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Red Internacional
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Tribuna Abierta. Jorge Pineda: El librero andante

"In memoriam. Jorge Alberto Pineda"

Domingo 25 de abril de 2021

“En su origen el big bang...” cantaban arrastradito los integrantes de la rueda de cueca en la plaza de San Francisco en La Serena. La ciudad, la plaza, la iglesia y la fuente, vibra el canto y nos pasamos el tabaco y los vasos de vino. Alguien me habla y vuelvo la cabeza hacia atrás, ahí está su micro, la librería móvil de Jorge Pineda.

Justo me había estado acordando de él un día que hacía mucho frío, niebla espesa en La Serena. A cada rato tenía que entrar al baño mientras andaba callejeando y en cada lugar me tomé un café. Nunca me sentía sola, siempre aparecía Jorge con su metro noventa lleno de conversaciones, cuentos, y su conspiración universal para crear la ciudad del libro. Su sueño, el sueño de su padre y el sueño de su hijo.

Así me lo contó una de las tantas veces que conversamos la tarde ahí en su esquina de Balmaceda y Eduardo de la Barra. En 2014 había llegado a La Serena, pero siempre estaba pensando en irse. La mañana en que lo conocí me deslumbró esa micro vieja. Todos mis sueños de gitana se hubieran quedado adheridos a los lomos de los libros, pasajeros de ese bus.

  •   ¿Tú cachai’ la movida de la cueca acá?
  •   Nooo, ya no estoy en esos trotes yo.
  •   Pucha, le he preguntado a la gente que conozco si saben de algo en Coquimbo y nadie sabe nada y nadie tiene tiempo para acompañarme. Suspiró profundamente, vendió un ejemplar de El príncipe y el mendigo y me dijo:
  •   Si quieres yo te puedo mostrar el Barrio Inglés.

    A la tardecita tomé el brazo de mi nuevo amigo, sabiendo que de esos amigos ya no se encuentran sino en una conversación callejera. Recién me di cuenta de que usaba una muleta y le costaba caminar, pero, como caballero que era, pagó los cuatro pasajes del colectivo y partimos al Barrio Inglés, raudos, como si fuéramos dentro de una enorme calabaza.

    Me contó de sus hijos, el del Vicuña y el de Chacabuco, de su padre y de su madre emancipada que vivía en Europa. Me contó de la fuga con su novia a Buenos Aires.
    Todo comenzó cuando se quedó a cargo de la librería Hernández, cuarenta metros cuadrados en plena Avenida Corrientes. En plena dictadura. Los mismos cuarenta metros, me dijo, tenía el local de subterráneo, y allí bajaban solo algunos, a los que todavía les quedaban ganas de leer a Marx, a Galeano, a Gramsci, a Bakunin.

    Todo empezó con un exilio, la excusa perfecta para el caminante. Y aunque con muleta, Jorge seguía caminando igual.

  •   Cuando niña quería ser camionera, o jinete de carreras de caballos, es bacán lo que hacís’, hermoso.

    Jorge tenía en la cabeza más de diez mil autores y títulos. Podía dar una clase de cada uno de los libros que tenía para vender. Volvió a Chile en 1989, puso una librería en Providencia, donde se juntaban niños y jóvenes a jugar cartas Magic y juegos de rol. Lo pasaba chancho, pero trabajaba más que la cresta. En el año 2000 tuvo que cerrar por una reestructuración de estacionamientos en el Paseo Las Palmas en donde tenía su local.

    Me llamó mucho la atención que los escritores regionales que conocí en la Feria del Libro de La Serena, especialmente los jóvenes, no conocieran a Jorge.

  •   ¡Pero cómo! -le digo a un súper narrador que publica en Seix Barral-, si Jorge tiene cualquier historia.
  •   Pero es que vende puras hueas’.

    Nunca conocí un hombre con más ñeque, más ocurrente, y con una lectura de la realidad cultural y política tan lúcida. Obviamente era un hombre libre, por lo tanto no le interesaba imponer a la gente ningún estereotipo sobre lo que se supone que es LA CULTURA.

    El gitanismo había empezado con su padre, él fue quien lo llevó a Europa a conocer la ciudad de Urueña, ciudad amurallada en la provincia de Valladolid, una pequeña Villa del libro. Jorge había recorrido Chile tratando de hallar el mejor sitio para fundar una ciudad como esa. Pensaba en Los Andes, Chacabuco, donde vivía su hijo que lo apañaba en todo. Esto no me lo dijo a la primera. Fue recién durante mi segundo verano en La Serena que me soltó este secreto. Yo siempre llegaba súper estresada y decidida a dejar mi pega y transformarme por fin en una caballera andante. Ahí fue que me dijo: “tendría que ser algo pequeño, manejable, algo que estuviera dentro del sistema solar. El problema son los asteroides, que siempre vienen y van y no se comprometen con nada. Necesitaría ubicar algún planeta que tuviera autoridades decentes, con visión, que entendieran la cultura. Pero tú sabís’ po’, cómo están los extraterrestres en estos tiempos. A los marcianos no les interesa la educación”.

    En su origen el Big Bang
    formuló todo en el cielo
    y lo replica en la Tierra
    el tradicional pandero...

    ...en su origen el Big Bang. (1)

    Esa noche en la rueda de cueca hubiera llorado a moco tendido, Jorge, puta que te quiero, amigo. Ahí está tu micro, bien cuidadita. Siempre ahí, siempre ahí.

    (1) Cueca de Pablo Naranjo. Grupo La Cuadrilla. Álbum Dele que suene (2010).