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Red Internacional
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OPINIÓN. Fuera Iglesia, fuera

Se realizó el fin de semana el 30° Encuentro Nacional de Mujeres en Mar del Plata, del cual participaron más de cincuenta mil mujeres de todo el país e incluso países vecinos.

Miércoles 14 de octubre de 2015

Miles de mujeres trabajadoras, desocupadas y estudiantes fueron con la expectativa de participar de los talleres para contar sus vivencias, discutir sobre estrategias políticas y diseñar planes de lucha. En particular, los talleres de aborto se vieron colapsados y como ya es costumbre, la Iglesia Católica participó con el objetivo de provocar, desviar el foco de discusión y así interrumpir los talleres. Todo esto en complicidad con la Comisión Organizadora, que permitió que estas mujeres fueran a agredir y a atrasar las discusiones.

Fuimos varias las que llegamos tarde el segundo día y tuvimos que pelear para que nos permitan ingresar a las aulas. Una vez acomodadas, la coordinadora anotaba “ordenadamente” los nombres de quienes querían tomar la palabra. Esa fue la estrategia para que no se pueda discutir ni dialogar. Pero también tuvimos que pelear para que nos dejaran hablar, ya que las mujeres católicas -que no eran pocas- se apresuraron a anotarse y la lista de oradoras se hizo larguísima.

Al taller fueron mujeres que tuvieron que enfrentar la difícil decisión de practicarse un aborto clandestino, y cada cual con sus propios motivos. Madres muy jóvenes, víctimas de una violación. En ningún caso recibieron ayuda por parte del Estado, o la familia o de organizaciones como pro vida. Otras tomaron esa decisión porque simplemente entendieron que ser madre es una decisión y no una imposición. Y no faltaron mujeres que tuvieron que sufrir la pérdida de una amiga, una compañera, pariente o conocida que murió a causa de la infección generalizada que le provocó un aborto mal hecho. Y esto por no tener el dinero suficiente para pagar uno en una clínica privada. Porque no olvidemos que con la prohibición del aborto, la mayoría de la enorme cantidad de mujeres que muere al año por abortos clandestinos son pobres.

Todas ellas deben soportar cotidianamente el maltrato, ya sea desde los medios de comunicación, o desde los sectores conservadores que pretenden controlar los cuerpos y las vidas de las mujeres. Quizás el único espacio donde reciben información y se sienten acompañadas, contenidas y verdaderamente libres sea en los encuentros. Pero como siempre, en estos talleres deben apretar los dientes mientras escuchan como la Iglesia Católica se refiere a ellas como “asesinas” “zurdas violentas” o “pecadoras”. Y el maltrato continúa.

A pesar de la indignación, la coordinadora no permitió que las obligáramos a salir, tampoco negarles su participación porque consideraba que eso era violento. Pero al parecer, a la coordinadora no le pareció violento que la Iglesia fuera a provocarnos, atacarnos, a insultarnos. El comprobar que solo tomaron nota de las opiniones de las mujeres católicas provocó mucho desorden que impidió continuar con el taller. En consecuencia, muchas nos quedamos con ganas de escuchar experiencias, de discutir estrategias, de brindarnos apoyo mutuo y llegar a una conclusión sólida.

Es por esto que las mujeres debemos exigirle a la Comisión Organizadora que abandone el rutinarismo ineficiente y deje de avalar a los sectores que atentan contra la libertad de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. No podemos seguir permitiendo la intromisión de la Iglesia en los Encuentros, ni que se nos continúe maltratando en los talleres (ni en la vida). No debemos respetar las voces de nuestras opresoras, y es por eso que desde Pan y Rosas vamos a seguir luchando al grito de “Fuera Iglesia, Fuera!”.