpes políticos recibidos por las inundaciones en Buenos Aires, el fatídico viajecito a Italia y la crisis en el jardín de la república, es recibida con beneplácito en las filas del oficialismo.
El niembrogate sacudió a Mauricio Macri, y la coalición Cambiemos no sale del estancamiento, mientras Massa y su Frente Renovador retienen los votos que obtuvo en las PASO e incluso algunos dicen que crece un poco.
El debate en torno a si Massa es funcional a Macri o a Scioli (lo es, en última instancia, a ambos y a ninguno), devela las características esenciales de las tres fuerzas principales. El tigrense cumple la función de bisagra y expresa un deslucido promedio entre los tres candidatos. Separados al nacer, en plena fiesta menemista de la pizza con champagne.
Recalculando
Sin embargo, lo que dictaminan las encuestas es que el máximo objetivo al que puede aspirar Scioli se consumaría si superase levemente el 40% de los votos, con más de diez de diferencia respecto de Macri. Es decir, su sueño es ganar con casi quince puntos menos de lo que obtuvo Cristina Fernández en 2011 (y cinco menos de lo que obtuvo en 2007). Una importante reducción del tamaño de su esperanza.
Además, los resultados conquistados en las elecciones adelantadas en las provincias, en las PASO y los pronósticos para octubre muestran un descenso considerable de la adhesión popular a la coalición peronista oficial, tanto a nivel general, y especialmente en lo que, a fuerza de ocupar el Estado, se convirtieron en sus centros de gravedad.
Por ejemplo, en el “gran Norte”, considerado un bastión del oficialismo, el retroceso es evidente.
En la provincia de Tucumán en 2011, el Frente para la Victoria con las candidaturas de José Alperovich-Juan Manzur, obtenía el 69.89% de los votos, mientras que la oposición lograba el 14.52, con José Cano a la cabeza. En los tortuosos comicios de este año, el oficialismo obtuvo el 51.64% (cerca de 20 puntos menos) y el frente opositor casi alcanza el 40.
En el Chaco, cuatro años atrás, Jorge Capitanich obtenía el 66.56% de los sufragios, seguido por la Alianza Frente de Todos que apenas superaba el 30%. En las generales que se realizaron el pasado 20/09, Domingo Peppo, el candidato peronista llegó al 55%, mientras la coalición Vamos Chaco, alineada nacionalmente con la oposición, se quedaba con el 42% de los votos.
Por último, en 2011 en Salta, el Frente Justicialista Renovador para la Victoria, con Juan Manuel Urtubey como candidato, obtenía el 59.57% de los votos. Este año llegó al 51.23%. Incluso en este distrito donde el oficialismo obtuvo uno de los mejores guarismos, retrocedió casi diez puntos.
El conurbano bonaerense es el otro territorio considerado un baluarte histórico del peronismo, incluso con mayor densidad poblacional, política y estratégica que el Norte. En las PASO pudo constatarse el debilitamiento de los llamados barones, con la caída de algunos legendarios y el retroceso de otros, acostumbrados a ganar en el terreno político con cifras equiparables las “a tasas chinas” en economía.
En la provincia de Buenos Aires, Aníbal Fernández, acompañado por Martin Sabatella se prepara para lograr un nuevo récord: obtener uno de los resultados más bajos en la historia del peronismo bonaerense, logrados en ocasiones en que ganó nacionalmente.
Democracia peronista de baja intensidad
Este panorama general del universo peronista remite a una polémica que recorrió los últimos años en torno las fortalezas o debilidades del régimen político argentino pos colapso del radicalismo en el 2001.
La pérdida de hegemonía de los gobernadores feudales y de los barones conurbanos, pone en cuestión la capacidad de dominio futuro de lo que la politóloga María Esperanza Casullo llamó la "democracia peronista", que se pondrá a prueba en los tiempos de crisis.
Según esta tesis, no existió una crisis de representación del sistema de partidos, sino una crisis del lado no peronista de ese sistema.
Sin embargo, mientras el costado no peronista no logra recomponerse como proyecto nacional (los obstáculos del PRO y la UCR lo demuestran), el sector peronista cruje y retrocede: en 2013 con la división que implicó el surgimiento del massismo en Buenos Aires y en 2015, con los marcados retrocesos en sus bastiones (a los que también afectó la grieta que introdujo el massismo), mientras que no mejora sus resultados en lo que algunos analistas llaman “las provincias modernas” (Córdoba, Mendoza, CABA y Santa Fe- donde mejoró levemente)
Otro factor que hay que tener en cuenta es que el FpV es una coalición con evidentes tensiones e intereses políticos parcialmente distintos entre sus integrantes, relativamente velados sólo por el objetivo común de ganar. No es un partido que muestre un claro liderazgo después del 10 de diciembre (1).
