El 20 de junio de 2020, en medio de un allanamiento erróneo, el policía bonaerense Daniel Antonio David disparó a la cabeza del joven Ignacio Seijas, dejándolo ciego de un ojo. Hoy Nacho está internado por afecciones psiquiáticas, mientras la jueza Marisa Salvo de Lomas de Zamora dejó libre a su verdugo hasta el desarrollo del juicio. Habla Marina, mamá de Ignacio, quien sigue exigiendo justicia.
Sábado 19 de junio de 2021 16:10
Fotos Facebook Justicia por Ignacio Seijas
Se cumple un año desde que un cobarde policía truncara los sueños de Ignacio. Fue en el amanecer del 20 de junio de 2020 cuando la Policía Bonaerense de Sergio Berni y Axel Kicillof tiraba abajo la puerta “equivocada”, reducía a una familia de jóvenes laburantes y a su nena de dos años. Pero lo peor se lo llevaría su hijo adolescente.
Pasaron 365 días desde que el policía Daniel David Antonio, desde menos de dos metros y sin mediar palabra, disparara una perdigonada directo al rostro de “Nacho”, haciéndole perder el ojo derecho y con él, miles de sueños y proyectos.
Los hechos
Esa madrugada un escuadrón del Grupo de Apoyo Departamental (GAD) de la Policía Bonaerense irrumpió en la casa de Marina y Nelson en la localidad de Villa Albertina, Lomas de Zamora Buscaban elementos robados a una escuela del barrio. Pero parece que no se detuvieron a mirar bien la dirección y lo hicieron en un domicilio equivocado.
No contentos con eso, redujeron por la fuerza a Nelson y a Marina, quien estaba con su nena de dos años en brazos. Los ruidos despertaron a Ignacio, quien dormía en una pieza separada de la cocina por un pequeño patio. Al querer ver de qué se trataba, el joven intentó abrir la puerta con un cuchillo tipo Tramontina, que usaba ante la falta de picaporte.
Fue en ese instante que el policía Daniel Antonio David, sin dar la voz de alto ni hacer ningún otro gesto, le disparó una perdigonada de balas de goma a menos de dos metros de distancia y directo a su rostro. Los disparos por centímetros no le quitaron la vida al joven, pero le explotaron el globo ocular derecho, dejándolo ciego.
Ignacio fue una de las cuatrocientas víctimas, en su mayoría jóvenes, que dejó la cuarentena blindada con la que los gobiernos nacional y provincial empoderaron en forma inusitada a todas las fuerzas represivas del país.
Si bien, producto de la lucha de su familia y el apoyo de varios organismos de derechos humanos, el policía fue preso un breve tiempo la jueza Marisa Salvo, titular del juzgado de Garantías N° 5 de Lomas de Zamora, escandalosamente lo dejó en libertad argumentando que se trataba de “lesiones leves” y no un intento de homicidio (como pedía la querella). Un fallo que se alinea al que unos meses después le dió solo dos años de prisión en suspenso al policía Luis Chocobar, quien asesinó por la espalda al joven Pablo Kukoc ya indefenso.
Estos fallos no hacen más que habilitar el gatillo fácil, los juicios sumarios, las penas de muerte de hecho que lleva adelante la policía (¡acá no hay diferencias de jurisdicciones!) y que mayormente los sufren nuestros jóvenes de los barrios populares.
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¿Cómo vive hoy Ignacio?
La Izquierda Diario fue hasta la casa de Villa Albertina y conversó con Marina, la mamá, quien afirmó que “Ignacio está mal. En todo este año, después del allanamiento, tuvo varias recaídas. Esta inestabilidad emocional hizo que los tratamientos psicológicos los empezara, pero no los pudiera seguir. Al no tener garantizada desde el Estado la contención necesaria, buscó refugio en pastillas para dormir y eso no le hizo nada bien.”
Ignacio iba a la escuela secundaria y practicaba boxeo. Pasaba algunos días con su papá y otros con Marina. Era un chico con muchos sueños, truncados por las balas de la maldita Bonaerense.
Hoy está internado en una clínica psiquiátrica. porque Hace unas semanas tuvo un episodio que lo desbordó y su familia apenas se puede comunicar con él dos veces a la semana por teléfono ya que por las restricciones sanitarias no se lo puede visitar.
En la clínica “él se siente abandonado, como que está preso, está muy triste”, dice con mucha angustia Marina. “Esta situación es preocupante, y me tiene muy angustiada. Porque esto que él está sufriendo se lo hicieron. Voy a golpear todas las puertas que sean necesarias para que quién tenga que pagar por esto, lo haga. Está encerrado en un lugar psiquiátrico, por un problema de adicciones, consecuencia de las secuelas que lo dejaron discapacitado de por vida al perder un ojo”, detalla.
¿Cómo está la causa hoy?
Para la jueza, la libertad del policía se debía dar porque “no corrió peligro” la vida de Ignacio. Pareciera que para ella la vida de un pibe solo implica respirar. Mientras Daniel Antonio, que hundió a Ignacio en este calvario (¡que viven también todas las personas que lo quieren!) puede caminar tranquilo por la calle, el joven debe (sobre) vivir como puede.
La jueza que habla de “lesiones leves” nunca fue siquiera a recorrer el domicilio; impugnó un video de Nacho presentado por la querella porque dice “no reconocer identidad”, cuando se veía claramente al pibe con la cara llena de balazos; no realizó nuevas pericias; no se interesó por saber cómo está Nacho hoy. Es decir que concluye, desde su mullido sillón, que la vida de un joven nunca estuvo en peligro sin ver cuáles fueron las consecuencias del artero ataque del policía bonaerense.
Decir “Justicia por Ignacio Seijas” no es sólo pedir cárcel para el cobarde policía que le disparó al rostro, sino también exigir que el Estado ponga a disposición de la familia todos los tratamientos necesarios para que Ignacio recupere (aunque sea en parte) la vida que le fue arrancada. Cómo desde el primer día, La Izquierda Diario y el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH) están junto a la familia en su reclamo. Por Ignacio Seijas y por todos los pibes asesinados en la cuarentena blindada.
Carla Lacorte
Carla Lacorte nació el 4 de enero de 1971 en la Ciudad de Buenos Aires. Su padre Miguel Angel murió fusilado en el Estadio Nacional de Chile en septiembre de 1973 tras ser detenido mientras resistía el golpe de Pinochet en el Cordón Industrial de Vicuña Mackenna. Junto a su madre, que escapaba de la represión del Proceso, se radicó en Quilmes. A la salida de la dictadura tuvo una activa participación en el centro de estudiantes del Colegio Nacional de esa ciudad. Integra el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos y milita en el PTS desde el año 2000. Estudiaba Ciencias (…)