Rosario está siendo sacudida por la desaparición de un pibe, de un trabajador. Franco Casco tiene 20 años y es un joven albañil de Florencio Varela. Vino a visitar a su familia que vive en el barrio de Empalme Graneros, en la castigada zona norte de Rosario, feudo de los narcos, tierra dominada por la barrabrava de Rosario Central, zona de muertes jóvenes como la de Ariel Avila, Chuqui, cantante de hip hop que cantó su propia muerte.
Octavio Crivaro @OctavioCrivaro
Miércoles 29 de octubre de 2014
El 6 de octubre Franco tenía planificado volverse a la provincia de Buenos Aires en tren, como viajan los pobres, en esta provincia de autos de alta gama que atestan las cocheras inteligentes de las torres de lujo construidas en territorios fiscales o sobre los restos de villas desplazadas. Franco nunca llegó a Florencio Varela porque, todo indica, nunca salió de Rosario.
Franco estuvo detenido en la Comisaría Séptima, involucrada en casos de trata de personas y niños, en narcotráfico y en asesinatos como el de Sandra Cabrera. Como pasó con Luciano Arruga, Franco no aparece luego de haber estado detenido. Como sucedió con Luciano, la Policía boicotea la investigación y siembra dudas sobre la víctima. Como aconteció con la desaparición de Arruga, el Estado, los fiscales y gobiernos confunden, traban, dilatan, tejen la impunidad: en este caso, las autoridades del gobierno de Antonio Bonfatti no han tomado una sola medida para aportar datos que esclarezcan el paradero de Franco Casco. El Fiscal, por su lado, solo pudo ser conocido por la familia porque la dura y resistente Elsa Godoy, madre del joven, fue a tocarle timbre a su oficina acompañado por organizaciones políticas, sociales y de DDHH.
Eso sí: ahora sobrarán los funcionarios que, cobrada relevancia el caso, salgan a manifestar su preocupación hipócrita y tardía, cuando dejaron pasar tiempo valioso para conocer dónde está Franco. Desde aquí decimos que su cinismo no se digiere: el caso de Franco Casco no es una excepción. Es la regla de cómo vive una juventud sin derechos políticos, estabilidad laboral, ni condiciones de vida mínimas.
Juventud, divino tesoro robado
En la misma zona norte, pegado a Rosario, en Granadero Baigorria, terruño peronista, la empresa Liliana SRL, junto a los aliados de la Unión Obrera Metalúrgica, verdaderos Pignanelli locales, están organizando un fraude en la elección de delegados, denunciado por los trabajadores. El intento de “estafa democrática”, no puede ser más oportuno: los sectores combativos de los trabajadores, junto al apoyo del PTS y los abogados del Centro de Profesionales por los DDHH, lograron un histórico fallo que ordena la reinstalación de Lucas Castillo, activista despedido este año por representar los reclamos del conjunto de sus compañeros.
Esta organización permitió terminar con el fraude laboral, ya que había un 70 por ciento de trabajadores con contratos precarios, realidad avalada por los gobiernos provincial y nacional, que pasearon por la fábrica varias veces, por motivos electorales. Pero además estos trabajadores combativos desnudaron que, complicidad de la UOM mediante, esta empresa prohibió lisa y llanamente la elección de delegados durante 65 años. Un récord mundial de ilegalidad. Ahora, cuando la justicia dio la razón a los trabajadores combativos de Liliana, hermanos de las luchas de Lear, de Donnelley y de los docentes antiburocráticos, burocracia sindical y empresa se quieren apurar a que se elijan delegados truchos entre gallos y medianoche, mientras se impide el ingreso de Castillo. Los trabajadores, sin embargo, crecientemente apoyan el reingreso de Lucas, y repudian este fraude de la UOM y la empresa. ¿Y los Ministerios de Trabajo? Ocupados en asuntos más importantes, seguramente…
Franco Casco y trabajadores sin derechos sindicales, precarizados o en negro, son canciones del mismo disco. Esta juventud trabajadora no puede ir “de la casa al trabajo”, porque tiene los peores empleos, más de un trabajo en muchos casos, gana miserias o está desocupada. Un índice revela que de cada diez trabajadores nuevos, ocho son precarizados. Esta realidad crece en la juventud. Y tampoco “del trabajo a la casa”: los trabajadores rosarinos alquilan a precios exorbitantes, o viven en barrios de emergencia sin cloacas, que se inundan, hacinados con padres y hermanos, y donde los cortes de luz ya vienen anunciados en los almanaques. Para peor, en esos barrios, coexisten policías narcos y gendarmes patoteros, que ocupan territorio como su fueran un ejército. Ahora, encima, todo bajo control de un ex gendarme con experiencia en ocupación en Haití. Hace tiempo, otro gendarme supo conducir las fuerzas de seguridad provinciales, el siniestro genocida Agustín Feced. Las causas por delitos de lesa humanidad que llevan su nombre aún continúan abiertas. La elección de un nuevo gendarme por parte de este "socialismo" narco empresarial, es todo un símbolo.
En poco tiempo más comenzará el juicio por el triple crimen en el que murieron tres jóvenes militantes del Frente Popular Darío Santillán, conocidos como Mono, Patón y Jere. Esa es la otra trama, la otra telaraña donde quedan atrapados los jóvenes. Las cifras son escalofriantes: de 264 asesinatos producidos en Rosario durante 2013, 178 son menores de 35 años.
No es un oficio sencillo el de ser trabajador y joven en Santa Fe, no. Pero Bonfatti y el kirchnerismo, como sabemos, no gobiernan para estos pobres diablos. Gobiernan para los que miran esta realidad con prismáticos, desde el piso 50 de torres egipcias, o desde barrios cerrados.
El reclamo de la aparición con vida de Franco Casco crece. Detrás de la silueta de este joven se dibuja la realidad de miles de trabajadores sin derechos, sojuzgados de lunes a lunes por fuerzas represivas mandadas por falsos socialistas y milicos kirchneristas. Frente a esto redoblamos nuestros esfuerzos para levantar bien alta la bandera que dice: paso a la juventud trabajadora, pobre, sin derechos.
Octavio Crivaro
Sociólogo, dirigente del PTS y candidato nacional por el Frente de Izquierda-Unidad en Santa Fe.