Si hay “democracia peronista”, está bajando sensiblemente su intensidad en el marco de que existe un declive económico, pero que incluso no se manifiesta de manera catastrófica. Aunque todos los días atraviesa turbulencias producidas por factores locales o internacionales (devaluación en Brasil, escasez de dólares)
En este marco, Scioli anuncia el retorno a una forma de gobierno más "coalicional": con el mismo peronismo, con la burocracia sindical en proceso de unificación, con las corporaciones y hasta con “el campo” (especialmente con sus dueños). Además del diálogo mudo que tiene con Magneto y Clarín.
El bilardismo resultadista hizo que el candidato del proyecto sentara en la primera fila del acto de presentación de su programa de gobierno a Eduardo Buzzi, uno de los voceros más estridentes de la “guerra gaucha”: el conflicto con las patronales del campo que algunos consideraron fundante de la identidad del kirchnerismo. De paso, puso nuevamente a prueba la generosa amplitud de los estómagos progresistas que volvieron a digerir disciplinadamente al que hasta ayer nomás era uno de los tres oligarcas más infames de la patria y ahora parece transformarse otra vez en el “compañero chacarero”.
Algunos análisis cósmicos de quienes simpatizan con el oficialismo, llegaron a comparar esta nueva estrategia coalicional de Scioli con la orientación del "Néstor de los orígenes" y alimentan su utopía con el relanzamiento o continuidad del ciclo inaugurado en 2003.
La diferencia, entre tantas, es que un eventual gobierno de Scioli no goza de las condiciones económicas (ni políticas) que posibilitaron la expansión que existió bajo los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Y que les permitió “avanzar” de la coalición inicial a ciertas formas de bonapartismo en los rasgos de sus gobiernos.
Esta expansión se basó en la devaluación (saqueo al salario), el aprovechamiento de la capacidad instalada ociosa habilitada por el ajuste neoliberal (que provocó la hiperdesocupación) y el viento de cola de la economía internacional.
Todos estos factores, nacionales e internacionales, compiten hoy por mostrar diariamente índices en brusca caída, con la excepción de la posibilidad de un nuevo endeudamiento.
La prórroga de la Ley de Emergencia Pública (impuesta por Duhalde en 2002), es decir, de los superpoderes para el Ejecutivo no es sinónimo de recreación de aquellas condiciones.
La comparación más rigurosa debería ser con el “Menem de los orígenes” que prometía “revolución productiva y salariazo” (“agenda del desarrollo y paritarias libres” en el lenguaje de Scioli, además de ministerios para todos y todas), para después avanzar hacia el camino del ajuste. Un menemismo aggiornado con pretendida credencial de gradualidad.
El marco internacional distinto y la relación de fuerzas interna, marcan las diferencias y los obstáculos para adoptar impunemente ese rumbo. Un movimiento obrero con sus fuerzas recompuestas socialmente y una extrema izquierda clasista en ascenso y consolidación política.
Con los números coyunturales, Scioli, como el Pituca del Indio, cree que es el mejor culo para su sillón. Aunque lo relevante es determinar cuál será el espesor estratégico de su chance presente y sobre todo futura.
NOTA
(1) Es sugerente en ese artículo de M. E. Casullo la descripción de lo que considera una debilidad de la Alianza: “Pero aun así la UCR nunca recuperó su preeminencia. Para comenzar, quien ganó las elecciones no fue la UCR, sino una coalición entre la UCR y el Frepaso denominada Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación. Pero la Alianza demostró ser extremadamente frágil. Una vez en el gobierno, creó una compleja estructura de capas partidarias para el reparto de las oficinas del Estado entre los dos partidos (si el mando de un ministerio era «dado» a un miembro de un partido, sus secretarios de Estado eran del otro, y así sucesivamente), y de esta forma, la estructura burocrática resultante nunca pudo funcionar de manera unificada”.
Y luego agrega: “Finalmente, la mayor muestra de la fragilidad de la coalición fue el conflicto entre el presidente De la Rúa y el vicepresidente «Chacho» Álvarez, que precipitó el fin de la Alianza (y poco después, del gobierno)”.
La coalición FpV es cualitativamente diferente a esta experiencia, sin embargo el “reparto de oficinas” (y ministerios) que hace adelantadamente Scioli, tienta a explorar los aspectos comunes de aquella coalición bifronte y las “dos almas” del oficialismo actual.
Fernando Rosso
Periodista. Editor y columnista político en La Izquierda Diario. Colabora en revistas y publicaciones nacionales con artículos sobre la realidad política y social. Conduce el programa radial “El Círculo Rojo” que se emite todos los jueves de 22 a 24 hs. por Radio Con Vos 89.9.