En conferencia de prensa ayer, el presidente Luis Lacalle Pou manifestó tener desde el gobierno una política “provida” y de “desestímulo a los abortos”.
Martes 5 de mayo de 2020
Luis Lacalle Pou parece querer retroceder en el tiempo y, utilizando argumentos religiosos, volver a cuestionar nuestro derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos.
Pero las mujeres que todos los días debemos enfrentar la violencia de género en todos los ámbitos de nuestra vida (en nuestros hogares, en nuestros trabajos, en la calle, en los medios de comunicación), y más en tiempos de pandemia, sabemos perfectamente que la interrupción voluntaria del embarazo es un derecho adquirido, y no vamos a permitir que esta conquista histórica del movimiento de mujeres se ponga en cuestión.
Agenda Provida y discurso religioso
El periodista, que manifestó claramente su postura contraria al aborto, reclamó ayer, en la conferencia de prensa, la defensa de los “niños por nacer”, apelando a la conciencia cristiana del presidente, quien respondió que: “Uruguay tiene que tener una fuerte protección a los niños por nacer, que hay que tener una política de desestímulo de los abortos, que el Uruguay en su Constitución y de acuerdo a los pactos ratificados entiende que hay vida desde la concepción y, en ese sentido, un niño que no ha nacido tiene derechos”.
Si bien Lacalle Pou reconoció que el tema ya fue decidido – ya que la ley tuvo la posibilidad de ser refrendada a partir de un referéndum, y no se logró conseguir las voluntades suficientes -, reafirmó la postura “provida” desde el gobierno, basándose en su voto negativo a la Ley de Interrupción voluntaria del embarazo al momento de su votación, y siguiendo la línea de los sectores más reaccionarios y antiderechos de la bancada parlamentaria blanca, donde tenemos personajes siniestros como la misma Verónica Alonso y Carlos Iafligliola.
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Este vil argumento de apelar a la vida para restringir un derecho es una operación que pretende encasillar de “abortistas” a quienes todos los días pretendemos defender el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos.
¿Quién defiende la vida?
Nosotras, las mujeres, luchamos todos los días por la vida, por preservar la vida de quienes se encuentran amenazadas por la violencia de género, para que no nos maten, para que no nos mutilen, para que no nos torturen. A la vez que defendemos los derechos de los niños, niñas y adolescentes "nacidos", que en Uruguay constituyen la población más pobre y vulnerable de nuestro país.
Luchamos por la vida de nuestras familias, para protegerlas del COVID-19, pese a la falta de política sanitaria del gobierno, que no aumentó el presupuesto para la salud, que no garantizó ni garantiza la protección mínima en hospitales, y que termina dañando la salud de todas y todos. Las mujeres que están en la “primera línea” y que todo el mundo aplaude, luchan solas por la vida de los pacientes, y protegen sus propias vidas y las de sus familiares, y lo hacen con sueldos bajos y con condiciones de trabajo totalmente precarizadas.
Nosotras, las mujeres, defendemos la vida todos los días: la defendemos de la miseria y el hambre producidos por las políticas del gobierno de Lacalle Pou que, frente a la emergencia sanitaria, habilitó a las patronales a despedir y enviar al seguro de paro masivamente, dejando miles de hogares – muchos con jefatura femenina – con ingresos totalmente reducidos, imposibles para poder sobrevivir.
Nosotras, las mujeres, bregamos por la vida al participar masivamente de todas las iniciativas de ollas populares y merenderos que funcionan hoy en el país, alimentando a miles y miles de personas.
Entonces, ¿quiénes defienden la vida y quiénes los privilegios de clase?
Argimón, ¿dónde estás?
Resulta obvio que, frente a los dichos del presidente Lacalle Pou, la vicepresidenta no dijera ni una sola palabra. Ella que, diciéndose feminista, y en el medio de la campaña electoral de 2019 dijo que “si ganamos no va a estar en juego la agenda de derechos”. Ella representa el feminismo de las privilegiadas, un feminismo de las mujeres ricas que cuentan con medios económicos para practicarse abortos en clínicas privadas con todas las comodidades, mientras pretenden mantener en la clandestinidad a miles y miles de mujeres pobres y trabajadoras.
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Si tocan nuestros derechos, salimos todas
Siempre que conseguimos derechos, fue producto de una pelea importante, porque nadie nos regaló nada. En 2012, fuimos una marea naranja, y marchamos unidas por nuestro derecho a decidir, y esta marea hoy no se detiene y mucho menos aceptará retroceder.
Cuando las mujeres decidimos salir a la calle, no lo hicimos por un rato de entretenimiento, sino que fue producto de una acumulación de años de violencias, de sujeción, de miedos. Pero esto reventó y ya no tiene vuelta atrás.
¡Queremos el derecho al aborto sin tutela del Estado!