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Red Internacional
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Industria farmacéutica y el Ebola.

Durante la primer semana de agosto las acciones de la empresa Tekmira Pharmaceuticals aumentaron de forma estrepitosa alcanzando hasta el 40% de alza, dicha compañía desarrolla uno de los pocos tratamientos para la fiebre hemorrágica Ébola. Si bien existen reportes desde principio de año que alertan la rápida expansión de las infecciones en el África occidental por la cepa Zaire (la más mortal del virus), el mencionado incremento de las acciones se produce la misma semana en la que se informa públicamente sobre el traslado de los misioneros norteamericanos contagiados en Libia, Kent Brantly y Nancy Writebol, al Hospital Emory University de EE.UU.

Miércoles 3 de septiembre de 2014

La respuesta de la bolsa y la mayor trascendencia mediática que generó la repatriación de infectados posiblemente motivó al presidente de la Facultad de Salud Pública de Reino Unido, John Ashton a publicar la polémica columna de opinión en el periódico The Independet titulada “Ellos encontrarían la cura si el ébola proviniera de Londres”. En la misma compara la respuesta internacional al Ébola con la del SIDA, que estaba matando a la gente en África muchos años antes de que se impulsara la investigación de tratamientos. Sólo una vez que el SIDA se había extendido a los EE.UU. y Europa y cuando los llamados grupos ’inocentes’ (niños, pacientes hemofílicos y heterosexuales) estaban involucrados fue que los medios de comunicación y de financiación científicos impulsaron el desarrollo de tratamientos. Ashton considera un escándalo que la industria farmacéutica no invierta en la investigación de tratamientos para enfermedades prevalentes en el tercermundo sólo por no resultarle un negocio beneficioso.

El fármaco desarrollado por Tekmira había sido puesto en pausa temporalmente por la FDA (Oficina de Drogas y Alimentos de EE.UU. por sus siglas en inglés) debido a los efectos adversos observados. Ello condujo a que el tratamiento elegido para los misioneros norteamericanos viniera de la empresa Mapp Biopharmaceutical, la misma desarrolla un suero que combina tres anticuerpos monoclonales denominado Z-Mapp que a pesar de estar en fase pre-clínica (sólo evaluado en animales) fue autorizado para usar en humanos por presentar un mejor perfil de seguridad. Si bien ésta es una empresa no cotizada; dicho suero se obtiene a partir de plantas de tabaco modificadas genéticamente que se producen a través de la firma Kentucky Bioprocessing, filial a su vez del gigante estadounidense del tabaco R.J. Reynolds que también experimentó fuertes subas en la bolsa. Ambas compañías biotecnológicas operan asociadas a otras firmas mediante un convenio de financiación con el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. De los escasos proyectos de investigación que existen son las únicas que produjeron resultados viables para tratamientos y sólo lo emprendieron luego que la Agencia de Reducción de Amenazas estadounidense promoviera desde el 2001 la investigación contra lo que consideraba potenciales armas biológicas.

La OMS (Organización Mundial de la Salud) declaró la emergencia mundial de salud pública internacional el 8 de agosto. Ese día la directora general Margaret Chan admitió “el brote se mueve más rápido que nuestra capacidad de control”.
Luego de esto organizó un comité científico que evaluará los posibles tratamientos, gestionó una donación del gobierno estadounidense del suero Z-Mapp para tres pacientes libios y coordinó una reunión para abordar medidas de emergencia, entre las que se propone el pago de patente a Mapp Biopharmaceutical para que la Organización de Naciones Unidas realice una producción masiva del suero.

La enfermedad Ébola fue descrita en 1976 en la República Democrática del Congo, desde entonces existieron 25 brotes que produjeron miles de muertes en poblaciones oprimidas por las políticas colonialistas que persisten en el continente. Seguramente han habido en estos 38 años iniciativas de investigación pero es evidente que no tuvieron ningún tipo de sostén económico ya que la industria farmacéutica no lo consideraba un negocio rentable y las potencias imperialistas lo veían como un problema africano que exclusivamente valía la pena ser estudiado en caso de que pudiese ser utilizado como arma biológica.
Encontramos en la actualidad numerosos riesgos a la salud pública que la ciencia al servicio del mercado rechaza estudiar. Con descaro la OMS las llama Enfermedades olvidadas y las define como “enfermedades que reciben poca atención y se ven postergadas en las prioridades de la salud pública porque los afectados carecen de influencia política”. Entre ellas podemos mencionar rápidamente a la Tuberculosis, el Chagas, la Leishmaniasis y la Malaria, pero la lista es mucho más grande dentro de la lamentable categoría de estas enfermedades que producen por décadas muerte y discapacidad. Enfermedades olvidadas hasta que llegan a situaciones críticas y el mercado encuentra un excelente negocio recordar tratarlas. El Ébola hoy nos evidencia nuevamente la perversa maquinaria del sistema de investigación científica del capitalismo.