Fueron identificados en Pozo de Vargas.
Viernes 9 de junio de 2017
Julio Cesar Campopiano tenía 18 años la última vez que lo vieron sus familiares y compañeros. Cumplía 19 años el 22 de octubre, era un poeta maravilloso que estudió en el Instituto Técnico de la UNT.
"No lo busquen más. Lo matamos", dijeron por teléfono a Adelaida Carloni de Campopiano, su madre. Pero la búsqueda de Julio Cesar lleva 41 años. Desde el 21 de octubre de 1976, fecha en la que fue secuestrado frente al Cementerio del Oeste.
Ese mismo día se habían llevado de su domicilio a su hermano Cesar Gustavo. Julio, acompañado de su amigo Pedro Dilascio, iban a tratar de averiguar su paradero. Fueron interceptados por un auto blanco, en el que se llevaron a Julio Cesar. Cesar Gustavo fue liberado tiempo después.
El suboficial mayor Gustavo Núñez informó a la familia que Julio César había sido llevado al Arsenal Miguel de Azcuénaga. El responsable de su secuestro fue el sargento de Gendarmería Américo Gómez. Según el exgendarme Antonio Cruz, Julio César murió de tétanos, luego de sufrir brutales torturas, en febrero de 1977, en el centro clandestino de detención y exterminio que funcionó en el Arsenal.
La búsqueda de Julio concluyó y así lo describió su hermana Celia: “Dicen que algunas personas jamás nos dejan... Nunca se van por completo aunque ya no estén, dicen también que hay duelos eternos que estrujan el alma con solo pensarlos. Imagino que desplegaste tus alas hermano y quiero sentir que fue en dirección al arco iris ahí te espera ella con su pañuelo blanco y sus brazos abiertos para acurrucar tu alma adolorida y darte aquellos abrazos que no pudo durante tanto tiempo...siento la infinita tristeza de la certeza de tu muerte. La identificación y hallazgo en el Pozo de Vargas de tus restos es sentir...con el alma estrujada que volviste a casa Julito.”
La búsqueda de justicia continúa, contra la impunidad de los genocidas, de los empresarios y eclesiásticos que formaron parte del plan sistemático de exterminio llevado a cabo en nuestro país.
Poema para vos
Necesitamos estar juntos esta vez.
Necesitamos reencontrarnos en los ojos,
reconocernos las miradas
hasta el final del brillo.
Volver a reírnos a cada paso
entre la gente,
y caminar sin rumbo o hacia el sol.
Necesitamos sabernos de una manera
o de otra,
de una idea o de otra;
pero siempre
siempre del lado definitivo.
Podríamos olernos
a la mañana en el desayuno,
a la tarde en un café,
a la noche en todo el cielo
o solamente en el reloj.
Y descubrirnos desertores de la formalidad,
vanidosos devotos de las cosas simples.
Podríamos caminar el otoño de punta a punta,
sin pisar las hojas,
adivinando que nos necesitamos.
Volveríamos a reeditar lluvias
en la pantalla de la vida,
a olvidarnos del silencio,
a charlar en secreto con la soledad
de la noche.
Querríamos creer que existe un cielo
para un obrero explotado,
y daríamos feroces gritos de oposición
a la injusticia.
Intentaríamos barrer
el frío de los piececitos pobres
y tirarlo en el umbral de las mansiones.
Estaríamos seguros de una de las manos,
de la otra,
de la mirada ajena al día,
del recuerdo de nuestro futuro.
Necesitamos decidirnos
a meternos en la piel de la realidad
de esta realidad que llega al alma de
la bronca,
de la impotencia y
del valor de rebelarse.
Queremos aplastar los palos,
las armas y los odios,
todo,
todo contra un puñado de verdades.
Reconozcamos el camino de regreso
a nuestra vieja lucha,
vivamos del momento,
creamos que juntos es mejor.
Hoy
de nuevo el frío duele adentro,
y de nuevo la lluvia pega fuerte
en la nostalgia.
No quiero sacarme la imagen de la mano
y de los ojos,
ni proponer la solución de nada.
Solamente quiero decir que he pensado
que queda poco tiempo para resucitar
el cadáver de los sueños,
para rejuntarnos en las esquinas,
empuñar un par de broncas,
de ideas,
y emprender la nueva lucha
por el hombre y por los hijos.