Warren Montag es profesor de literatura británica y filosofía política en Occidental College de Los Angeles (Estados Unidos). Editor de la revista décalages y autor de diversos libros sobre Adam Smith, Spinoza y Althusser. Publicamos aquí, con autorización del entrevistado, una entrevista realizada por Dimitris Givisis para www.epohi.gr sobre la coyuntura internacional en medio de la pandemia.
¿Cuál es tu opinión sobre la situación actual? ¿Sería una exageración hablar de un completo fracaso del capitalismo neoliberal?
Hablando en este momento de la situación actual en Norteamérica y Europa Occidental, yo diría que esto es un (pero no el) apocalipsis, no el fin de los días sino en el sentido original del término, un descubrimiento de lo que anteriormente estaba oculto, de manera repentina, inesperada y con enormes consecuencias. El coronavirus ha rasgado el velo para revelar que el aparente éxito del régimen neoliberal descansaba precariamente en un conjunto muy específico de circunstancias; aún no había sido probado por lo que Maquiavelo llamaba la fortuna y que podríamos llamar la historia. Pero ¿podemos hablar del fracaso del neoliberalismo, una noción que sugiere que no ha alcanzado sus objetivos o cumplido sus promesas, con la implicancia de que la forma más humana de capitalismo, que el modelo neoliberal reemplazó, volverá para salvarnos?
Diría, en cambio, que este modelo ha sido expuesto, se ha visto obligado a exponerse a sí mismo, a sus normas y supuestos, y a hacerlo tanto en la práctica como en su teoría y propaganda. Lo que se nos ha revelado es lo que uno de los arquitectos del neoliberalismo, Ludwig von Mises, decidió un día decir en voz alta, una verdad que insistió en que todo economista supiera: que la institución de un derecho legal del individuo vivo a seguir viviendo, un derecho legal a la existencia, que en última instancia obliga al Estado a garantizar las necesidades de la vida, es incompatible con el capitalismo, sobre todo con el funcionamiento del mercado que distribuye estas necesidades de la manera más eficiente posible. Este no es un punto menor, al menos para aquellos que desean seguir viviendo.
La pandemia ha obligado a los guardianes del mercado y de la concepción de la propiedad que este presupone a revelar a las poblaciones de Europa y Norteamérica lo que ya habían proclamado al resto del mundo hace mucho tiempo: se debe permitir que el mercado proporcione y retenga los medios de subsistencia sin interferencias (como el almacenamiento de alimentos o de suministros médicos en previsión de futuras crisis). La forma material de esta revelación, la enfermedad, la muerte y la indigencia en la que se expresa, sin embargo, representa un Kairós para el neoliberalismo, una apertura u oportunidad para asegurar la sumisión de los pueblos del mundo a un nuevo e inaudito nivel de disciplina y sujeción del mercado, y para acostumbrarlos a morir por enfermedad o inanición como hechos inalterables de la naturaleza. Marx y Engels declararon que la clase dominante que no puede garantizar la subsistencia de su población no merece gobernar. Hoy en día, el lema no declarado del capitalismo en sus formas actuales es que la clase dominante que no puede negar la subsistencia o la protección contra la enfermedad a su población no merece gobernar. Esto debería, en principio, marcar el límite de lo tolerable para las masas trabajadoras en todas partes, pero los límites solo existen cuando y donde estas mismas masas los imponen mediante la acción.
¿Cómo ves el nuevo papel reforzado del Estado? ¿Qué impacto crees que tendrá el fortalecimiento del Estado debido a su centralización en la gestión de la crisis?
Una vez más, creo que tenemos que ser muy cuidadosos en nuestro análisis y las diferencias nacionales, así como las regionales, son significativas. Pero el caso de Agamben puede servir como un cuento con moraleja general: ha argumentado repetidamente que la crisis actual consiste en que el Estado utiliza una amenaza ficticia para expandir su dominio sobre la vida desnuda de la población y, lo que es peor, manipula incluso a la izquierda para que exija esta expansión. El enfoque exclusivo de Agamben en un Estado que, en su opinión, busca constantemente aumentar su control sobre la población, cuya libertad a su vez es siempre la libertad del Estado, incluso en condiciones de hambre y enfermedad, es extrañamente similar a las posiciones de la extrema derecha en los Estados Unidos.
