Hoy La Izquierda Diario rastreó las discusiones sobre el futuro de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, preocupación común en diarios de Norteamérica y en Gran Bretaña, mientras Alemania sigue con sus problemas mirando hacia Oriente.
Domingo 21 de diciembre de 2014 17:00
Foto: Huffington Post
Como era previsible, el New York Times este domingo publicó otro de sus editoriales en castellano (junto con su versión en inglés, claro está), como viene haciendo desde hace varios meses, haciendo lobby por un cambio de estrategia de la política hacia Cuba por parte de EE.UU. Es lógico que el New York Times vea la reanudación de las relaciones diplomáticas entre ambos países tras 54 años como un éxito de su política, aunque lo central de su planteo era el levantamiento total del embargo económico (algo que todavía no está del todo garantizado que vaya a suceder), a tono con numerosos sectores empresariales y políticos que incluso llegan hasta sectores de los republicanos. Pero su editorial de hoy aborda un aspecto particular de la apertura política entre ambos países, la situación de los derechos LGTB en Cuba.
Ya en sus editoriales anteriores, previos al anuncio del jueves pasado, el Times fundamentaba la necesidad del cambio de estrategia por parte de EE.UU en la política cada vez más de reformas pro-capitalistas del gobierno de La Habana y al hecho de que EE.UU se estaba perdiendo grandes oportunidades de negocios, además de ceder terreno político a la influencia en la isla de otros países imperialistas (como por ejemplo varios europeos) que sí operaban en Cuba. También el fundamento era la posibilidad de recomponer su maltrecha hegemonía mundial, y particularmente en la región, apelando a una táctica que había sido abandonada por la diplomacia norteamericana desde hacía años: la de la “contrarrevolución democrática” o “diplomatizada”, es decir, la de favorecer sus intereses no solamente por la coerción lisa y llana, sino apropiándose de banderas como las de los derechos humanos como cobertura de su política. Junto con los buenos oficios del Vaticano, EE.UU apuesta a hacer pie en la isla para acelerar el proceso de restauración capitalista, negociando y a la vez como oposición a la burocracia castrista. EE.UU, con sus miles de agencias y supuestas ONGs financiadas por el Departamento de Estado, encubren sus intereses aprovechando los puntos débiles de sus adversarios. El régimen cubano históricamente, incluso desde el triunfo de la revolución de 1959, ha tenido una actitud de persecución hacia los homosexuales, con purgas y confinamientos en “campos de rehabilitación”. EE.UU, por medio de sus “organizaciones civiles”, tiene sobrada experiencia en apropiarse de banderas democráticas como esta para construir una base política de apoyo. Sectores de la propia burocracia cubana, como Mariela Castro, diputada de la Asamblea Nacional del Poder Popular e hija del presidente Raúl Castro, han tomado incluso la política de reformas en el ámbito de los derechos LGTB, a tono con la línea de reformas controladas de los últimos años. El Times cita una entrevista con un referente de la comunidad LGTB de la isla:
“Machado dice que la mayoría de activistas gay en la isla no están dispuestos a aceptar ayuda de Washington, dado que su política ha estado enfocada en derrocar el régimen.
“Mientras Estados Unidos sea enemigo de nuestro Estado, no podemos trabajar con ellos”, dijo Machado durante una reciente entrevista en La Habana, antes del anuncio de Obama. “Cualquier apoyo que recibas te convierte en traidor”. Esta actitud, compartida por muchos, ha frustrado esfuerzos por parte de Estados Unidos para promover la libertad de prensa y el derecho de asamblea. El giro en la política estadounidense va a lograr que más cubanos estén dispuestos a cooperar con Estados Unidos.”
De esta manera, la “diplomatización” de la restauración capitalista puede venir de la mano de reformas controladas y negociadas con la burocracia, mientras esta avanza en reconvertirse como nueva clase burguesa asociada al capital imperialista, garantizando también reformas políticas que legitimen y vayan pavimentando el camino a legalizar la influencia de EE.UU y la iglesia como actores plenamente legales en los asuntos políticos de la isla.
Una visión distinta tiene Louise Bardach, analista sobre asuntos cubanos de The Guardian, escribe hoy en la edición del Observer (el nombre dominical de este diario), una importante columna de opinión al respecto, “¿Mientras Obama hace historia en Cuba, los Castro serán los verdaderos ganadores?”. Para esta periodista, la respuesta a la pregunta del título es afirmativa. Sostiene que los perdedores del acuerdo son los activistas cubanos, y cita las palabras de conocida bloguera disidente Yoani Sánchez: “El castrismo ha ganado”. Bardach plantea que la línea de Raúl Castro es la transición calcada al estilo del Partido Comunista chino, de reformas capitalistas con un control absoluto por parte de la burocracia cubana con un férreo autoritarismo, y que el cambio de política por parte de Obama favorece esa salida. No obstante, distingue la línea “reformista autoritaria” de Raúl de la “conservadora autoritaria” de su hermano Fidel, y que el triunfo de la primera sobre la segunda se debe al paso al costado por motivos de salud del principal representante de la segunda. Dice que EE.UU y Cuba podrían haber restablecido plenamente relaciones y el fin del bloqueo ya en 1976 y en varias oportunidades posteriores, pero que fueron frustrados conscientemente por Fidel por la necesidad de mantener su propia base y legitimidad política mostrándose como anti-imperialista. La dirección que ha tomado Raúl se debe entonces no a consideraciones “ideológicas” a una necesidad de sobrevida, entre otras cosas debido a las dificultades financieras de Venezuela, que le subsidia diariamente a Cuba 100 mil barriles de petróleo crudo, lo cual se dificulta mantener ante la actual baja de los precios del petróleo. “O Cuba encuentra un nuevo patrón – que sea tan flexible y generoso como lo han sido la Unión Soviética y Venezuela - o se verá obligado a sumarse al maldecida economía capitalista de libre mercado.”
En los dos principales diarios alemanes por ahora no parece ser un tema destacado las relaciones cubano-norteamericanas. Alemania parece estar demasiado enfrascada en sus conflictos con Rusia en Ucrania y Europa Oriental, y con los movimientos de refugiados de los países islámicos a raiz de la situación de Medio Oriente, que tienen mucha presencia en suelo germano. Sectores de la extrema derecha están tomando visibilidad y se movilizan, cuya bandera es la expulsión de los inmigrantes y “contra la islamización de Occidente”. El Süddeutsche Zeitung de Múnich lleva un artículo llamado “Cuando Alemania reconoce los colores contra Pegida”. El título hace alusión a pancartas en manifestaciones antirracistas que dicen “Bunt statt Braun”, algo así como “no queremos el pardo (el color con el que se referencia a los fascistas) sino todos los colores”. Pegida es la sigla alemana de “Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente”, un movimiento de extrema derecha que ha realizado marchas de miles, como en Dresde hace una semana. El artículo anuncia las numerosas manifestaciones contra el racismo y la extrema derecha que se realizarán en muchas ciudades alemanas durante las siguientes dos semanas y también en enero.
Guillermo Iturbide
(La Plata, 1976) Es licenciado en Comunicación Social (FPyCS-UNLP). Compiló, tradujo y prologó Rosa Luxemburg, "Socialismo o barbarie" (2021) y AA.VV., "Marxistas en la Primera Guerra Mundial" (2014). Participa en la traducción y edición de las Obras Escogidas de León Trotsky de Ediciones IPS. Es trabajador nodocente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997.