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Red Internacional
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TRIBUNA ABIERTA - OPINIÓN. La vida de los trabajadores vale más que las ganancias de los patrones

A propósito de Kevin, y que la bronca se transforme en lucha.

Martes 29 de enero de 2019 17:30

Imagen ilustrativa

Lo más sagrado que tiene todo ser humano es el tiempo, y los dueños de las fábricas lo saben muy bien. Es más, hacen todo lo posible por estrujarlo a más no poder.

Cada minuto que se pierde, para ellos es pérdida de dinero. En cualquier empresa capitalista, el obrero es sólo una parte más del engranaje, un recurso a utilizar, un número sin nombre y descartable. Es que, usufructuando su fuerza, el patrón se hace más rico, mientras la vida de los trabajadores, profundiza la miseria, e incluso, hasta se torna trágica.

"Es así, la vida de un obrero es así, y pocos son los que van a safar". El capitalismo es lucro y a toda velocidad. No te lo dicen, pero sabemos que la vida no vale nada dentro de una fábrica. No te lo dicen pero está explícito, y pase lo que pasee: el show debe continuar.

Cuándo trabajé de operario en la empresa La Campagnola, en San Martín, que se especializaba en la producción de conservas de duraznos, cóctel, frutas y vegetales, presencié muchos accidentes de trabajo, incluso uno fue fatal. Un joven de 20 años falleció por aplastamiento, tratando de acomodar las latas de durazno, el paletizador, una especie de imán gigante, lo fue apretando lentamente. Inevitable no pensar en él ante la noticia de Kevin.

No hubo descuido ni negligencia. Él cumplía con lo que te obliga a hacer el capataz o encargado de turno. A lo que te dicen se suma la otra obligación: la del botón rojo. Ese que está prohibido tocar porque se detiene toda la producción. Es que en las fábricas con patrón se trabaja corriendo, por segundos, y son miles las latas de duraznos que se amontonan y las tenés que despachar sin perder tiempo, y en lo posible, sin perder una parte de tu cuerpo.

La mutilación de dedos, incluso perder una mano, son moneda corriente en temporada alta. Esa que sólo dura algunos meses. Esos que coinciden con las elevadas temperaturas de un verano infernal.

Imaginensé al trabajador que le toca en el turno tarde el sector donde están las calderas y se prepara el almíbar. O a las mujeres del turno noche, y su rutina monótona e inmóvil de colocar tres cerezas en cada cóctel de frutas. Ocho horas o más, contando las extras, haciendo esa tarea una y otra vez. Cada tanto se escuchaba el estruendo del desmayo, el golpe en la tarima de metal con triángulitos para que fluya el jugo, el agua, y la sangre para limpiar.

No tenés respiro y estás controlado en todo momento. Una estructura panóptica similar a una cárcel. Letrinas en los baños para que el encargado de seguridad se asegure que no estás sentado fumandote un pucho o descansando las piernas. Ni un minuto la empresa deja de producir, ni siquiera cuándo te toca la media hora para ir al comedor a tomar el té con el medio paquete de Criollitas y la mermelada que quieren promocionar (a veces hasta vencida la han dado). Siempre hay alguien que te puede reemplazar, con menos o igual experiencia que vos.

Cansancio físico y mental para todos los trabajadores. Para eso no se discrimina si sos contratado o eventual. ¿Efectivos?, muy pocos, y menos desde que la planta pasó a manos de un pulpo más grande: Arcor. De todas maneras nadie superará las cuatro temporadas de contrato, por política de la empresa o por límite físico.

Las condiciones de trabajo continúan siendo tan paupérrimas como siempre, y los accidentes laborales suman hoy un trabajador más a la lista de víctima del sistema explotador. Ya pasaron un par de días, el joven operario que sufrió un "accidente" en la empresa Angiord, (otra fábrica de conservas, y otra vez el paletizador como verdugo), se encuentra con muerte cerebral. No cambió nada en años. Leía y escuchaba la noticia y desde mi experiencia fabril y la noticia de Kevin peleando por su vida es un deja vú.

Es que no cambió nada porque aún sigue existiendo este sistema social, donde unos pocos se aprovechan del sudor y el sacrificio de muchos, de la mayoría que somos trabajadores. Las vidas que se pierden son por culpa del sistema capitalista y su ambición y obsesión por el tiempo-dinero.

Pero llegará. Llegará ese día en que todos podamos "safar"... Cada vez es más necesaria una militancia cuidadosa, pero sistemática en los lugares de trabajo. Que se logre la plena conciencia que la vida se defiende y protege luchando codo a codo con tus compañeros. Que todos los obreros, de un modo organizado comprendamos que lo único que tenemos para perder son nuestras cadenas. La vida en forma de fuerza de trabajo, ese cúmulo de sangre y nervios del que hablaba Marx se encuentra enajenada y extrañada. Por Kevin y todos, entonces, habrá que romperlas. Y perder esas cadenas no será un problema, será ganancia, será la vida, nuestra vida.