El problema es que un análisis de este tipo nos impide comprender cómo los Estados, maniobrando para crear las mejores condiciones para la acumulación de capital, ejercen el poder a través del abandono, la retirada y el laissez-mourir (dejar morir) que acompaña a la práctica del laissez-faire, utilizando su derecho no a matar, sino a exponer a las poblaciones o partes de poblaciones al riesgo de muerte sin ninguna obligación de intervenir. Solo pueden hacerlo en determinadas circunstancias: sobre todo los desastres que parecen naturales, pero que nunca lo son, las hambrunas y pandemias de las que creen que no se les puede culpar, cuyos efectos reducen la capacidad de acción masiva de la población e inspiran un nivel de temor y desmoralización que debilita la capacidad de crítica o incluso de proponer alternativas significativas.
Esa estrategia puede parecer un simple fracaso o incompetencia (y es innegable que los dirigentes del mundo, como grupo e individualmente, exhiben un nivel de incompetencia pocas veces visto en la historia reciente), pero para oponerse a ella, debemos reconocer su coherencia como estrategia. Los Estados no siempre se expanden; bien pueden contraerse, negando la educación, la atención de la salud, la vivienda e incluso la subsistencia a una parte cada vez mayor de la población y, al hacerlo, debilitar toda resistencia a las privaciones. El capital está ahora maniobrando para aprovechar al máximo la desmovilización.
¿Cuáles crees que son las perspectivas de la lucha de clases en las nuevas condiciones? Los análisis del día después van desde los que creen que se abre una oportunidad para "cambios progresivos" hasta los que observan una situación distópica y señalan un "peligro autoritario"...
El peligro de un desenlace distópico de la crisis actual es muy real. Para evitar su realización necesitamos entender las tendencias en el intento de cambiar el equilibrio de poder aún más en la dirección del capital para lograr un régimen neoliberal autoritario relativamente estable. Se nos dice que el costo de abordar la pandemia se pagará mediante recortes masivos de todos los programas sociales, el fin de muchas de las regulaciones relativas a los salarios y las condiciones de trabajo, la protección del medio ambiente (y la reversión del calentamiento global), y las acciones del sector financiero en general. Esta disminución tan deliberada y largamente deseada de una parte del Estado, probablemente irá acompañada de un aumento de la represión (tanto por parte de fuerzas estatales como no estatales). Podemos esperar mayores niveles de violencia, con policías liberados por declaraciones de emergencia para actuar con impunidad, dirigidos sobre todo contra los trabajadores, los desempleados, los racializados, los refugiados, los "ilegales", los "sin papeles", etc. para hacer cumplir su renuncia o expulsión.
Los líderes políticos, desde los socialdemócratas hasta la extrema derecha, piden en todas partes la reanudación de la actividad económica para evitar aumentos sustanciales de los impuestos y otros costos para los sectores más ricos de la sociedad, sin tener en cuenta el costo en vidas humanas. Cada vez más trabajadores se enfrentan a una elección imposible: trabajar, y arriesgar su vida, o morir de hambre, y enfrentarse a la indigencia. Es ahora la clase obrera organizada en los EE. UU. la que exige la continuación de las medidas anti-pandémicas, con la adición de pagos mensuales por parte del Estado, hasta que la seguridad de todos pueda ser asegurada. En virtud de su posición estructural, la clase obrera, junto con los afroamericanos y latinos que están desproporcionadamente afectados por el coronavirus, se ha convertido en la principal defensora de la ciencia médica contra el negacionismo explícito o implícito de las élites. La defensa de la vida contra un capitalismo suicida y genocida podría ser la base de una nueva lucha por el socialismo.
Traducción: Maximiliano Olivera
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